OPINIóN
Alimentación emocional

“Después de un día como el de hoy, me merezco algo rico”

Esta frase tan repetida refleja cuánto influyen las emociones en la elección de lo que se come, que en situaciones de angustia, estrés o aburrimiento no responde –en general- a elecciones saludables.

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La Chocolaterie vuelve a La Rural. | Gastronomique.

“Después de un día estresante, me merezco algo rico”. Esta frase, tan escuchada, encierra una conducta compleja: la alimentación emocional. ¿Comemos porque tenemos hambre o porque estamos tristes, ansiosos, cansados? ¿Cuánto influyen las emociones en lo que elegimos comer y cuánto impacta eso en nuestra salud?

Debatimos, pero fueron nuestros estudiantes de Nutrición quienes realizaron una encuesta al respecto, específicamente a 125 adultos del Área Metropolitana de Buenos Aires. Los resultados mostraron una asociación significativa entre obesidad e ingesta emocional: 6 de cada 10 personas con obesidad fueron clasificadas como “comedores muy emocionales”, frente a solo 1 de cada 10 entre quienes presentaban un peso considerado dentro del rango esperado para su altura, según el Índice de Masa Corporal. Comer frente al estrés, la angustia o el aburrimiento fue un patrón frecuente, sostenido y muchas veces invisibilizado.

Desde la nutrición, sabemos que la ingesta emocional no responde a una necesidad energética real, sino a una activación emocional que modifica las señales de hambre y saciedad. Se eligen alimentos altos en calorías, como dulces, snacks y comidas rápidas, que generan una gratificación inmediata. Ahora, cuando estas elecciones se vuelven frecuentes, pueden consolidarse como hábitos alimentarios inadecuados que no solo favorecen el aumento de peso, sino también el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles como diabetes tipo 2, hipertensión o dislipemias.

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Se eligen alimentos altos en calorías, como dulces, snacks y comidas rápidas, que generan una gratificación inmediata"

Desde la psicología, el fenómeno también tiene su explicación. Las emociones intensas y sostenidas, especialmente si no son reconocidas, pueden expresarse a través del cuerpo. Comer pasa a ser un mecanismo de alivio frente a malestares que no siempre encuentran palabras. Este patrón, si no es abordado, refuerza un circuito de insatisfacción corporal, culpa y más ingesta emocional.

Estudios recientes muestran que esta conducta es más prevalente en mujeres, quienes presentan mayor sensibilidad emocional, menor satisfacción corporal y un aumento en los intentos de control de la alimentación respecto a los varones.

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Diversos estudios señalan que el estrés crónico aumenta la liberación de cortisol, una hormona que estimula el apetito, en especial por alimentos altos en grasa y azúcar. Además, se ha documentado que la grelina, conocida como “la hormona del hambre”, también incrementa su actividad bajo situaciones de tensión emocional, intensificando los deseos de comer.

Estos procesos se articulan con el sistema de recompensa del cerebro, especialmente en la vía dopaminérgica, responsable de liberar dopamina y generar una sensación de placer inmediato. El aumento sostenido de estas señales puede desregular la percepción de hambre real, consolidando circuitos neuronales que favorecen la alimentación emocional y dificultan su control voluntario.

La impulsividad, el estrés crónico y los entornos obesogénicos, con exceso de estímulos para comer y pocas opciones saludables, refuerzan este círculo vicioso. La obesidad, entonces, no puede reducirse a un simple balance entre calorías consumidas y gastadas. Es el resultado de múltiples factores interrelacionados: biológicos, psicológicos, sociales y culturales.

Frente a este complejo escenario, es necesaria una respuesta profesional articulada. El tratamiento de la obesidad requiere del trabajo conjunto de nutricionistas, psicólogos, médicos y otros profesionales que integren sus saberes en un abordaje transdisciplinario.

No alcanza con recomendar una dieta ni con sugerir “comer mejor”: es necesario comprender el contexto emocional y psicosocial que sostiene esas conductas.

La investigación realizada por los estudiantes de Nutrición no solo aporta datos relevantes, sino también un llamado de atención. Comer es un acto humano, cargado de sentido. La salud no empieza en el plato ni termina en la cabeza. Empieza cuando ambas cosas se conectan.

*Licenciado y Director del Departamento de Salud de UADE
** Licenciada y Directora de la Licenciatura en Psicología de UADE