OPINIóN
Elecciones 2023

El referéndum que viene

El Estado será eje del debate. Entre quienes lo revindican y aquellos que quieren su mínima expresión.

Sergio Massa y Javier Milei
Sergio Massa Javier Milei | Agencia Afp

El próximo 19 de noviembre no habrá ballottage. Lo que habrá será un referéndum. Porque a diferencia de otros comicios en los que compitieron candidatos peronistas, radicales o macristas, en los que vienen competirá un representante del sistema de partidos tradicionales contra un líder antisistema.

Javier Milei es el representante del 30% de la población que está convencida de que no se puede estar peor que esto y que prefieren votar al candidato más excéntrico de la historia en lugar de hacerlo por uno de los dirigentes conocidos. A riesgo de que romper con todo los termine rompiendo también a ellos.

Por eso, lo que viene será un referéndum entre los que entienden que es preferible un candidato sin experiencia de gestión, sin suficiente estructura nacional ni legislativa y que propone un anarcoliberalismo nunca probado en el mundo; pero que no está contaminado por los males de la “casta” ni es peronista. Frente a los que creen que Sergio Massa es la persona adecuada para gobernar el país más aquellos que este domingo no la votaron, pero suponen que en noviembre lo harán para defender los valores del sistema democrático y el rol del Estado.

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Referéndum es un término del latín que significa “volver a llevar” al pueblo una decisión que habitualmente se delega en los representantes políticos, para que sea la sociedad la que opine sin intermediarios.

En este caso, seguirá habiendo intermediarios formales, Massa y Milei, pero como lo que se pone en juego esta vez no son distintos criterios de administrar un sistema, sino el sistema mismo, será la sociedad la que decida más allá de ambos candidatos.

Antisistema. El voto a Milei expresa la desilusión completa con el estado de situación y con quienes gobernaron las últimas décadas. En los focus group se ve lo mismo que en las entrevistas espontáneas a los votantes del libertario: no hay un interés en conocer con exactitud sus propuestas concretas de gobierno. Lo que prima es la idea del “rompan todo”, porque no hay nada digno de ser rescatado.

Por eso, a ese porcentaje de la sociedad no le entra ninguna de las balas de la duda tras todo lo que se conoció de Milei desde que es candidato.

No lo conmueve ni que insulte al Papa, ni que justifique la dictadura militar, ni que se asocie con uno de los máximos exponentes de la casta sindical como Luis Barrionuevo, ni que argumente a favor de la libre comercialización de órganos, de niños y de armas. Ni genera interrogantes la violencia con la que insulta a los que piensan distinto. Ni que crea ser el enviado de Dios en la Tierra y que recibió de él la misión de conducir desde diciembre los destinos de la Argentina. Ni siquiera plantea dudas cómo funciona la cabeza de alguien que cree que sus perros lo asesoran en temas económicos y filosóficos a través de comunicación extrasensorial.

Todas las dudas que no entran en ese sector tan importante de la población conforman la certeza de que el principal objetivo de ese voto es darle el poder a alguien que expresa como ninguno el doble sentimiento de la bronca y la esperanza.

Allí confluyen sectores desahuciados del sistema, que suponen que no tienen demasiado que perder si la experiencia Milei saliera mal; con sectores económicamente más acomodados que piensan que este sistema no les permite crecer acorde con sus capacidades.

Esas personas podrán seguir escuchando todo tipo de barbaridades sobre su candidato, pero difícilmente algo las haga cambiar de opinión. Están seguros de que es preferible elegir a un loco por conocer que a los locos conocidos.

Que es otra forma de elegir a un sistema político inédito como el anarcocapitalismo antes que al sistema que los trajo hasta acá.

Sistema. Entre los que votarán a Massa se cuentan quienes conservan la esperanza de que puede haber futuro sin un ajuste tan duro como el que ofrecen Milei y lo hacía Bullrich. Creen, por ejemplo, como decía la campaña oficialista de los últimos días, que con él en el gobierno las tarifas de los transportes públicos seguirán pisadas como ahora, en lugar de crecer hasta rondar los 700 o 1.100 pesos como ocurriría si se les quitaran los subsidios a colectivos y trenes.

También lo votarán quienes temen que Milei cumpla con la promesa de reducir ministerios y entes públicos, o de privatizar la educación y la salud. Para los directos afectados por esas medidas, votar al ministro sería como un acto en defensa propia.

(Lamentablemente para JxC, no escucharon la recomendación de Duran Barba de que no hay candidato que gane prometiendo ajuste).

A todos ellos, hay balas de duda que tampoco parecen afectarlos. La principal es la de cómo hará el actual ministro de Economía para bajar la inflación cuando sea presidente si hasta ahora no lo pudo lograr. O si se repetirá en su eventual gobierno el trágico juego de un mandatario sometido a la presión de la histórica líder de ese espacio. O si los escándalos de corrupción como el recientemente protagonizado por Martín Insaurralde continuarán en el futuro como ya ocurrió en el pasado. Pero a ese núcleo que ayer lo votó y que probablemente lo vuelva a hacer dentro de un mes, se le agregaría el de aquellos que entiendan que no solo está en juego la elección entre dos candidatos, sino entre uno que propone un sistema político y económico de ruptura con todo lo conocido y otro que –aunque estén lejos de coincidir con él– propone seguir por los carriles democráticos más conocidos.

O, para verlo de otro modo, quienes piensan que el Estado debe seguir cumpliendo un rol importante y los que creen que es el origen de todos los problemas.

Lo que resta por definir es qué porcentaje de los votos de Bullrich, Schiaretti y Bregman está más inclinado a votar por un candidato del sistema, como Massa; o a uno del antisistema, como Milei. Y cuántos se definirán en un sentido o en otro, entre aquellos que no fueron a votar o que lo hicieron en blanco.

También se abre la incógnita de si Macri anticipará el apoyo prometido a Milei, instando a votarlo ahora.

En ese contexto, el mayor interrogante es cómo jugará el sentimiento antiperonista que reina en una parte de la sociedad y que se supone parte del voto de Juntos por el Cambio. Si es tan fuerte como para llevarlos a elegir a un rupturista con tal de no volver a ver cerca del poder a la actual vicepresidenta. O si el temor a lo desconocido puede más.

Como lo hicieron desde ayer, Massa y Milei intentarán seducir a todos ellos. El primero, con su propuesta de unidad nacional. El segundo, hablando con Macri y prometiendo algo de mesura.

Falta menos de un mes.

Todavía nos queda mucho por ver.