La inflación se ha descontrolado. Es muy probable que la sumatoria del primer trimestre supere el 12%. La suba del nivel de precios está pegando claramente sobre los sectores de menores recursos, con valores muy superiores a la media para los productos de la canasta alimentaria.
Se ha generado un debate acerca de las causas de la inflación. Economistas insisten, como un mantra, en la vieja frase de Milton Friedman: “la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”. Sin importarles que hubo momentos en que sin emisión monetaria la inflación se aceleró. Y otros en que, con fuertes expansiones desde el Banco Central, ello no redundó en subas generalizadas de precios. Los economistas liberales tratan de salvar esta objeción sosteniendo que la causalidad directa entre emisión monetaria e inflación siempre se verifica, aunque con algún retraso, e incluso teorizan que ese “delay” sería de cerca de 6 meses. En aquellos casos en que incluso no sucede esto, se excusan diciendo que ello se debe a “aumentos o reducciones de la demanda de dinero”.
Por contraposición a esta explicación simplista del fenómeno inflacionario, se habla de la multicausalidad de la inflación. Es correcto, pero eso no significa nada si no se enuncia inmediatamente sobre cuáles son en concreto esas causas que sumadas, construyen la famosa “multicausalidad”.
El Gobierno entre la guerra contra la inflación y el aumento de la falta de credibilidad
En nuestro país hay una estructura oligopólica en numerosos sectores productivos e incluso en las cadenas de comercialización. Lo mismo que el rol de determinados precios regulados en el avivamiento de la inflación, tal el caso de las tarifas de los servicios públicos, o los precios de los combustibles. Del mismo modo, toda la experiencia histórica argentina indica que el pass-through entre devaluación e inflación es mucho más alto que en otros países. Ahí hay una parte muy importante de las causas de la inflación en nuestro país.
No estamos diciendo que la expansión de pasivos del Banco Central (que incluyen la masa de leliq o instrumentos similares) no tengan nada que ver con la inflación, simplemente lo queremos ubicar en su justa medida y como un elemento más, del mismo modo que el rol que cumplen las expectativas y la inercia inflacionaria.
¿Por qué el gobierno viene fracasando?
La respuesta es relativamente sencilla: no se puede matar a un elefante con balines. Con “precios máximos” que nadie sanciona su incumplimiento, con “precios cuidados” que van y vienen, con retenciones que se anuncian y sólo se aplican a cuentagotas, o con fideicomisos que son microscópicos en relación a lo que se necesita.
La guerra imaginaria de Alberto Fernández: elija con quién quedar bien, Presidente
Cabe una pregunta: ¿realmente le interesa al gobierno de Alberto Fernández bajar la inflación? Obviamente que a ningún gobierno le conviene que la inflación continúe acelerándose, desgastando el ya escaso prestigio del oficialismo, o incluso incrementando la conflictividad social. Pero nuestro interrogante es más profundo. Se ha firmado un acuerdo con el FMI que exige ajuste de salarios, jubilaciones, planes sociales y partidas de gastos en general, y esto sólo es viable en la Argentina si no se hace nominalmente, licuándolo por vía inflacionaria.
Las medidas que se deberían tomar (y que no se van a implementar)
El real ataque “multicausal” a la inflación requeriría no echar más leña al fuego, o sea no subir tarifas ni precios claves como combustibles. Controlar de verdad y con dureza, sancionando a quién no cumpla, la realización de un programa profundo y amplio de congelamiento de precios, que alcance a toda la canasta alimentaria.
También habría que atacar la expansión monetaria automática que se está dando por el incremento de la masa de leliq, alimentada por la suba de la tasa de interés. Y, por supuesto, desacoplar de verdad los precios internos de los internacionales, interviniendo en el comercio exterior, con fuertes impuestos a los monopolios exportadores, juntas de granos y carnes y un proceso de nacionalización del proceso.
Por último, la inflación es dramática porque afecta a los que menos tienen. Hay que modificar la estructura de precios relativos antes de poder “congelar” una nueva estructura de precios. Esto implica eliminar el IVA a los productos de la canasta familiar y otorgar un aumento de emergencia generalizado de salarios y jubilaciones, para que nadie gane menos que la canasta de pobreza. A partir de allí, y absorbido ese incremento en base a las ganancias de las empresas concentradas, se podría llevar adelante un programa antiinflacionario integral.
Inflación: una guerra comunicada a lo gaucho
Sabemos que esto no va a suceder. Porque el gobierno no está dispuesto a atacar los intereses de las grandes empresas y los especuladores, los auténticos beneficiarios de la escalada inflacionaria. Y, sobre todo, porque tampoco sería aceptado por el FMI, cuyo acuerdo tiene como eje cobrar la deuda tomada por el macrismo y, en absoluto, atacar el fenómeno inflacionario.
* José Castillo. Economista. Dirigente de Izquierda Socialista.