OPINIóN
Pandemia por coronavirus

Para evitar rebrotes se necesita coherencia

No es conveniente caer en la criminalización de los jóvenes, tampoco generalizarlo. Todos somos responsables. Es fundamental una comunicación clara y transparente por parte de las autoridades. Es necesario recuperar la confianza.

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Covid-19 | cedoc

No solo el virus se modifica y adapta, también nosotros hemos ido variando la manera de enfrentarlo. 

El 19 de marzo de 2020 entramos en aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO)La percepción y actitud frente a la cuarentena mayoritariamente fue de acatamiento y de aceptación acerca de la eficacia para prevenir los contagios, el 95% de la población adolescente consideró que las medidas eran necesarias aun sabiendo que no era la población de mayor riesgo.

El confinamiento tiene consecuencias difíciles de calcular que de ningún modo pueden menospreciarse. El aislamiento produjo efectos en todas las áreas, se incrementó la pérdida de ingresos, se profundizaron las desigualdades de género vinculadas con la distribución de las tareas de cuidado y del hogar, se triplicó la violencia de género, mermó la demanda de atención médica y seguimiento de tratamientos crónicos, se impidió la posibilidad de acompañar al ser querido hasta su último suspiro y sin duda se vio afectada la salud mental de la población.

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Ante la adversidad de la pandemia, las personas han demostrado tener entereza, capacidad para adaptarse. La mayoría pudo ser creativo y encontrar modos de sublimación, pero no ha sido sin un enorme costo para todos y mucho más para los más vulnerables afectiva, emocionalmente, social y económicamente y para quienes padecen enfermedades físicas, mentales o quienes han perdido seres queridos, y para el millón seiscientos mil infectados y sus contactos estrechos, sumados los grupos de riesgo como lo son los trabajadores de la salud.

Durante los meses de cuarentena y dependiendo de múltiples factores como, el grupo etario, el contexto y las particularidades subjetivas previas de cada cual, se desarrollaron diferentes síntomas emocionales: dificultades para dormir, presión en el pecho, tensión muscular, angustia, miedo, irritabilidad, sensibilidad, ansiedad, todas ellas respuestas esperables ante una situación de excepción. Sin embargo, en ocasiones estos síntomas impidieron el desarrollo de la vida cotidiana, transformándose en alertas que en el mejor de los casos dieron lugar al pedido de ayuda profesional, con un incremento importante en la demanda de asistencia psicológica y psiquiátrica. La evidencia indica que el miedo ha sido uno de los problemas que ha afligido a la población en su conjunto y sin embargo la atención mental ha sido subestimada.

La nueva ola de contagios y la culpa adolescente

Por otro lado, el exceso de información, la infodemia, su uso ideológico, la distorsión simbólica de los conceptos, también incrementó el grado de ansiedad. De ahí la importancia que adquiere que la comunicación sea transparente por parte del Estado, clara y precisa, con argumentos sólidos y razonables por las que se toman ciertas medidas que limitan las libertades individuales. Pero ante todo es imprescindible una posición coherente y sostenida por parte de las autoridades, con mensajes alentadores de conductas solidarias y no boicoteando las restricciones que imponen como necesarias.

A medida que el tiempo transcurre, el acceso a más conocimiento sobre las características del virus, la llegada de un clima cálido, la esperanza de las vacunas, al agotamiento generalizado e incluso el descreimiento del riesgo a partir de algunos eventos multitudinarios, provocó que el apoyo a las medidas se fuera disipando.

El 11 de noviembre se dispone el distanciamiento social preventivo obligatorio en la ciudad de Buenos Aires.

Sin duda es necesario reducir la respuesta corporal del estrés a partir de experiencias positivas, disfrutar del bienestar emocional, bajar las defensas, relajar, y disfrutar del encuentro con los pares después de tanta restricción, como un modo de protección ante los altos niveles de estrés percibidos, incluso es el modo de acceder al duelo por lo perdido con la esperanza de la reparación, pero hacerlo con control exige coherencia de las autoridades y adhesión social.

La Provincia de Buenos Aires restringe actividades de 1 a 6 de la mañana

Como sociedad dejamos de poner el foco en el virus, ya las noticias no eran solo los números del Covid-19, comenzamos a proyectar el futuro, a decidir temas tan adeudados como trascendentes, a festejar y a reclamar en multitud, a la vista de todos.

