En poco menos de 500 días la Argentina concurrirá a las urnas para votar. Si bien se trata de elecciones Primarias Abiertas Simultaneas y Obligatorias (PASO), hay quienes aseguran que -sobre todo con el antecedente de lo que fue la experiencia de 2019- esas elecciones van a resultar más relevantes que las Generales de octubre, para definir quién será el próximo en colgarse la Banda Presidencial.
Dentro de la batería de interrogantes que envuelven el proceso electoral de 2023 los politólogos le están prestando una notable atención a la dinámica de las coaliciones. Básicamente, el interrogante está en si esta experiencia de formar dos coaliciones como lo son Juntos por el Cambio y el Frente de Todos, podría sobrevivir a las tensiones que se suscitan actualmente en cada espacio, alcanzar las definiciones necesarias para iniciar la precampaña y arrojar un nuevo presidente el año que viene.
La dinámica 2003-2023 estuvo marcada por la formación y polarización de coaliciones. En un primer momento, entre 2003 y 2015, existió una gran coalición (Frente Para la Victoria) que logró ser victoriosa en tres elecciones presidenciales contiguas. En frente de ella distintos partidos no lograban hacerle frente en términos de votos hasta que en 2015 -el segundo momento- surgió una segunda coalición (Cambiemos) que logró ganar, no solo la Presidencia de la Nación, sino también importantes provincias como Buenos Aires.
Larreta pidió ampliar Juntos por el Cambio
El 2019 trajo un tercer momento: ambas coaliciones se transformaron, lograron condensar la mayoría de los votos y una de ellas obtuvo un nuevo presidente. De cara al 2023 ambas coaliciones cuentan en su haber con períodos de gobierno, derrotas presidenciales y tensiones internas. La polarización ha sido la estrategia que más ha favorecido a ambos espacios, pero que al acumularse derroteros en materia de gestión y al repetirse nombres y caras de candidatos, puede desgastarse y no ser electoralmente efectiva.
Con el resultado electoral de Javier Milei, obtenido en las elecciones a Diputados Nacionales por la Ciudad de Buenos Aires, gran parte de la opinión pública -impulsada por los medios de comunicación- lo puso en el centro de su atención. Se trata de una cara nueva, con mucha exposición en televisión, con un discurso vehemente, pero sobre todo, distinto al resto de opciones. Desde entonces, diversas encuestas han confirmado dos fenómenos relevantes: la imagen del economista no para de crecer en todo el país y su capacidad en "sacarle" votos a Juntos por el Cambio aumenta constantemente.
En la actualidad, estudios como los que dirige Diego Reynoso en la Universidad San Andrés, le dan al líder de La Libertad Avanza, una imagen positiva de 42 puntos. Si bien esto lo posiciona como el dirigente político con mayor imagen positiva del país, todos los encuestadores aclaran que imagen no significa intención de votos. De hecho, Milei sabe que, si dentro de algunos meses no logra acercarse a una intención de voto cercana al 30% -y aspira a sentarse en el Sillón de Rivadavia- tendrá que considerar ingresar en una de las coaliciones que polarizan el electorado argentino.
Desde Juntos por el Cambio, la incorporación de Milei resulta tentadora en el sentido de que actuales votos descontentos con ese espacio y que están yendo a votar al libertario, podrían quedar contenido. Además, según los números que hace Larreta, si él compite contra un radical y contra Milei, el jefe de gobierno porteño resultaría vencedor. En otras palabras, y si la política respetase la lógica de las matemáticas, con Milei adentro, Larreta se asegura que Juntos por el Cambio no pierda más votos, y que la gran mayoría de esos electores lo apoyasen a él luego de ganar la interna.
Sin embargo, no es Larreta el más interesado en que Milei se sume a Juntos por el Cambio, sino que lo es Patricia Bullrich. Actuar de sherpa del libertario es para la ex ministra de seguridad y actual presidenta del PRO, asegurarse de que el camino de Larreta a Balcarce 50 no se dará, por lo menos, sin negociaciones. ¿Negociaciones con quién? Básicamente con ella y su jefe político: Mauricio Macri.
Hay en Juntos por el Cambio quienes interpretan (o expresan un profundo deseo sobre) que Macri está jubilado de la política argentina. Ven en su derrota electoral del 2019 la elección del tandilense del tablero de juego. Esta idea es reforzada por el silencio y la ausencia del espacio público del ex presidente durante gran parte del tramo 2020-2022. Reemplazó -podrían argumentar- entrevistas televisivas, reuniones políticas e intervenciones públicas, por paseos en Europa con su familia, almuerzos con amigos y torneos de bridge. Lo cierto es que así es como Macri construye su imagen. No está en la génesis outsider del hijo de Franco, heredero de SOCMA y aficionado en la práctica de distintos deportes, el pasarse horas en una unidad básica, discutir política de igual a igual, consensuar decisiones y manifestarse en la plaza. Es, en definitiva, otro tipo de construcción política la que define y alimenta a Macri.
Macri le dijo a Larreta que algunas de sus posiciones son confusas
Por otro lado, pareciera ser una ingenuidad el creer que alguien que obtuvo 40% de los votos en su última contienda presidencial, sea eyectado de la política. Es una cifra difícil de conseguir, no solo en Argentina, sino en gran parte de un occidente caracterizado por electorales volátiles y líquidos. Lo cierto es que después de ser dos veces jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, llegar a la Casa Rosada con 34% de los votos de las generales y 51% en el balotaje, Macri le entregó el Bastón de Mando a quien solo le gano por 8 puntos. Parece poco probable que quien se va de un cargo público con 40% de los votos y conserva la adhesión de gran parte de sus militantes, simplemente no quiera incidir en el tablero político.
De hecho, andan circulando varios estudios que lo darían a Macri como el ganador de una interna en Juntos por el Cambio. Naturalmente, esto podría pasar si él se lanza nuevamente a la competencia. Pero el interrogante es qué ocurriría si en vez de competir él, apoya pública y enfáticamente a un candidato. Cualquier encuestador interrumpiría en este punto y señalaría -con muchísimo criterio- que la transferencia de votos suele ser un fenómeno extraño en la política; pero ciertamente podría ocurrir. El segundo interrogante es a quién intentaría transferirle sus votos Macri. Es sabido que la relación entre él y Larreta no atraviesa su mejor momento. Es difícil para alguien acostumbrado a estar en lo alto de una jerarquía de mandos, ver como un subalterno crece hasta podre eclipsarlo. No me refiero con esto a una lógica empresarial, sino a la propia política; lo mismo le pasa a Cristina Kirchner con el Presidente (su ex Jefe de Gabinete) y sus otroras funcionarios.
La dinámica interna en Juntos por el Cambio atraviesa meses claves. El objetivo de muchos, es comenzar el 2023 con un puñado de candidatos definidos pudiendo comenzar lo que se augura será una larga campaña electoral en un clima de pesimismo por la cuestión económica y un creciente sentimiento anti política. Pero sin desayunarse la cena, el gran problema a resolver de Horacio Rodríguez Larreta, no es Javier Milei sino Mauricio Macri.
* Leandro Bruni. Politólogo y Sociólogo (UBA). Miembro de SAAP y ASACOP.