OPINIóN
Imaginación

De “La Guerra y la Paz” al “Quijote de la Mancha”

El autor retoma dos novelas inmortales, la del realista León Tolstoy y la de un renacentista español que no abandona sus ideales. En ambas, la libertad no se grita, sino se ejerce.

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Don Quijote de la Mancha. | Pixabay

León Tolstoy (1828-1910) es el autor de La Guerra y la Paz, quizás el fresco más memorable de las guerras del siglo XIX, dado que el relato se centra en la invasión napoleónica que culmina en 1812; una famosa obra de Tchaikovsky lleva esa fecha, una bella música que concluye con cañonazos, la conmemorará posteriomente.

El autor, noble de nacimiento y descendiente del conde Tolstoy, muy cercano al zar gobernante en dicha época y a su vez, el haber recibido una exquisita educación francesa, lo lleva a escribir unos capítulos fuertemente descriptivos, donde está presente el alma rusa, que es su patria de nacimiento y la esencia francesa que conocía profundamente, lo cual enriquece la pintura de ambos bandos en lucha.

Fuertemente realista, Tolstoy no se priva de mostrar cómo la guerra toca a las gentes comunes como a los nobles, y a medida que la invasión avanza hacia Moscú, la capital rusa, crece el dramatismo de su escritura. Justamente la entrada a Moscú del Emperador con su corte de lacayos no es para nada lo triunfal que Napoleón esperaba, la ciudad había sido incendiada, no se sabe por quién.

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Y en las palabras del autor ese “ejercito dejó de serlo cuando entró en las suntuosas mansiones abandonadas. A partir de entonces ya no estuvo formado por soldados ni por habitantes, sino por una cosa intermedia que recibió el nombre de merodeadores”.

Tolstoy no se priva de mostrar cómo la guerra toca a las gentes comunes como a los nobles"

Y a partir de ese momento la fibra eslava atravesará todas las capas sociales y comenzará una guerra de guerrillas que va hiriendo el tejido de los invasores, que comenzarán a retirarse del territorio ruso cada vez más desordenadamente.
Pero no hay duda de que esta escritura que hará de La Guerra y la Paz, una de las novelas más célebres de la historia, conmueve al propio autor, que será al final de su vida un precursor de la no violencia; tanto que el Mahatma Gandhí se inspirará en su ejemplo, para proclamar su compasión hacia todos los seres vivos y Tolstoy denunciará y renunciará al sistema de esclavitud y siervos en sus propias tierras.

Morirá como un asceta, habiendo donado sus bienes y queriendo retirarse a vivir entre sus campesinos, y expirará en una estación de tren, acompañado sólo de su hija menor en noviembre de 1910, no llegando a presenciar, por razones biológicas, las más estremecedoras y mortíferas guerras de la historia de la humanidad en el siglo XX, que mostrarán a todo el orbe, el rostro de Thanatos, el Dios de la Muerte.

Si a través de Tolstoy habitamos el más crudo realismo, es a través de Miguel de Cervantes Saavedra, nacido en Alcalá de Henares en 1547 y que morirá en 1616, pocos meses después de haber aparecido la segunda parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha; la novela que se puede considerar una cumbre del más exquisito idealismo romántico.

Jorge Luis Borges dirá del autor: “Destino paradójico el de Cervantes. En un país y en un siglo de vanidosa artesanía retórica, le atrajo lo esencial del hombre, ya como tipo, ya como individuo. Inventó y compuso el Quijote, que es el último libro de caballerías y la primera novela psicológica de las letras occidentales”.

El autor de Madame Bovary, creador de la novela moderna, Gustave Flaubert agregará: “Lo más prodigioso que hay en el Quijote es la ausencia de arte y la perpetua fusión de la ilusión y la realidad, que hace de él un libro tan cómico como poético”.

