“Cambio de sistema, no solo cambio climático”. El famoso eslogan de los grupos ecologistas fue rescatado esta semana en una publicación especial del FMI dedicada a la nueva economía sostenible (The Climate Issue), lo cual da una idea de la gravedad de los desafíos que se tienen por delante, alertados por múltiples voces globales.
En los próximos 45 días se juega buena parte del futuro de la salud del planeta. Tendrán lugar cuatro conferencias que pueden ser fundacionales para una nueva gobernanza internacional del cambio climático: la Pre Cumbre y la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios en el marco de las Naciones Unidas; la reunión anual del G20 en Roma; y la conferencia sobre Cambio Climático COP26 de Glasgow.
Estos encuentros conforman la bala de plata para acelerar la acción ambiental y alcanzar acuerdos amplios y efectivos sobre el financiamiento verde, incluyendo un impuesto global a las grandes corporaciones y la canalización de los DEG hacia los países de ingresos bajos y medios para impulsar la reconversión de sus economías.
Hace pocos días, la Argentina tuvo el privilegio de liderar la Cumbre Climática de las Américas, una antesala regional de los eventos globales, que contó con la participación del enviado especial para el Clima de los Estados Unidos, John Kerry, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, presidentes de América Latina y el Caribe, y altos funcionarios de los organismos multilaterales de crédito. El próximo viernes, el presidente de la Argentina ha sido invitado a participar por el presidente de los Estados Unidos, John Biden, en otra cumbre climática del G-20.
No podemos desaprovechar la oportunidad que nos brinda una agenda global que tiene como objetivo sentar las bases para la reconstrucción pospandemia, para plantear ideas innovadoras, que contribuyan para un “mejor recomenzar” no solo de la Argentina, sino de toda América Latina.
Sin una nueva arquitectura financiera internacional, el cuidado de la “casa común” –a la cual nos convoca el papa Francisco– no tendrá una “mesa común” que no postergue a los países de renta baja y media. Señalo diez aspectos clave de este Pacto de Solidaridad Global:
◆ 1 Nuevas brújulas. Un Producto Bruto Interno Ambiental que considere la riqueza natural y que sirva para monitorear avances y retrocesos en el cuidado del planeta, en la conservación de bosques, la erosión del suelo, la reducción en las emisiones, la eficiencia en el uso del agua y la adaptación al riesgo climático. Necesitamos métricas de desarrollo afines a estos tiempos. Según el informe sobre la contabilidad de la riqueza del Banco Mundial, el capital natural representa casi la mitad de la riqueza de muchas economías emergentes (“The Changing Wealth of Nations: Building a Sustainable Future”, World Bank).
◆ 2 Derechos Especiales de Giro Verdes. Debemos recanalizar la reciente distribución de DEG que hizo el FMI para fortalecer el financiamiento verde a través de los bancos multilaterales de desarrollo. El Fondo de Resiliencia y Sustentabilidad debe considerar al mismo tiempo cuestiones ambientales y de reducción de la pobreza. Se trata, en definitiva, de resolver un problema de coordinación entre países que tienen exceso de liquidez y países con urgencias fiscales.
◆ 3 Mayor liderazgo de países desarrollados. Como señaló el economista Jeffrey Sachs, la ayuda que el mundo desarrollado brinda a los países en desarrollo luce exigua a la luz de otros fines. A modo de ejemplo, solo los Estados Unidos destinarán 3,5 trillones de dólares a la inversión en su infraestructura local hasta 2029, una cifra que refleja lo escaso que resultan los 100 mil millones de dólares comprometidos por todos los países desarrollados en el Fondo Verde del Clima (“Failure to Act: Economic Impacts of Status Quo Investment Across Infrastructure Systems”, American Society of Civil Engineers –ASCE–).
◆ 4 Capitalización del BID y la CAF. Al menos el 50% de la cartera de proyectos de los organismos multilaterales debe responder a cuestiones ambientales. Una capitalización verde sobre la base de estas prioridades, junto al redireccionamiento de los DEG para apalancar la capacidad prestable, podría marcar una verdadera diferencia.
Son precisamente estas instituciones las que tienen un rol central para movilizar recursos de modo creativo y para poner a la innovación financiera al servicio del cuidado del planeta. La ampliación de capital reforzaría a su vez el compromiso de los Estados Unidos con el desarrollo de América Latina.
