El 9 de junio de 1956 se produjo un alzamiento militar para derrocar al gobierno de facto de la Revolución Libertadora que fue rápidamente desactivado y sus impulsores fusilados. El autor, acudiendo a fuentes de época, analiza el contexto, los pormenores del alzamiento y las declaraciones de diferentes protagonistas. Así, a 65 años de aquellos sucesos, observamos que la grieta que atraviesa hoy en día a la sociedad argentina, hunde sus raíces en nuestro pasado.
“Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido”. Fragmento de la carta del sublevado General Valle al presidente Aramburu antes de ser fusilado.
“¿Cómo es posible que haya gente que se anime a encabezar un intento subversivo en favor de las personas responsables de que en el país argentino desaparecieran las libertades públicas y las garantías individuales, estableciendo en su reemplazo un régimen arbitrario y una justicia parcial, que implicó la derogación lisa y llana, del sagrado principio republicano de igualdad en defensa de todos los derechos? [La Revolución Libertadora con su accionar salvó al país] de los insensatos que lo tiranizaron durante diez años…acción respaldada por tres cuartas partes de los argentinos”. Editorial del diario Clarín, 11 de junio de 1956.
A modo de introducción: la grieta ayer y hoy
Por más extraño que parezca, las dos citas que dan inicio a esta columna se refieren a un mismo país, a un mismo gobierno, a una misma época. Por un lado, el General Juan José Valle que está a punto de ser fusilado por encabezar un levantamiento que, consideraba, devolvería al 95% de los argentinos la justicia, la libertad y los derechos que habían sido otorgados por los gobiernos de Perón y arrancados por el golpe militar autodenominado Revolución Libertadora; por el otro, el editorial del diario Clarín (cuyo slogan era: “Un toque de atención para la solución argentina de los problemas argentinos”) saludaba efusivamente a las fuerzas armadas que, actuando de manera rápida y unificada, derrotaron al “despotismo” y su “demencial” propósito de volver a la situación previa y señalaba que “todo lo que configura un pueblo civilizado y culto se salvó con la Revolución Libertadora”.
Las dos citas escogidas demuestran que la grieta que atraviesa actualmente a la sociedad argentina no empezó “con los K”, como se suele argumentar en el -pobre- debate político. Hoy en día, se produce una situación paradójica: por un lado, la grieta -por suerte- se expresa de manera mucho menos violenta que en nuestro pasado reciente, reduciéndose a escraches e insultos callejeros, en las redes sociales y/o a vomitar odio desde ciertos medios de comunicación. Por el otro -y he aquí la paradoja- la situación económica y social de las grandes mayorías es infinitamente peor que la de sus (nuestros) antepasados. Si tomamos como referencia la edad de quien escribe estas líneas, sus padres crecieron y se desarrollaron -al menos hasta mediados de la década de 1970- en un contexto de altos niveles de empleo formal, de salarios dignos, de niveles medios de consumo, de posibilidad de acceso al crédito, vacaciones, y un largo etcétera. Esta situación cambió de raíz a partir del golpe militar del 24 de marzo de 1976, fue profundizado -a través del voto popular- durante las presidencias de Carlos Saúl Menem (1989-1999), Fernando de la Rúa (1999-2001) y Mauricio Macri (2015-2019), y nos condujo a la dramática situación actual en que el 42% de la población se encuentra bajo la línea de pobreza (datos del INDEC a septiembre 2020).
El bombardeo a la Plaza de Mayo y los orígenes de la violencia política
La Operación Masacre
El contexto: El 16 de septiembre de 1955 se inició la Revolución Libertadora que puso fin a diez años de gobiernos peronistas. A la semana siguiente, ante una Plaza de Mayo colmada, el General Eduardo Lonardi asumió la presidencia provisional. Su lema fue “Ni vencedores ni vencidos” (tomando las palabras de Urquiza al derrotar a Rosas en 1852). Por su parte, Perón, asilado en una cañonera paraguaya, inició un largo exilio que duraría casi dieciocho años.
