OPINIóN
Estado

La crueldad se viste de moda

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Hoy. La crueldad y la violencia se replica en nuestros dispositivos. | shutterstock

El 30 de junio se celebró el Día Internacional de las Redes Sociales y se vuelve vital promover su uso responsable entre tantos delitos y violencias digitales. Es que, en estos tiempos, las redes sociales se han convertido en un reflejo de nuestra sociedad. La crueldad y la violencia que vemos en las calles se replica en las pantallas de nuestros dispositivos. La falta de empatía y la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno son características que se han normalizado en nuestra cultura digital, donde haters, trolls y usuarios, muchas veces anónimos, emplean y disfrutan del hostigamiento a personas por su apariencia, identidad o ideología.

Pero la crueldad no solo se limita a las redes sociales. El Estado también juega un papel importante en la perpetuación de la violencia y la crueldad en nuestra sociedad. La falta de políticas públicas efectivas para resolver o, al menos contener, problemas como la pobreza y el desempleo son solo algunos ejemplos de cómo el Estado puede ser cómplice de la crueldad. A veces de manera pasiva, o incluso activa, con discursos de odio por parte de quienes tienen responsabilidades gubernamentales, que son quienes deben dar el ejemplo a toda la ciudadanía.

En nuestro país, hemos visto históricamente cómo las crisis económicas y sociales han llevado a un aumento de la pobreza y la desigualdad. La respuesta del Estado ha sido insuficiente, y en muchos casos ha sido incluso cruel. Basta recordar 2011 o la represión que han sufrido en estos tiempos los jubilados al reclamar por sus bajos haberes, o lo que se conoció por testimonios de vecinos en Mar del Plata sobre el eventual accionar violento de patrullas municipales hostigando a personas vulnerables, como han descripto en testimonios públicos tras la muerte de una persona en situación de calle por causas que deberán investigarse.

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En este sentido, la falta de protección a los derechos humanos y la indiferencia ante los graves problemas sociales son solo algunos ejemplos de cómo el Estado puede ser cómplice de la crueldad. La violencia institucional a través de represión o ataques mediáticos, más que complicidad, refiere a barbarie.

Es hora de que, como sociedad, nos detengamos a reflexionar sobre la crueldad que estamos permitiendo. No se trata de que el Estado no ponga orden, argumento que les gusta utilizar a los gobiernos violentos para justificar sus atropellos; tan siniestros como los que utiliza una persona violenta para “poner límites” a su pareja, hijo o lo que fuera. Esto último constituye un delito, por lo cual la violencia institucional utilizada de forma desmedida, injustificada o primaria como resolución de conflictos también lo es, siendo aún más grave porque de los líderes de los distintos niveles del Estado esperamos el buen ejemplo a seguir, además de que las víctimas podemos ser cualquiera de nosotros, los

ciudadanos.

Claramente, si la principal medida, o la que más se visualiza de un gobierno, es la violencia mediática/digital o la represión, significa que ha fallado o directamente se ha salteado la prevención y la asistencia, cuando debería ser todo lo contrario. En este sentido, de lo que se trata es de establecer políticas racionales y sensibles para resolver los problemas de fondo como la desocupación, el desempleo, la salud mental de las personas y que, en última instancia, como es su propia naturaleza, se utilice a las fuerzas de seguridad o al propio derecho penal para abordar una situación que no pudo ser resuelta por los cauces deseados.

Es hora de que exijamos más del Estado y de nosotros mismos. La crueldad no es tolerable bajo ninguna forma, ni como víctimas ni espectadores, porque solo genera más violencia. Se sabe cómo empieza, pero no cómo termina. Nosotros podemos sacarla de moda porque las formas también importan, y una sana convivencia pacífica es mejor para todos.

*Abogado y miembro del Consejo Técnico-Consultivo en Ciberseguridad de la Fundación Metropolitana.