◆ 5 Moratoria de patentes en bienes ambientales. La Organización Mundial de Comercio (OMC) cuenta con antecedentes en moratorias sobre derechos de aduana, como es el caso de las transmisiones electrónicas (“La regulación del comercio electrónico transfronterizo en los acuerdos comerciales”, CEPAL). Estas moratorias necesitan ampliarse a bienes públicos globales que sean prioritarios para el cuidado del planeta, por ejemplo, a partir de la suspensión de los impuestos a la importación de energías limpias, e incluso en ceder el uso de patentes para tecnologías estratégicas para el cambio climático.
◆ 6 Reconocer el vínculo entre riesgo ambiental y riesgo financiero. Distintos bancos centrales del mundo incorporaron indicadores de riesgo climático para monitorear una estabilidad financiera que se ve amenazada por tres canales. A través de los riesgos de transición, cuando los capitales fluyen de sectores contaminantes a sectores sustentables. A través del costo económico de los desastres naturales, que pueden generar quebrantos en empresas aseguradoras y un efecto contagio. Y por último debido a una mayor volatilidad en el precio de activos financieros. No en vano, la última edición de la Revista The Economist se pregunta si el cambio climático podría disparar una crisis financiera. (“Could climate change trigger a financial crisis?”). Un desacople metodológico entre la medición del riesgo ambiental y el financiero puede tener altos costos en términos de estabilidad sistémica. A su vez, es preciso revisar la acción de las calificadoras de riesgo que encarecen el costo del crédito para países en crisis fiscales o climáticas, agregando nuevos problemas a los ya existentes.
◆ 7 Canjes de deuda por acción climática. Como advirtió Antonio Guterres, la arquitectura financiera internacional debe ofrecer opciones que vinculen la acción climática con la sostenibilidad de la deuda. Es posible refinanciar o condonar los pasivos asfixiantes de las economías más postergadas a cambio de compromisos climáticos vinculados a la reducción de emisiones, a la transformación de la matriz productiva y energética. Se trata de equilibrar la balanza de la justicia: muchos países que son acreedores financieros son a la vez deudores ambientales, en particular si basaron su expansión económica en industrias contaminantes. Al mismo tiempo, como lo afirma el académico Kevin Gallagher (“La necesidad de canjes de deuda por clima”, Project Syndicate), sobran deudores financieros con activos ambientales a cargo de proteger los pulmones del planeta.
◆ 8 Multilateralismo ambiental. Sin un verdadero espíritu de cooperación multilateral será muy difícil poner en marcha las reformas que necesitamos. La docena de reuniones entre Estados Unidos y China, autores en conjunto de casi el 40% de las emisiones globales según estimaciones de Rhodium Group y BBC, representa, al decir del canciller chino Wang Yi, “un oasis” en las relaciones bilaterales de las grandes potencias, y necesita expandirse en lazos de amistad entre otras naciones.
◆ 9 Economía circular. Resulta fundamental promover el crecimiento de empresas, actividades y clusters que sean carbono neutras y que reducan al mínimo posible la generación de residuos. Considerar, como propone la CEPAL, bonos verdes y de impacto social que financien actividades sustentables y que estén asociados con los esfuerzos de los países por impulsar políticas de mitigación del cambio climático. Según Climate Bonds Initiative, el crecimiento en el sector privado de 59% en lo que va de 2021 de este tipo de instrumento (bonos ambientales, sociales y de gobernanza, ESG) refleja el apetito de los inversores por propuestas responsables. Para crecer en volumen se requiere una banca ética, que asigne valor y multiplique el financiamiento de emprendimientos con impacto ambiental.
◆ 10 Empleos verdes. Se necesita generar un sistema de incentivos para la creación de los trabajos verdes del futuro. Empleos dedicados al cuidado del medioambiente, a las energías limpias, al reciclaje. También en la nueva industria automotriz, que está atravesando una metamorfosis a toda velocidad, y donde la electromovilidad es una alternativa desafiante que estamos evaluando en el marco del Consejo Económico y Social y el Ministerio de Desarrollo Productivo.
En la citada publicación del FMI, su directora gerente, Kristalina Giorgieva, aludió a una frase de Leonardo Da Vinci que hoy es más vigente que nunca, cuando se trata de discutir con el organismo mejores tasas y más extensas condiciones de pago. Se requiere de la voluntad política para cambiar el curso de los acontecimientos que encaminan al mundo a una catástrofe: “El conocimiento no es suficiente, debemos aplicarlo. Estar dispuesto no es suficiente, debemos hacerlo”.
*Presidente del Consejo Económico y Social. Secretario de Asuntos Estratégicos.