Durante su efímera presidencia, menor a dos meses, Lonardi procuró garantizar los derechos laborales y sociales que había obtenido la clase trabajadora durante los años peronistas. En definitiva, Lonardi, nacionalista y católico, si bien despreciaba a Perón, reconocía que éste había alejado a los obreros del comunismo. Así, colocó como Ministro de Trabajo a Luis Cerruti Costa, dándole órdenes expresas de no intervenir la Confederación General del Trabajo (CGT) y de no inmiscuirse en la vida autónoma de las organizaciones obreras (cuestión que la CGT agradeció, desmovilizando a sus afiliados).
Sin embargo, la facción de Lonardi era minoritaria dentro de la “Libertadora” y a poco andar, la otra ala, de cuño liberal, orientada por el vicepresidente Isaac Rojas y por Pedro Eugenio Aramburu, lo desplazó del cargo. Los liberales contaban con el apoyo de los sectores medios y altos de la sociedad, todos los partidos políticos, las patronales industriales y agropecuarias y los medios de comunicación. Para todos estos actores el peronismo había sido “un cáncer” y era necesario extirparlo. Era preciso, a toda costa y a como diese lugar, “desperonizar” al país.
Al asumir la presidencia, Aramburu tomó una serie de drásticas medidas, a saber:
- a) Intervino la CGT y todos los sindicatos, colocando al frente a militares, radicales y socialistas;
- b) Se clausuró el Congreso, se depuso a los miembros de la Suprema Corte de Justicia y se intervino todos los gobiernos provinciales;
- c) Se inhabilitó a todas las personas que ocuparon cargos políticos durante los gobiernos peronistas y fueron enviados a la cárcel;
- d) Se derogó la Constitución Nacional sancionada en 1949 -cabe recordar que ésta, entre otros aspectos, estableció los derechos sociales, de los trabajadores, de los niños y los ancianos y la igualdad jurídica de los hombres y mujeres-;
- e) Se enjuició a Perón por traidor a la patria, le confiscaron los bienes y se lo acusó de “sembrar el odio en la familia argentina e incitar a la violencia y el crimen, fastuosidad en el vivir y relaciones con una menor”;
- f) En marzo de 1956 se dictó el decreto 4161 que proscribía al peronismo y penaba con la cárcel, de 30 días a 6 años, a quienes nombraran o tuvieran en su poder “fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas, o sus parientes, el escudo y la bandera peronistas, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones “peronismo” “peronista”, “justicialismo”, “justicialista”, “tercera posición”, la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales o fragmentos de las mismas denominadas “Marcha de los muchachos peronistas”, “Evita capitana”, las obras o fragmentos de las mismas del presidente depuesto y de su esposa”;
- g) El cadáver embalsado de Eva Duarte fue secuestrado, vejado, sacado del país y enterrado con un nombre falso en un cementerio en Italia; por último,
- h) La ofensiva antiperonista llegó a las fábricas: además de encarcelar a cientos de dirigentes sindicales se implementaron ingentes esfuerzos para aumentar la productividad obrera, racionalizar el trabajo; congelar los salarios y reestructurar el funcionamiento de las negociaciones colectivas.
El levantamiento del 9 de junio de 1956
Las medidas tomadas por el gobierno de facto de la Libertadora, los intentos de “desperonizar” al país y el ajuste económico que recayó sobre las clases populares, condujeron a un proceso de lucha denominado “Resistencia Peronista”. Ésta, inorgánica y sin una conducción centralizada, consistió en actos de sabotaje -arrojar clavos miguelito, bombas lanza panfletos, sabotajes en la producción, desobediencia civil, etc.- llevados adelante por miles de grupos reducidos de obreros y obreras. Así, esos pequeños actos, multiplicados al infinito, jaquearían al régimen y producirían el ansiado regreso del líder exiliado.
El sábado 9 de junio, informaba el diario Clarín, Aramburu se encontraba en la provincia de Santa Fe donde habló ante una multitud y reafirmó la postura del gobierno “neutralista en cuanto a lo político, pero no insensible en cuanto a lo social”. Antes de que terminase el día, sobre las 22 horas, un grupo de militares encabezados por los Generales Juan José Valle y Raúl Tanco y el Coronel Óscar Lorenzo Cogorno llevaron a cabo un alzamiento en las guarniciones de Campo de Mayo, la Escuela de Mecánica de la Armada, el Regimiento II de Palermo, el VII de la ciudad de La Plata y en Santa Rosa (provincia de La Pampa).
El levantamiento, que contó con el apoyo de civiles peronistas, se denominó Movimiento de Recuperación Nacional y emitió un largo comunicado en que cuestionaban duramente al gobierno de facto: entre otros aspectos, denunciaban la persecución y confinamiento de miles de argentinos en “verdaderos campos de concentración”; la exclusión de la vida cívica de la fuerza política mayoritaria; las restricciones a la libertad de prensa; el ya mencionado decreto 4161 y la abolición de la Constitución Nacional y las políticas de quebranto de la industria nacional. También proponían una serie de medidas a llevar a cabo: elecciones generales en 180 días; restablecimiento del estado de derecho; libertad de prensa efectiva para todos los sectores; devolución de los sindicatos a los trabajadores; amnistía para todos los presos políticos y reincorporación de los trabajadores cesanteados por razones ideológicas, etc. El manifiesto finalizaba afirmando que: “Las horas dolorosas que vive la República, y el clamor angustioso de su pueblo, sometido a la más cruda y despiadada tiranía, nos han decidido a tomar las armas para restablecer en nuestra patria el imperio de la libertad y la justicia al amparo de la Constitución y las leyes”.
Masacre de José León Suárez: un brutal escarmiento
Los servicios de inteligencia habían avisado al gobierno de facto de la intentona subversiva que se estaba tramando, pero éste dejó actuar a los sublevados para luego “darles un escarmiento”. Así, a las pocas horas, el accionar de las tres fuerzas (Ejército, Marina, Aeronáutica), apoyados por Gendarmería, Prefectura y Policía, derrotó el levantamiento.
Completamente ajenos a esos acontecimientos, en una barriada obrera del Gran Buenos Aires, un grupo de doce amigos estaba reunido escuchando la pelea de box entre Eduardo Lausse “el campeón sin corona” y el chileno Humberto Loayza, en el Estadio Luna Park, por la corona sudamericana mediana que estaba vacante. En determinado momento, la policía bonaerense irrumpió en la vivienda y se los llevó detenidos, acusándolos de formar parte del frustrado levantamiento subversivo. A las pocas horas, fueron acribillados en los basurales de José León Suárez. De los doce, cinco murieron y el resto lograron sobrevivir. Uno de ellos dio su testimonio a un joven periodista llamado Rodolfo Walsh, que investigó y demostró el error y la responsabilidad del estado en los fusilamientos. Su trabajo, inicialmente publicado en un periódico, en sucesivas entregas, se denominó “Operación Masacre” y es una obra de referencia del periodismo de investigación.
Volvamos a los hechos: en la mañana del 10 de junio se tomaron “enérgicas medidas para asegurar el orden público”, dictándose la Ley Marcial. Recordemos que la misma establece “que todo oficial de la fuerza armada en acto de servicio tiene facultades para fusilar a cualquier perturbador de la tranquilidad pública” y a los que fuesen sorprendidos con armas o desacatando las órdenes policiales o de seguridad, les sería aplicada la pena de muerte. A los dos días, en la Penitenciaría Nacional, fueron fusilados varios de los cabecillas del levantamiento, entre ellos, el General Valle y otros veintiséis complotados. Aquí cabe señalar dos cuestiones: algunas publicaciones de la época, como la Revista Mayoría, planteaban que la cifra de fusilados ascendió a más de cuatrocientos; por otro lado, la ley marcial se aplicó a los sublevados retroactivamente, violando el principio legal de la irretroactividad de la ley penal.
Sobreviviente de José León Suárez, en la Rosada
Las fuerzas políticas nucleadas en la Junta Consultiva Nacional elogiaron el rápido y feroz escarmiento propinado por las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, Arturo Frondizi, presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, ratificó su apoyo al programa de reconstrucción democrática de la Libertadora, condenó la “acción subversiva tendiente a restaurar la dictadura” y destacó como un “hecho auspicioso” la ausencia del pueblo en el alzamiento.
El 12 de junio, informaba Clarín, Aramburu dio una conferencia de prensa “haciendo gala de un verdadero espíritu democrático”, en la que mostró los materiales secuestrados a los complotados (planos y documentos), informó que los grupos sediciosos estaban conformados por militares desplazados, peronistas, aliancistas y comunistas y que su objetivo era de “terror y muerte para el pueblo argentino”, y consistía en la toma de rehenes, el incendio de iglesias, la interrupción de servicios esenciales de la población, la destrucción del diario Clarín y el asesinato selectivo de funcionarios. También, el “gran diario argentino”, recogía las impresiones de la prensa extranjera sobre los recientes sucesos. Por ejemplo, la prensa inglesa indicó que una “revuelta del régimen depuesto tendría muy escasas posibilidades de éxito”; y que era preciso enfrentar más “vigorosamente” a los opositores. En la misma dirección se expresaban algunos periódicos franceses y norteamericanos. Con más ahínco, el diario chileno El Debate editorializaba que “la controversia entre la libertad y la dictadura no puede ser mirada con indiferencia”, se refería al gobierno justicialista como una “tiranía fascista” y responsabilizaba a Perón “el proscripto de Panamá”, que desde su “cómodo y abrigado refugio”, había promovido el alzamiento que provocó dolor y muerte.
El Golpe del 76 tuvo como objetivo principal hacer desaparecer de la faz de la tierra al peronismo
Al día siguiente, 13 de junio, mientras cientos de familias peronistas enterraban a sus muertos y la posibilidad del regreso de Perón se esfumaba, el país “recuperaba su normalidad”. Se derogaba la Ley Marcial, el peso se valorizaba frente al dólar, Aramburu recibía a dirigentes políticos y eclesiásticos y Clarín entrevistaba al vicepresidente Rojas. Éste, eufórico, elogió la unidad en el accionar de las Fuerzas Armadas y defendió los fusilamientos. Antes de finalizar argumentó que: “Los obreros no deben buscar la felicidad por fáciles caminos, no busquen su felicidad completa a breve plazo”. Luego se explayó en el asunto y aludió a la frase bíblica “ganarás el pan con el sudor de tu frente y expresó EL QUE SE FUE (sic) hizo creer a los trabajadores que el pan ya no debería ganarse con sudor y he aquí que el pan sin el sudor de tu frente origina más pobreza y miseria. Los argentinos deben dejar de pensar en caminos fáciles para conquistar su felicidad y aprender a elegir los verdaderos senderos que los conduzcan a ella”.
¿Quién estaba en lo correcto? ¿Valle, que se levantó en armas -y fue fusilado- en nombre de ese 95% de argentinos “amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada” o los sectores sociales, identificados con aquel editorial de Clarín, que consideraban al peronismo una tiranía, que había eliminado las libertades públicas y las garantías individuales? No me corresponde a mí adelantar una respuesta en favor de una u otra postura, pero sí me permito una sugerencia al lector y a la lectora: indaguen en las fuentes, confronten argumentos, consulten diversos autores y a posteriori formen su propia opinión. Si alguna vez logramos salir de la maldita grieta será pensando autónomamente, no repitiendo argumentos ajenos.