OPINIóN
Celebración

Janucá: la libertad religiosa es el primer derecho

Desde hoy, lunes 29 de noviembre, hasta el 6 de diciembre del 2021 festejamos Janucá, la fiesta de las luminarias. En estos días, recordamos la gesta heroica de los Macabeos, en su lucha contra el ejército seléucida helenista.

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El Gran Rabino Isaac Sacca encendiendo la Janukiá en el Gran Templo de la Comunidad Sefardí de Buenos Aires. | Gentileza Menora.

Desde hoy, lunes 29 de noviembre, hasta el 6 de diciembre del 2021 festejamos Janucá, la fiesta de las luminarias. En estos días, recordamos la gesta heroica de los Macabeos, en su lucha contra el ejército seléucida helenista.

Alejandro Magno (356 a.c. - 323 a.c.) fue un emperador macedónico de mentalidad helenista (su tutor personal fue el filósofo más renombrado de la historia, Aristóteles, epítome de la cultura ateniense). Conquistó un vasto territorio, incluido Grecia, Persia y Egipto, y conformó el imperio más grande de la época. Cuando falleció, sus sucesores se dividieron el imperio: Ptolomeo en Egipto, Seleuco en Persia y Antígono en Macedonia. Luego de una serie de conflictos, la Tierra de Israel, habitada mayoritariamente por judíos, quedó en manos de los seléucidas.

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En un intento por mantener el control de su imperio y unificarlo, los seléucidas impusieron una helenización forzada. Su lógica era implacable: alcanzar la homogeneidad cultural y religiosa. El objetivo era doble: por un lado, mantener ordenado el imperio; por el otro, transmitir los preciados valores helenísticos a la humanidad.

La cultura helenística era indudablemente refinada y sofisticada. ¿Quién podría negar la sabiduría de filósofos como Sócrates, Platón o  Aristóteles? ¿Quién podría no emocionarse ante la vista del Partenón? ¿Quién no se maravilla frente a las grandes obras de Homero o Sófocles?

Sin embargo, el punto de vista helenístico tenía una falla, más allá de las diferencias que se puedan plantear en los valores fundamentales. Y esa falla era mortal: la cultura helenística no podía tolerar un ser humano por fuera de la cultura helenística. Si alguien era culturalmente distinto, ya era considerado un bárbaro. En otras palabras: un ser sin civilización ni cultura.

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Por eso, los seléucidas pretendieron imponer su cultura a los judíos. No podían cjuomprender que alguien decida apasionadamente defender una cultura distinta. Para ellos, la superioridad de la mentalidad griega era evidente.

Sin embargo, los judíos, liderados por los Macabeos, resistieron esos intentos de imponer las ideas por la fuerza, defendiendo así la libertad de conciencia y de culto.

La rebelión hasmonea no fue meramente militar, sino una revuelta en favor de la libertad humana. Por eso, su eco sigue resonando: es una convocatoria a toda la humanidad para ponderar el valor de la dignidad humana y el respeto a las diferencias.

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De acuerdo a esta perspectiva, podemos decir que Janucá es una afirmación del derecho de cada pueblo, cultura y religión de expresarse de manera libre, autónoma e independiente. En resumen: la celebración de que cada una de las culturas que pueblan el planeta Tierra enriquece la vida humana.

 

 

* Isaac Sacca. Gran Rabino de la Comunidad Sefardí de Buenos Aires. Fundador y presidente de Menora, Organización Mundial para la Juventud. Miembro de la Superior Academia Rabínica de Jerusalén Iehavé Daat. Miembro del Consejo Asesor de la Fundación Hispano Judía. www.isaacsacca.com