Cristina Fernández de Kirchner volvió a tomar la centralidad de la escena. Con su decisión de no presentarse a ningún cargo público, ausentándose de todas las listas posibles en 2023, generó una cuota adicional de incertidumbre respecto del gobierno actual y, sobre todo, del mandato que se iniciará a partir del año próximo. Con una simple frase, alteró las proyecciones y estrategias electorales tanto en el Frente de Todos como en Juntos por el Cambio.
El mensaje de CFK le hizo llegar al Frente de Todos la urgencia de generar un alineamiento más firme respecto de su liderazgo. Para la vicepresidenta, es tiempo de que la percepción laxa de algunos dirigentes con relación con su rol como principal lideresa del peronismo se disipe. Para sostener esto, tiene dos atributos que ningún otro dirigente puede exhibir. Por un lado, duplica en intención de voto la cifra que el Presidente y el ministro de Economía cosechan juntos en la actualidad. Dentro del FdT, ocho de cada diez identificados con el espacio la votarían antes que a otro dirigente. Por otro lado, su liderazgo político se caracteriza por la capacidad de generar unidad interna, dirección y orden, tres elementos de los que el gobierno nacional careció desde los primeros meses de 2020.
No hay dudas de que los intendentes y algunos gobernadores peronistas buscarán apostar por lo seguro para retener sus territorios el año próximo. Pero hoy, lo seguro es que, con una CFK exiliada totalmente de la política electoral, esos objetivos se complican. Pero si bien puede no ser candidata, lo cierto es que sí podría bendecir, respaldar y trabajar en el armado de su candidato. Esto no sería una novedad. Lo nuevo sería que, en vez de volver a buscar a un “dialoguista” por fuera de su armado, como se presentó a Alberto Fernández en 2019, podría optar por un candidato del kirchnerismo, como Wado de Pedro o Axel Kicillof. Tampoco se descarta el apoyo al propio Sergio Massa, si es que la economía logra generar una sensación de mejora de aquí a los próximos meses. Algo que, hasta hoy, pareciera muy difícil.
Por otro lado, el mensaje de la vicepresidenta apuntó a tener efectos en Juntos por el Cambio. En los últimos meses, las encuestas dieron signos de cierta ineficacia en la estrategia de polarización, esgrimida a ambos lados de la grieta. Algo que otrora le sirvió tanto al kirchnerismo como a JxC hoy parece desgastado. La mayoría de los estudios indica que, sumadas las intenciones de voto de ambos espacios, apenas superan el 40%, muy por debajo de 2019 (69,4%) y 2015 (55,8%). Del otro lado acecha Javier Milei, con un caudal interesante, junto con un elevado grupo de indecisos y un puñado de votos que se reparten entre otros candidatos.
Ahora bien, sin esta polarización, los principales perjudicados son Mauricio Macri, Patricia Bullrich y los denominados “duros” o “halcones” de su espacio. Para que una estrategia de polarización electoral sea efectiva, es necesario que el votante perciba rápidamente el antagonismo y el contraste. Pero sin CFK en las listas, es posible que Macri/Bullrich no reciban aquellos votos de quienes, ante su presencia, busquen la opción más contrastante. ¿Estamos en la antesala de la caducidad de la estrategia de polarización? Es posible. En parte, nos daremos cuenta de esto si en las próximas semanas Horacio Rodríguez Larreta –principal beneficiado por la pérdida de votos de Macri/Bullrich– decide dar un giro a su estrategia electoral y retorna a la búsqueda del votante moderado.
Si en algo CFK ha demostrado una increíble habilidad, en estos veinte años de centralidad política, es en entender la relación que existe entre ella y sus circunstancias. Aun en un momento de evidente debilidad personal, decidió alterar las circunstancias para, con ello, incidir en los demás. La política es, esencialmente, relacional. La mayoría de las personas no vota a partir de absolutos sino de lo relativo: dependiendo de quiénes sean los candidatos presentados, a quiénes reconocemos rápidamente, quiénes nos generan emociones como la esperanza y el entusiasmo o quiénes pueden evitar que aquel a quien odiamos o tememos gane. La principal certeza en el camino electoral 2023 es que nada está dicho. Lo más importante no es el juego aislado de los candidatos, sino cómo articulan sus estrategias a partir de los movimientos de sus adversarios.
*Profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Belgrano.