El conflicto iniciado el 24 de febrero con las llamadas “operaciones militares especiales” sobre Ucrania pareciera tener un punto de apoyo en clave de las alianzas internacionales. Putin y Xi Jinping se reunieron en el marco de los Juegos Olímpicos y emitieron una declaración con dos temas centrales. Primero, mencionaron que su asociación “no tenía límites”, y dejaron un vacío conceptual que fue llenado por un sinnúmero de interpretaciones. Segundo, condenaron la expansión de la OTAN, un argumento central para la justificación de Putin para invadir Ucrania.
Un primer análisis de la dimensión muestra una sinergia entre ambos países en la dimensión coalicional y en la ideológica dentro de la interdependencia hegemónica que hemos teorizado: un orden global íntimamente interdependiente pero con actores que dominan la totalidad de las dimensiones de poder: la política, la coalicional, la económica, la defensiva y la ideológica.
En este sentido, muchos analistas imaginan el surgimiento de un bloque euroasiático formado por la economía china dominando al mundo a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) y las fuerzas armadas nucleares rusas como su apoyo militar.
Para profundizar el enfoque y generar escenarios prospectivos tomaremos algunos conceptos clásicos pero con plena vigencia en las relaciones internacionales.
- Como anticipó Alfred Zimmern, hemos transitado de un mundo que se basaba en relaciones entre Estados –corazón del realismo clásico– a uno con sustento en los vínculos entre los pueblos. El conflicto muestra la plena conexión instantánea de los ciudadanos de todos los países del mundo que generó un rechazo contundente a la invasión.
- Si consideramos los estudios de Keohane y Nye y Barbé y Morin en sus variados enfoques y disciplinas, el mundo hoy es completamente interdependiente, heterogéneo y complejo.
- Lo más contundente es que, sobre las dos posturas anteriores, se solidifica lo que Wallerstein anticipara como “civilización capitalista”. Esto es, un sistema mundo donde el capitalismo interconecta a todas las civilizaciones y dimensiones de la humanidad. Esta conexión hace que los movimientos de la superficie político-estratégico militar estén enmarcados y condicionados por el sistema económico mundial.
Por eso cualquier análisis del Homo diplomaticus tradicional se desvanece en el aire frente a la contundencia de la “totalidad”, al decir de la Escuela de los Annales y “las fuerzas profundas” de Renouvin y Duroselle, que fundamentan lo que podríamos llamar “la nueva civilización del capital”.
¿Y qué puede explicar esta civilización capitalista? Explica lo más importante en la nueva configuración de poder mundial en este conflicto: la posición blanda de China que evitó condenar el ataque de Rusia a Ucrania al tiempo que pidió una salida diplomática a la crisis. La portavoz Hua Chunying instó a “mantener la calma” para evitar que la situación “se descontrole”. A su vez, el embajador chino ante Naciones Unidas, Zhang Jun, declaró ante el Consejo de Seguridad que China aún cree que “la puerta para una solución pacífica todavía no se ha cerrado”. Asimismo, mencionó que China defiende “la soberanía y la integridad territorial de los Estados”.
Esta posición de China es clara en la lógica de la interdependencia hegemónica: la potencia en ascenso quiere liderar un sistema global cuyo andamiaje estructural está dominado aún por Estados Unidos y sus alianzas de poder global. La guerra debilita y empeora las condiciones para que esto suceda y deslegitima su anunciado liderazgo cooperativo y multilateral.
Esta transición de poder no será en términos de la geopolítica clásica de un “territorialismo nacional” que se impone sobre otro. Lo que está en juego es quién y con quiénes se dominará la estructura productiva, económica, financiera y tecnológica de la humanidad, hoy anclada en el revitalizado “Occidente”.
*Politólogo y Doctor en Ciencias Sociales. Profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires.