OPINIóN
Análisis

El futuro ya no es lo que era

Transitamos la cuarta revolución industrial, era en la que Internet y lo que la rodea impactó de forma decisiva en nuestra cotidianeidad y está presente en casi todos los ámbitos de nuestra vida.

Día de Internet 20210514
Día de Internet | Agencia Shutterstock

La frase que introduce esta nota suele atribuirse a Paul Valéry, quien buscaba reflejar la incertidumbre y el desconcierto de aquellos que vivieron el paso del siglo XIX al XX. Dicha sensación es trasladable a este tiempo en el que vivimos, en el que la magnitud de los cambios que se observan, acentuados por los distintos impactos de la coyuntura sanitaria y las brechas que ahondan la desigualdad y la inequidad, generan inseguridad y pesimismo.

Transitamos la cuarta revolución industrial, era en la que Internet y lo que la rodea impactó de forma decisiva en nuestra cotidianeidad y está presente en casi todos los ámbitos de nuestra vida. Ello ha traído, sin dudas, grandes beneficios acortando tiempos de comunicación, agilizando tramites, poniendo a disposición gran cantidad de información a un solo click e incluso ayudando a sobrellevar la crisis generada por la pandemia. Al mismo tiempo, se han facilitado espacios, actividades y negocios delictivos a nivel global de forma anónima, fácil y económica y derechos como la privacidad, a la honra y a la protección de la imagen se ven hoy asediados.

En este marco, la pandemia ha sido un catalizador para que el inevitable e inexorable proceso de digitalización se volviera aún más urgente. El COVID-19 ha sido una tragedia de dimensiones históricas: millones de fallecidos y contagiados, de personas que ingresaron o volvieron a la pobreza y una crisis económica solo comparable a la gran recesión del 1929. A futuro, el resultado es también preocupante cuando se advierte que cerca de 180 millones de niños, niñas y jóvenes quedaron confinados en sus domicilios, la mayor parte de ellos sin conectividad suficiente en sus hogares y sabemos que ya muchos de ellos no regresarán al sistema educativo.

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Si bien somos conscientes de que el mundo cambió, aún no comprendemos cómo los Derechos Humanos se acomodarán a este nuevo escenario, donde la condición mínima para integrarse es tener acceso a las herramientas digitales y el conocimiento para manejarlas. Este escenario supone un verdadero reto para los Estados, que se han visto obligados a repensar sus sistemas jurídicos y la regulación del uso de estas nuevas tecnologías, sus alcances y límites. Lo que es claro es que los derechos fundamentales de las personas usuarias no pueden seguir siendo obviados ni comercializados y que se imponen nuevos enfoques que aseguren que Internet sea un espacio seguro.

La Academia y la sociedad civil tenemos un importante rol en esta temática propiciando el diálogo y el trabajo articulado con los organismos nacionales e internacionales y los diferentes poderes del Estado para visibilizar los debates actuales, profundizar investigaciones en el vertiginoso avance y uso de las TIC en el mundo contemporáneo y contribuir de una manera constructiva a la toma de decisiones de los líderes políticos.

El desafío de la inclusión digital

En definitiva, los graves problemas e ineficiencias que tenían nuestros sistemas han quedado en evidencia. Frente a ello, el desafío está en no retomar la inercia de la situación previa a la crisis, sino adentrarnos en un futuro innovador y transformador, con y desde el conocimiento, generando simultáneamente instancias que aseguren el pleno respeto a los derechos humanos.

 

* Hernán Najenson. Director de la Cátedra Libre de Seguridad, Justicia y Tecnología de la UNLP.