OPINIóN
Género

La epidemia de la que no se habla

1-11-2020-Logo Perfil
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El Covid-19 continúa exacerbando las desigualdades sociales, institucionales, políticas que tienen gran parte de los países de la región. El aislamiento ha afectado nuestras vidas en casi todos los sentidos y ámbitos, pero hay sectores donde impactó aún más, derechos que se vieron vulnerados y libertades que se vieron restringidas.

Las mujeres en los hogares tuvieron que enfrentarse a dos desafíos: en primer lugar, la violencia doméstica y, en segundo lugar, a las tareas del cuidado. Problemáticas que, no solo ya existían, sino que se agudizaron aún más con el distanciamiento social.

Fueron 243 millones las víctimas mujeres, de entre 15 y 49 años de edad, que han padecido algún tipo de violencia durante el 2020, problemática cuya tendencia aumentó ya que muchas de ellas se vieron imposibilitadas de salir de sus casas y tuvieron que aislarse con sus potenciales agresores. En Argentina, por ejemplo, las llamadas de emergencia por casos de violencia doméstica superaron las 99.156 comunicaciones, esto implicó un incremento de un 67% con respecto a años anteriores.

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En referencia a las responsabilidades adicionales, que se sumaron a las tareas del cuidado, que ya tenían previo al confinamiento es necesario destacar que la distribución desigual del trabajo doméstico conlleva a un desequilibrio negativo que genera altos costos personales y laborales para la mujer.

Este sector, profundamente feminizado y relegado debido a su intangibilidad, tiene un valor sumamente significativo para las ciudades ya que equivalen al 2,35% del PIB mundial, es decir, 1.488 billones de dólares estadounidenses. Estudios recientes del Conicet han referido que son las mujeres las que se encargan de acompañar las actividades escolares de sus hijos en el período de cuarentena en un 92,6% y que cuyo estado de ánimo es de preocupación (44,6%) y de sobrecarga (31,7%).

Pero no todo el panorama es negro, la crisis se nos presenta como una oportunidad; oportunidad para cambiar los modelos de desigualdad que vienen reproduciendo a lo largo de décadas. Llegó el momento, es acá y ahora donde tenemos que pensar y trabajar en una agenda de género pospandemia con presupuestos que tengan como lineamiento esta perspectiva, políticas públicas que busquen formalizar, regular y acompañar en la lucha por la igualdad, programas de asistencia a las víctimas de la dependencia económica, acciones que tiendan a mejorar la seguridad de la mujer en la vía pública.

Es por ello que, el verdadero salto cualitativo en pos de la igualdad y el ejercicio de derechos se dará cuando los problemas sean abordados con voluntad política desde los tres poderes del Estado. Pensar en políticas de largo plazo, que tiendan a darle autonomía a la mujer y que sean perdurables en el tiempo independientemente del gobierno de turno, nos convoca a un desafío transversal a diferentes áreas y niveles de gobierno.

En este sentido, la interdependencia digital se nos presenta como un desafío a abordar ya que por primera vez hay millones de mujeres educadas, informadas, conectadas entre sí y dispuestas a replantear los vicios de la civilización.

Eduardo Galeano decía que: “El miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”. Pero esto nos lleva a otro interrogante: ¿existen mujeres sin miedo?

Mujeres sin miedo hay muy pocas, pero juntas, juntas somos imparables. Durante la pandemia, desde distintos roles y lugares, han estado en las primeras líneas abordando la crisis: como jefas de Estado, como líderes en instituciones y en ONG’s, lideres comunitarias, trabajadoras sanitarias, cuidadoras del hogar.

La unión nos ofrece algo mucho más valioso, la capacidad de celebrar las diferencias y permitir las concesiones teniendo como norte la unidad y la igualdad de las mujeres.

*Licenciada en Gobierno y Relaciones Internacionales.

Producción: Silvina Márquez