La economía nacional transita una crisis inédita, con enorme impacto social, provocada por la pandemia. Si no se reactiva el crecimiento económico y no se reduce la inflación, la pobreza será un factor cada vez más complicado para la inseguridad y la protesta social.
Este año se espera que se llegue a un 50 % de hogares pobres, con un 10 % de indigentes, frente a la extrema paradoja de un potencial productivo compatible con alimentar a 400 millones de personas desde la pampa húmeda.
Deterioro. La distribución del ingreso se asocia con el claro deterioro de la pobreza. Muy lejos del patrón europeo-uruguayo al que supo apuntar el país hasta los 70, en este medio siglo transcurrido estamos en el promedio latinoamericano de desigualdad recogido por el coeficiente de Gini. Esto ha ido instalando una cultura del reparto, de dádivas y clientelismo.
La economía popular de bajísima productividad afecta a la cultura del trabajo. Los programas sociales son relevantes y muy aceptados en nuestro país -como por ejemplo la Asignación Universal por Hijo (AUH)- pero hay muchos recursos para sostener a la población vulnerable, que se presentan en la práctica como una suerte de renta universal para los pobres, con dudosa eficiencia social.
Reflejo del deterioro productivo, la inversión se sostiene en niveles muy bajos. De acuerdo con el indicador IPAP (Índice de Precio de los Activos Productivos), realizado en el IAE Business School desde hace doce años y a través del cual se anticipa entre uno y dos trimestres la evolución de la IBIF (Inversión Bruta Interna Fija), los resultados acompañan la dinámica resultante de la inversión.
En concreto, en el último informe correspondiente al tercer trimestre de 2020, el IPAP registró una contracción interanual del orden de -7,5 %, aunque menor a la registrada en el trimestre anterior (-13,6 %), en un escenario macroeconómico desfavorable y sosteniendo su caída desde el tercer trimestre de 2018, es decir, bastante antes de la aparición de la pandemia del coronavirus.
Sector externo. El sector externo muestra por otra parte sus luces y sombras. Por un lado, la brecha cambiaria originada por el cepo deja un marco poco propicio para el sector agropecuario, castigado por retenciones. Con el aumento reciente del precio de la soja, se espera que el gobierno recaude este año aproximadamente siete mil millones de dólares. La soja en 500 dólares es un precio muy atractivo, resultado de la sequía causada por La Niña, la devaluación del dólar frente al euro, y la mayor demanda de China.
Mientras que las manufacturas de origen industrial (MOI) siguen flojas debido a que Brasil no empuja aún la demanda, la carne ha mejorado en ventas al exterior, el maíz venía muy bien, pero se lo ha desalentado con medidas en discusión.
Energía, que es un sector clave, no arranca, con Vaca Muerta todavía a la espera de un marco regulatorio adecuado, la minería con poca fuerza, y las economías regionales en stand by.
Por el lado de los servicios, el turismo padece un desempeño naturalmente muy desfavorable durante la pandemia; mientras que los servicios basados en el conocimiento exhiben un buen desempeño. Debido a que se cuidan los dólares, las importaciones están muy trabadas y eso es contraproducente para el sistema productivo.
La inversión extranjera directa se encuentra en los peores niveles desde los años 60. La generación de dólares se espera como un verdadero salvavidas hacia el segundo bimestre, momento indispensable para fortalecer reservas.
Y en el medio, el dólar. En este contexto, sin ancla ni plan concreto, no hay valor para el dólar libre, y esto deriva en la volatilidad de las cotizaciones cambiarias alternativas. Este generó a su vez las restricciones sobre el acceso al mercado cambiario en torno al límite de compra mensual de 200 dólares. En esa misma línea, el presidente del Banco Central plantea que el cepo se va a liberar cuando las exportaciones lleguen a USD 90.000 millones, pero en 2020 las ventas externas se situaron en USD 55 000 millones. A esto se suma que las reservas internacionales netas están cediendo y se sitúan en un número muy bajo a pesar de ciertos flujos positivos recientes.
El ministro Guzmán no insiste tanto en que el problema sea la falta de dólares, sino que su diagnóstico es que sobran pesos. Aquí se presenta un frente complejo: hay muchos pasivos remunerados (Leliqs), equivalentes a 10 puntos del PBI, que pueden ser un factor de inflación potencial futura. De alguna manera, el gobierno “se juega” el año en combatir la inflación; los analistas la proyectan en 50 % en 2021. Es un desafío muy grande por el componente inercial de las tarifas atrasadas, por la suma de los commodities que empujan a los alimentos, y por una natural recuperación de actividad que podría llegar en el segundo semestre del año, sobre todo si la vacunación es efectiva.
El desafío de encontrar un “Norte”. Debemos notar que estamos ante un típico gobierno que arranca sin plan y sin ministro de Economía fuerte. Quizá se deban seguir las ideas de Daniel Heymann. Su idea es no tener plan en la emergencia, no bajar bruscamente la inflación, y tener un objetivo tendencial de 3 % de crecimiento económico. Ciertamente, para Argentina es relevante la postpandemia, ya que lo que está ocurriendo es puede comprometer seriamente la recuperación futura.
Desde ese análisis, no son menores las señales o hechos simbólicos que llevan a observar atentamente el proceso uruguayo, muy difundido por el propio presidente Luis Lacalle Pou. En ese sentido, el intento de intervención a la empresa Vicentin fue una disrupción que parece haberse encaminado. Se suman los disturbios en Mercado Libre y la ley de alquileres, todo en la línea anti mercado, lo cual se presenta como un riesgo no menor, dado el sesgo ideológico del gobierno. El empresariado no cree en esta administración y la alternativa, que es Cambiemos, también es cuestionada porque fracasó en el campo económico.
En una mirada global, el contexto internacional se presenta favorable este año. China se está recuperando a buen ritmo y en Estados Unidos la suba de la Bolsa supone expectativas de crecimiento futuro. Mientras que Europa corre más de atrás, en el corto plazo se descuenta una recuperación. Todo esto supeditado, naturalmente, a las condiciones sanitarias que en la actualidad, todavía presentan un futuro incierto.
Liderazgo. La canciller alemana, Angela Merkel, ha sido un ejemplo de conducción en más de una década y en un marco vacío de liderazgo internacional. La elección de Estados Unidos fue relevante para la región y para Argentina. La victoria de Joe Biden genera expectativas positivas porque, a diferencia de Bernie Sanders, es un demócrata de centro y más pragmático. Paradójicamente, los demócratas se llevan bien con Wall Street y con el libre comercio, cuestionados ambos por Donald Trump. Son claves estos meses para seguir las primeras definiciones de la nueva administración en Estados Unidos.
Mientras tanto, Argentina precisa un liderazgo claro de la clase política hacia mayor racionalidad. El Consejo Económico Social puede ayudar. El PBI argentino sigue siendo el cuarto per cápita de la región después de Panamá, Uruguay y Chile, y aunque la falta de confianza empresarial es evidente, también es reversible. Hay que ver cómo funcionará el acuerdo de precios y salarios, experiencia muy practicada en nuestro país, pero no siempre exitosa. Será clave generar mejores señales. Todavía hay margen para corregir. La luz al final del túnel está, pero deben evitarse los riesgos innecesarios de nuevos derrumbes.
*Director del Área Economía del IAE Business School, Universidad Austral.