¿Aceptaría hacerse una prueba que determine cuál de todos sus embriones fecundados in vitro crecería como la persona más inteligente? El 40% de los encuestados para una investigación publicada en la revista Science reconocieron que sí.
La segunda pregunta iba más allá: ¿Lo modificaría genéticamente si eso le garantizara el mismo objetivo? Tres de cada diez también dieron el visto bueno.
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Aunque anticipar el desarrollo intelectual de un bebé no está oficialmente en el menú de las empresas del rubro, algunas como la estadounidense Genomic Prediction ya comercializan tests que permiten conocer la probabilidad de que un niño desarrolle enfermedades comunes, como esquizofrenia o diabetes.
Por ahora resulta difícil demostrar que esas pruebas efectivamente funcionan. Pueden pasar décadas antes de la comprobación de que se predijo con exactitud el riesgo para la salud de un recién nacido, advierte la revista del Instituto Tecnológico de Massachusetts.
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Pero que los tests sean precisos también supondría un problema, ya que tendrían el potencial de agravar desigualdades, por ejemplo, si solo personas de ciertos grupos socioeconómicos las usaran para tener una descendencia más alta o inteligente. “No es algo que vaya a ser igual de accesible para todos”, plantea una de las autoras del estudio, la profesora de bioética Michelle Meyer.
A pesar de todo, los pronósticos apuntan a que estas pruebas se volverán más extensas y masivas. Como están demostrando las múltiples plataformas de inteligencia artificial, la tecnología avanza primero y pregunta después.
BL JL