Destino paradójico el de Cervantes. En un país y en un siglo de vanidosa artesanía retórica (...) Inventó y compuso el Quijote, que es el último libro de caballerías y la primera novela psicológica de las letras occidentales (J. L. Borges)”

Friedrich W. Schelling, el filósofo alemán del idealismo romántico e investigador de la Libertad y del Mal en la condición humana, diagnosticará sobre el Quijote: “El cuadro más universal, más profundo y más pintoresco sobre la Vida misma”

El autor ruso Ivan Turgenev, buceador en lo social y que era contemporáneo y a su vez, contrapunto justamente de León Tolstoy, por su nihilismo occidental, emparentado con Nietzsche, asegurará: “Es Don Quijote, sobre todo, el problema de la fe en algo eterno, inmutable; de la fe en la verdad superior al individuo”.

Y Cervantes Saavedra llamado “el manco de Lepanto” sabía de guerras reales, había participado en esa batalla y perdido el uso de una mano. La contienda naval que lleva ese nombre fue una de las más importantes de la Historia, librada en 1571 cerca de Grecia y ganada por una coalición de España, Venecia y los Estados Pontificios contra el Imperio turco Otomano; participando en ella 400 barcos.

A su vez Cervantes había escrito parte de su novela, la más celebre en castellano, dentro de la cárcel por un tema de impuestos y el quebranto del banco donde estaban depositados dichas tasas. El propio autor español señalará sobre su obra: Yo he dado en Don Quijote pasatiempo al pecho melancólico y mohíno, en cualquier sazón, en cualquier tiempo”. Esuna obra para vencer la melancolía y la tristeza.

El Quijote es a su vez un libro filosófico y cómico. Cuando ya había pasado el tiempo de los caballeros andantes, Don Quijote que no es otro que un aldeano llamado Alonso Quijano, llena su cabeza de los más variados engendros literarios de caballería y decide salir a los caminos con un estrafalario y contrahecho uniforme , un caballo vacilante y un fiel escudero Sancho Panza, montado en un asno.

Casi al final del libro, el Quijote se burla de Cervantes Saavedra cuando lee algo de su propia historia, como un cuento borgeano en que el soñador es a su vez soñado.

El verdadero autor disimula su nombre tras la máscara de un supuesto cronista árabe y las aventuras que recorre en sus dos tomos la célebre historia son tan disparatadas como reales. Es decir Don Quijote como una muestra fascinante de la frondosidad de las ideas imaginarias, todo el tiempo está elucubrando y viendo alucinadamente la posibilidad de encuentros con fantasmales caballeros o ejércitos.

De allí que esos ejércitos pueden ser o una piara de cerdos o un rebaño de ovejas que El Caballero de la Triste Figura, como lo termina denominando el propio Sancho Panza, no vacila en atacar o unas figuras humanas como frailes o bandoleros encadenados, a quienes persigue o libera respectivamente, con pésimos resultados, así como Dulcinea del Toboso su ideal de mujer no es una princesa sino una aldeana.

Como contrapunto Sancho Panza es un realista que trata de hacer ver a su amo cómo son las cosas y cuando gobierna una isla de fantasía sus juicios alcanzan una sabiduría sorprendente; sin dejar de mostrar el Quijote la diferencia entre aldeanos y nobles, entre cristianos y entre los que no lo son y la importancia de las jerarquías, tanto la eclesiástica como la de los hidalgos, los que tenían la pureza de la sangre.

Ambas novelas son un contrapunto entonces entre lo que es la realidad de la guerra y la fantasía sobre ellas y se podría agregar que en el caso de Don Quijote, Spinoza también en el siglo XVII había advertido: “Si los hombres supieran que las ideas imaginarias son imaginarias”. Sin embargo, si Alonso Quijano hubiera estado siempre cuerdo, no tendríamos esta joya de la novela universal que es Don Quijote.

Quizás una reflexión final de José Abadi en el Diario Perfil: “No dejes que el miedo te gane”, puede aplicarse a estas dos inmortales piezas literarias .Y ambas hablan de la Libertad tanto como lo expresara en unas estrofas de los versos atribuidos a Pier Paolo Pasolini, Jorge Fontevecchia, en uno de sus habituales editoriales:

“Si no se grita Viva la Libertad humildemente, no se grita Viva la Libertad, si no se grita Viva la Libertad riendo, no se grita Viva la Libertad, si no se grita Viva la Libertad con Amor, no se grita Viva la Libertad”; porque ambas novelas ejercen la Libertad.