OPINIóN
reactivación sin asado

Guzmán quiere ser Astori pero es el Frente Angosto

1-11-2020-Logo Perfil
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“Nosotros hemos tomado como eje de la actualización de las tarifas el porcentaje de la inflación; cuando se toman decisiones de este tipo, tenemos que pensar en el impacto en la población en su conjunto, en la inflación y en el resultado fiscal; quiero recordarle a la gente que una situación fiscal desequilibrada trae más deuda para el país”.

Corría diciembre de 2016 y el entonces ministro de Economía de Uruguay, Danilo Astori, defendia de esa manera la decisión de aumentar los servicios públicos en línea con el promedio del costo de vida mientras la oposición y sobre todo miembros del propio Frente Amplio acusaban al gobierno de Tabaré Vazquez por castigar el bolsillo de los ciudadanos.

Es cierto que Astori venía de ser cuatro años vicepresidente de su país al lado nada menos que de un emblema como José Mujica y que por lo tanto tenía mucha más espalda politica, pero al repasar sus argumentos es imposible no emparentarlo con la pelea que viene dando dentro del Frente de Todos el ministro de Economía, Martin Guzmán, para -en un año de recuperación y elecciones legislativas- cumplir con las proyecciones presupuestarias que incluyen, justamente, subir las tarifas de los servicios públicos en línea con los demás precios para que no se desboque el gasto en subsidios.

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Cada vez se nota más en público la pelea de Guzmán por ser un Astori del Frente de Todos. Ese que cuando la cosa parece mejorar y el mundo te da otra chance con la soja a U$S 500 les dice a sus compas de la coalición “che no nos la patinemos toda otra vez porque ya nos pasó de chocar por eso y así la cosa a la larga no funciona”. “Su gestión se ha caracterizado por un énfasis en la restricción fiscal, lo que le ha llevado a enfrentamientos con otros sectores del Frente Amplio”, puso alguien en Wikipedia en la primera línea sobre la actuación de Astori como ministro.

Asistimos, en otras palabras, a la definición de si la nueva variante del kirchnerismo habrá tomado nota de alguna de las curvas que se comió cuando le tocó gobernar doce años en otro ciclo de precios altos de las materias primas, o si por el contrario va de cabeza a los mismos problemas.

En ese contexto se entienden algunas frases que va soltando Guzmán. “La sostenibilidad fiscal no es un concepto de derecha”, jugó al límite esta semana el ministro de 38 años que habrá vivido mucho en Nueva York pero no come vidrio y sabe que la pelea final es política, tanto dentro de su espacio pero también hacia afuera. Vale recordar que no bien empezó, el gobierno de Mauricio Macri eliminó de un plumazo las retenciones al campo y engordó innecesariamente el déficit fiscal que luego fue a financiar con deuda hasta que todo explotó y tuvo que reponerlas a pedido del Fondo Monetario Internacional. Claramente la sostenibilidad fiscal no es de derecha. Qué intriga si habrá autocrítica de eso en “Primer tiempo”, el flamante libro del ex presidente.

El ministro de
Economía batalla
por cumplir con
las proyecciones
presupuestarias

Plata vs. pruritos. Como sea, esta es apenas la faz económica de un debate más amplio en el oficialismo: si eso de “volver mejores” que instalaron en la campaña tenía algo de posta o era solo un disparador para que Daddy Brieva le ponga nombre a su programa de radio.

Si existía alguna chance, aunque se mueran de risa los antikirchneristas, de que alrededor de Cristina Kirchner, por más mambeada que esté con las causas judiciales y el lawfare y el ego infinito, podría emerger una fuerza de centroizquierda a la Frente Amplio, es decir, sin el humo de eslóganes de falsa épica, sin la gestión tribunera del hoy sin pensar en el mañana y sobre todo sin las batallas más ligadas a los patrimonios familiares que a la mejora de la calidad de vida.

Lo empecé a escribir y me parecía posible. Lo terminé de escribir y la verdad, qué difícil. Por ahora se va convirtiendo más en un Frente Angosto.

Es lo que les empieza a pasar un poco a los ministros más ligados al Presidente que agarraron porque pensaron que era posible construir algo así, distinto, o al menos con algo de margen, y hoy se van yendo, agobiados, sin que nadie que no sea Aníbal Fernández los quiera reemplazar. La despedida eterna en modo Chalchaleros de Marcela Losardo del Ministerio de Justicia después de la radicalización del Poder Ejecutivo contra los tribunales es un cartel luminoso que dice “acá hay quilombo groso”.

La Casa Rosada le resta impacto en el clima político y electoral. Como si para la clase media con pruritos republicanos bastara con tirar plata: mínimo no imponible de Ganancias a $150 lucas y beneficios -exageradamente jugosos, hay que decir- para que blanqueen dólares en la construcción.

Es jugado, en cualquier caso, pensar que vale todo porque alguno crea que la recuperación al 7% si no hay segunda ola es una fiesta. Un trabajo de Luis Campos, de la CTA Autónoma, calculó que en enero, tras la suba de la carne de 80% en 2020, un salario mínimo podía comprar 34 kilos de asado, un nivel tan bajo como el que había en 2002. Y tan lejos de la parrilla de los mejores tiempos de Nestor Kirchner que supo enamorar a los Brancatelli de este mundo. En octubre de 2007 un salario mínimo compraba 117 kilos de asado.