La inteligencia artificial ya no es una promesa lejana ni una herramienta exclusiva de los laboratorios tecnológicos. Es un fenómeno que atraviesa silenciosa pero profundamente cada rincón de nuestra vida cotidiana: desde cómo aprendemos y trabajamos, hasta cómo decidimos y nos relacionamos. En este contexto, la alfabetización en IA se convierte en una cuestión estratégica de supervivencia y desarrollo nacional.
Comprender, interactuar y crear con IA ya no es un privilegio reservado a expertos o programadores. Es una nueva forma de alfabetización que define quiénes participarán activamente del futuro y quiénes quedarán al margen. Así como en el siglo XX el progreso de las naciones dependió de la capacidad de sus ciudadanos para leer y escribir, en el siglo XXI dependerá de su capacidad para comprender, utilizar y gobernar la inteligencia artificial.
La alfabetización en IA no se limita a saber usar una herramienta o emitir instrucciones precisas. Implica desarrollar pensamiento crítico frente a sus resultados, entender cómo funcionan los algoritmos, reconocer los sesgos y riesgos, y sobre todo, mantener una supervisión humana inteligente que oriente las decisiones. No se trata de sustituir al ser humano, sino de potenciarlo.
Cómo usar la IA sin perder la cabeza
Los países que comprendan este desafío estarán en mejores condiciones de crear innovación, liderar industrias y garantizar su soberanía digital. Los que lo ignoren enfrentarán una fuga de talentos, pérdida de competitividad y dependencia tecnológica. La nueva brecha global no será entre alfabetizados e iletrados, sino entre quienes dominan la inteligencia artificial y quienes apenas la usan sin comprenderla.
No se trata de sustituir al ser humano, sino de potenciarlo"
En la Argentina, el desafío es urgente y transversal. Debemos incorporar la alfabetización en IA en todos los niveles educativos, desde la escuela primaria hasta la formación profesional, y también en las estructuras empresariales, gubernamentales y sociales. No se trata sólo de enseñar programación o robótica, sino de formar ciudadanos capaces de pensar éticamente el uso de la tecnología, comprender sus implicancias y aprovechar su potencial para el bien común.
El conocimiento técnico es fundamental, pero no alzanza. Prepararse para la era de la inteligencia artificial exige desarrollar habilidades humanas únicas: creatividad, empatía, pensamiento crítico y sentido ético. Solo una sociedad alfabetizada en IA podrá decidir conscientemente cómo y para qué quiere usarla.
Integrar esta nueva alfabetización requiere de una responsabilidad compartida. El Estado, las empresas, las universidades y las organizaciones sociales deben coordinar esfuerzos para diseñar políticas públicas, marcos normativos y programas educativos que aseguren una adopción ética, inclusiva y humanista de la inteligencia artificial.
El futuro no se definirá por el poder de los algoritmos, sino por el nivel de conciencia y la preparación de los utilizadores. La Argentina tiene la oportunidad —y la obligación— de prepararse para este cambio civilizatorio. No se trata solo de adaptarse a un nuevo paradigma tecnológico, sino de decidir qué tipo de sociedad queremos construir en esta nueva era.
El tiempo para actuar es ahora. El futuro pertenece a quienes sepan leer el lenguaje de la inteligencia artificial y escribir, con él, el próximo capítulo del desarrollo humano.
*Presidente de la Fundación ArgenIA