OPINIóN
Presión financiera

Es un buen momento global para que el Fondo Monetario venda oro

La crisis es mundial y, ante la creciente tensión geopolítica se imponen soluciones creativas.

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Espinas por todos lados. | Pablo Temes

Ahora que los países en desarrollo padecen intensas pre- sionesfinancieras y los desarrollados reducen las ayudas al extranjero, ¿quién no querría encontrarse un caldero lleno de oro? No hace falta soñarlo: hoy el Fondo Monetario Internacional está sentado sobre 90,5 millones de onzas del metal.

Estas tenencias, reliquia del patrón oro, se pueden convertir fácilmente en fondos tangibles. Tras rondar los 2 mil dólares por onza durante la mayor parte del último lustro, el precio del oro ya supera los 4 mil dólares. Esto es un máximo histórico incluso en términos reales (gráfico 1). Pero nadie se enteraría mirando el balance del FMI, que valora sus tenencias de oro a sólo 50 dólares por onza, un precio que se vio por última vez en los años setenta.

El verdadero valor de las reservas de oro del FMI supera los 350 mil millones de dólares, más que el PIB de Chile. La venta de sólo el 10% de esas reservas generaría fondos suficientes para compensar los recortes de este año a las ayudas al extranjero.

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No sería una medida sin precedentes. El FMI ya ha vendido oro en varias ocasiones; la última fue en 2009-2010. Con lo obtenido por esa venta, creó una cuenta de dotación de fondos con la que complementa sus ingresos y subsidia el Fondo Fiduciario para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza, su mecanismo de otorgamiento de crédito concesional a los países de bajos ingresos.

Hoy las razones para que el FMI venda una pequeña parte de sus tenencias de oro son más fuertes que nunca. Lo recaudado permitiría ayudar a los países en desarrollo con problemas de liquidez sin necesidad de que los donantes aporten fondos adicionales. Colocándolos en una cuenta de dotación, el FMI podría crear una fuente sostenible y duradera de financiación concesional para estos países. Y sobre todo, los beneficios que pueden obtenerse hoy de esa venta tal vez nunca se repitan.

El producto de la venta de oro se puede canalizar hacia diversos fideicomisos del FMI que ya existen. Tal vez el mejor candidato sea el Fondo Fiduciario de Contención y Alivio de Catástrofes (CCRT), que cubre los reembolsos de deudas contraídas con el FMI por países vulnerables de bajos ingresos como resultado de desastres naturales o sanitarios. Ahora mismo que estos países enfrentan grandes devoluciones al FMI, los fondos del CCRT están casi agotados: en total, sólo suman unos 115 millones de dólares, apenas suficientes para ayudar a un único país en caso de crisis, ni hablar de los muchos países que podrían necesitarlo. Con ligeras modificaciones a los criterios de elegibilidad del CCRT, los efectos negativos que provocan los recortes de ayudas y los cambios en el comercio internacional a la financiación de la salud pública se podrían considerar ejemplos de crisis merecedoras de alivio. Estas modificaciones, sumadas a una reposición de fondos, permitirían al CCRT hacer realidad todo su potencial.

Alternativamente, los fondos recaudados se podrían usar para aumentar el grado de concesionalidad del Fondo Fiduciario para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza del FMI e incrementar así el apoyo a los países de bajos ingresos.

Pero cualquiera sea el fondo fiduciario que se elija, colocar el producto de la venta de oro en una cuenta de dotación maximizaría su

impacto, al generar un flujo continuo de ingresos para reaprovisionarlo. Y como beneficio adicional para Estados Unidos, el fondo de dotación podría incluir inversiones en letras del Tesoro estadounidense, lo que impulsaría su demanda.

Este uso del oro sería totalmente coherente con el mandato del FMI. Los recortes de ayudas a algunos países en desarrollo equivalen a varios puntos porcentuales del PIB. La consiguiente necesidad que tendrán esos países de dedicar más recursos propios al gasto en salud pública, educación y sectores afines generará más presión sobre gobiernos que ya enfrentan altos costos por el servicio de la deuda.

Además, la reducción de ayudas y los cambios en el comercio internacional tienen repercusiones para las balanzas de pagos, sobre todo en sectores que dependen de bienes importados, por ejemplo los medicamentos contra el VIH/sida.

Vender una parte del oro del FMI también coincide con los deseos declarados de Estados Unidos y otros países desarrollados, que hoy enfrentan altos niveles de deuda, condiciones económicas difíciles y la necesidad de aumentar el gasto en defensa, y han insistido en una distribución más amplia de la responsabilidad de financiar los bienes públicos mundiales y en un uso más eficiente de los recursos de las instituciones internacionales, incluido el FMI. ¿Qué puede ser más ineficiente que estar sentados sobre una pila de oro ociosa?

Muchos temen que haya consecuencias no deseadas, por ejemplo una caída del precio del oro, pero es muy improbable que suceda. En el período 2009-10, el FMI evitó esta eventualidad mediante un procedimiento de venta gradual: comenzó con transacciones fuera del mercado con Bancos Centrales y coordinó con los productores de oro las ventas en el mercado.

La venta de oro tampoco pondría en peligro la estabilidad financiera del FMI. Puesto que no emite deuda en los mercados, no necesita reservas de oro para demostrar solvencia. Además, ya superó su saldo precautorio objetivo (unos 35 mil millones de dólares, sin contar las reservas de oro). Finalmente, la inmensa mayoría del oro del FMI seguiría intacta.

En cualquier caso, la venta reforzaría la estabilidad financiera del Fondo, al mejorar la capacidad de los países en desarrollo para devolver sus deudas.

Es difícil imaginar una solución más eficiente a la reducción generalizada de ayudas al extranjero que vender una pequeña parte de las tenencias de oro del FMI, sin riesgo para su salud financiera y sin costo alguno para sus donantes. Esto sería así incluso si el precio del oro no hubiera alcanzado estos niveles. Que lo haya hecho implica que los ministros de Finanzas y banqueros centrales que acudirán este mes a las reuniones anuales del FMI y del Banco Mundial deben actuar con un sentido de urgencia. Puede que nunca haya un momento mejor para echar mano del caldero de oro del Fondo.

*Enlace de políticas de la Iniciativa para la Gobernanza Económica Mundial en el Centro de Políticas de Desarrollo Mundial de la Universidad de Boston.

** Investigadora académica superior de la Iniciativa para la Gobernanza Económica Mundial del Centro de Políticas de Desarrollo Mundial de la Universidad de Boston, integra la comisión del Informe del Jubileo sobre la respuesta a las crisis de deuda y desarrollo.
Project Syndicate