Las leyes fijan el terreno de lo prohibido y de lo permitido. Lo prohibido es algo sancionable, pero tiene mucho más peso si es juzgado por los otros, por los pares, por quienes nos rodean, como malo o incorrecto. Durante largos meses de restricciones estrictas, se escuchó a los jóvenes temer por la vida de sus padres, de sus abuelos, de los mayores, de los que estaban en riesgo y fueron capaces de dejar todo a un costado, sus encuentros sexuales, amorosos, sus pares y amigos, sus salidas. Durante meses, estuvieron conectados permanentemente a través de la tecnología, y también ellos perdieron a seres queridos, también perdieron sus rituales de iniciación, han sido los más proclives a perder sus inestables trabajos y por qué no decirlo, sienten la desesperanza de un mundo en el que no es fácil habitar y proyectar.

A diferencia del temor ante la amenaza externa, al virus desconocido, a la pandemia global que no pudimos prever ni evitar los adultos a cargo del presente. A diferencia del temor a ser sancionados por sus pares por descuidados y desconsiderados. Ahora los jóvenes sienten que la situación está bajo control y que ellos también pueden medir los riesgos.

La carrera por las vacunas y la aprobación a nivel mundial en tiempo récord, la llegada de las primeras dosis al país en los últimos días del 2020 acrecentó la fantasía que se renueva al finalizar cada año en todos los habitantes de la tierra, y es que todo lo malo queda atrás, y con ello la pandemia.

La necesidad de recuperar lo perdido de una bocanada vino de la mano de otro temor no calculado, algo así como: gocemos de los placeres antes que nos lo arrebaten nuevamente.

El verano de los “rebeldes”

El aumento de los casos, las nuevas cepas que están circulando en Latinoamérica, el temor a que la nueva versión aumente la transmisión y provoque nuevamente problemas sanitarios de todo orden, no solamente de insuficiencia de camas sino, y especialmente de profesionales agotados y no muy bien remunerados, prendió las alarmas.

Hoy, nos encontramos ante una nueva medida: la cancelación del ocio nocturno como una forma de frenar el crecimiento de casos de coronavirus, adjudicándose a los sectores más jóvenes, que no respetan las normas de distanciamiento social.

Quizá debamos recordar que se ha repetido hasta el cansancio que el virus afecta con más ahínco a los adultos mayores y a aquellos que padecen enfermedades previas. Que durante meses han permanecido aislados entendiendo que de ese modo protegían a sus padres y abuelos. Que cuando se abrió la posibilidad del encuentro se discriminó inconscientemente entre, familiares amigos como los sanos y los ajenos enemigos como posibles transmisores.

No es conveniente caer en la criminalización de los jóvenes, tampoco generalizarlo. Es verdad que es el grupo etario que más necesita el contacto y este incluye el cuerpo, que es parte de la reafirmación subjetiva. Y sin duda esto se suma a la falsa inmunidad basada en la negación a la propia muerte.

Todos somos responsables, cada cual en su medida. Es fundamental una comunicación clara y transparente por parte de las autoridades y un mejor manejo del tema por parte de los adultos, incluyendo a los padres. Es necesario recuperar la confianza.

El rebrote de covid-19 infectó el principio de autoridad

Tolerar que no hay certezas, que somos frágiles y que esto es dinámico es desestabilizador y también agotador. Reconocerlo puede ser un buen primer paso para aceptar que debemos seguir cuidándonos con el uso del barbijo, la higiene y la distancia social. La promesa de la vacuna como la solución a erradicar el virus, vino sin la letra chica, la inmunidad de rebaño se adquiere cuando estemos vacunados más de 30 millones de argentinos y eso no va a acontecer en un mes ni en dos.

No hay magia, el virus se adapta tanto como nosotros y está mutando, poniendo en jaque permanente a la ciencia, a los gobiernos y a cada uno de nosotros cargando la fragilidad de la vida que tanto intentamos desdeñar.

Quizá sea un buen recurso solicitar más colaboración por parte de profesionales de la Bioética para evaluar los conflictos éticos de autonomía, libertad, justicia distributiva que estamos enfrentando. Y poner especial atención en la importancia de la contención en salud mental de la población en su conjunto. La ciencia ayuda a entender los hechos -aunque también debemos tolerar su incertidumbre- pero no puede indicarnos qué hacer.

 

* Gricelda E. Moreira. Profesión: Magíster en Bioética y Psicoanalista.