No fue un ovni gigante reposado en la atmósfera haciéndonos sombra contra el sol. La intromisión de las fuerzas que cambiaron nuestro futuro fue algo mucho más inteligente. Invisiblemente, ingresó a nuestros dispositivos de comunicación y, de forma gratuita, empezó lenta y firmemente a ejercer cierta forma de gobierno.
Con la IA activa y funcionando, nuestra vida no será la misma.
Desde la aparición de un procesamiento que no sólo recopila mejor las insondables informaciones del océano digital sino que, a partir de ellas, elabora y articula de manera creativa brindando soluciones innovadoras a los problemas diarios de todo tipo, algo ha sucedido: nos quedamos atrás.
Sin casi darnos cuenta, nuestra inteligencia, aun en los casos más sobresalientes, pasó a ser deficitaria.
“El mundo feliz” de la Inteligencia Artificial
¿Qué sucede en la sociedad cuando alguien no puede valerse por sí mismo y no tiene los recursos para saber qué es lo que más le conviene? Lo que sucede es que interviene un juez y su cuidado pasa a un régimen de tutores, curadores, red de apoyos, que apuntalan o directamente reemplazan las decisiones de los afectados (en los casos más graves).
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Ante esta circunstancia, se asignan pensiones estatales y se designa un equipo interdisciplinario en Salud Mental tendiente a efectuar el tratamiento, recetar y administrar medicamentos que evitan descompensaciones, y a articular talleres y hospitales de día para mantenerlos estimulados y lo más contentos posible con la vida.
La diferencia con la actualidad es que no es sólo un grupo de humanos quienes, por ley de contraste, quedamos “deficientes” sino, todos los humanos.
Esté “déficit adquirido” desde la aparición de la IA vuelve obsoletas a una miríada de habilidades adquiridas por los seres humanos en base a estudios. Por ello, sería esperable que su implementación deje a muchísimas personas sin una ocupación útil en su vida cotidiana. Esto no es una visión apocalíptica, sino una simple estimación causal. Si queremos un mejor regalo por venir, en nada ayuda una actitud negadora.
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Establecido este panorama, no sería nada improbable entonces que pasemos a un régimen similar al de las determinaciones de capacidad judicial. En línea con el abordaje social que se instrumenta en los casos de minusvalías (pensiones /tratamientos y psicofármacos /talleres), no es nada extraño pensar que, ante una gran cantidad de personas en situación de inutilidad, emerja compensatoriamente un tríptico asociable.
Ante la cantidad de oficios que queden obsoletos, el homologable a una pensión, sería la percepción de una asignación universal. Frente al tedio generalizado y la escasez de ocupaciones, empezará a existir una mayor permeabilidad, legalización y búsqueda de un mejor diseño de ciertas sustancias psicoactivas (ya está empezando a suceder). Por último, la función que ocupan hospitales de día y talleres, se podría vincular como trasladable al crecimiento, proliferación y demanda de la industria del entretenimiento: videojuegos y experiencias inmersivas. Allí, juegos, ficciones y metaverso, podrían entrelazar realidades digitales paralelas más atractivas, dinámicas y estimulantes que las materiales. En consonancia, hace instantes, la empresa Apple acaba de anunciar para el año que viene unas nuevas gafas que ofrecen una experiencia espacial.
Haciendo justicia a Huxley, Un mundo feliz no es la traducción más precisa de Brave new world. Hágase a un lado, póngase cómoda/o.
