Las familias caen en la trampa de la sobreestimulación porque vivimos en una sociedad que valora la productividad. Nos sentimos más tranquilos si estamos "haciendo algo" y este ritmo frenético se ha trasladado al ámbito familiar, donde el tiempo libre de los niños se percibe como un problema a resolver.
Los talleres, deportes y clases extraescolares se convierten en una lista interminable de obligaciones, y el silencio de un momento sin hacer nada se interpreta como un fracaso. Nos convertimos en adultos a los que se nos dificulta conectar con nuestros hijos solo desde la presencia, como era antes de que la tecnología ocupe gran parte de nuestro hacer diario y nos distraiga de pensar en aquello que es esencial, ante la incomodidad de deber responder como padres o el miedo a hacer equivocadamente tenemos los dispositivos electrónicos para nuestros hijos.
Lo que nos lleva a estar cada vez más lejos de conocernos como familia, de entender las necesidades del otro.
Pero, ¿qué sucede cuando un niño se aburre? Contrario a lo que muchos piensan, el aburrimiento no es una señal de que algo va mal. Es una oportunidad de oro para que el niño se conecte consigo mismo, explore su creatividad y desarrolle su imaginación. Es en esos momentos de aparente inactividad donde nacen las ideas más originales y se fortalecen habilidades esenciales para la vida.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿quién siente realmente la ansiedad ante el aburrimiento? Con frecuencia, somos nosotros, los padres, quienes entramos en pánico. Nos asalta el miedo de que nuestros hijos se sientan solos, de que no estén aprovechando su tiempo o, peor aún, de que nos juzguen como malos padres por no haberles planificado una actividad.
Este miedo nos lleva a actuar como directores de orquesta, intentando coordinar cada movimiento de nuestros hijos. Sin embargo, al llenar su agenda, les estamos arrebatando la oportunidad de desarrollar una habilidad crucial: la autonomía. Un niño que aprende a gestionar su aburrimiento es un niño que aprende a resolver problemas, a tomar decisiones y a entretenerse por sí mismo.
Lo mejor que podemos hacer si caemos en cuenta de estar corriendo esta carrera interminable es, soltar el control y dejar espacio.
No estamos educando mejor a nuestros hijos por tenerlos constantemente ocupados. De hecho, la sobreestimulación puede generar el efecto contrario: niños con dificultades para concentrarse, que se frustran fácilmente y que dependen de un estímulo externo constante para sentirse bien.
Permitir el aburrimiento es un acto de amor y confianza en la capacidad de nuestros hijos. Ofrece un espacio de exploración y autodescubrimiento. Podemos dejar juguetes, juegos o materiales a su alcance y ver qué sucede. No hay necesidad de proponer actividades o dar instrucciones. Simplemente estar presentes, atentos, pero no intrusivos.
La importancia de que un niño juegue
El aburrimiento no es el enemigo. Es una herramienta poderosa para el crecimiento y el desarrollo infantil. Al permitir que nuestros hijos se aburran, les estamos enseñando una lección invaluable: la vida no siempre tiene un guión, y está bien no saber qué hacer en cada momento. Lo importante es aprender a encontrar la magia en el tiempo libre y, sobre todo, aprender a ser. Es allí donde cada individuo podrá construir aquello que le gusta, reconocer sus deseos, soñar con un futuro en el que logra conquistar habilidades o metas tanto deportivas, familiares, vinculares, laborales, artísticas etc…
Es necesario que para que esto suceda le hagamos espacio a la “nada” la habitemos sin ansiedad, sin angustia y sin oferta tecnológica que nos distraiga, si bien puede ser difícil en un principio no es imposible y podemos comenzar con pequeños momentos. Es clave en la infancia que nos demos y les demos la posibilidad a nuestros niños de aburrirse para que de ahí broten esas semillitas que hay en su interior y tienen que ver con la pasión por el hacer, con sentirse a uno mismo y sus estados de ánimo, con reconocer nuestros pensamientos y tanto más, “aburrirse” es una gran oportunidad, no la dejemos pasar.
*Lic. Terapeuta Materno Infantil