OPINIóN

La irracionalidad del peronismo y antiperonismo

Existen ocasiones donde la irracionalidad nos nubla y no nos permite llegar a un juicio crítico. Despegarse de ella es una tarea individual de gran costo, ya que significa la renuncia de varias prácticas. ¿Qué tan irracional es el peronismo y el antiperonismo?

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“La única verdad es la realidad” debería ser reemplazada por “La única verdad es la posverdad”. | Cedoc Perfil

Es muy común que las personas llamen fanáticos a los “otros” y no se autoperciban como uno. Por ejemplo, los católicos no se denominan para sí como “fanáticos religiosos”, pero sí asignan ese mote para quienes adoran otro culto. Lo mismo sucede con los movimientos políticos populares, y aquí hablaré de “peronistas” y “antiperonistas.

Tanto el peronismo como el antiperonismo son un culto con características políticas, pero que mantienen cierta estructura en términos de ritos. La única diferencia, entre ellos, es que el peronismo tiene un Dios hecho carne como Jesús (Perón), santos (Cámpora, Kirchner, Menem es Judas, entre otros) y una sola santa (Evita). La santificación, al igual que en el catolicismo, es post muerte porque necesita de mantos que sólo pueden ser construidos cuando la persona en cuestión ya no existe. 

En cambio, el antiperonismo -igual de irracional que el peronismo- no tiene un Jesús, sino que una antítesis que es el mismísimo Perón. Cuenta con algunos mártires que dedicaron su vida a la lucha contra el extravío moral y sembraron el camino para la llegada del Mesías.

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Las fricciones antiperonistas en el espejo de la historia
 

Los mitos, como construcción social, son necesarios para el funcionamiento de estos movimientos políticos. Derribarlos no es tarea fácil y hacerlo quizás puede llevarnos al destierro. No es el objetivo de este artículo lo comentado anteriormente, sino presentar que tanto uno como los otros tienen un sesgo de fanatismo que les hace imposible poder ver distintas las cosas de lo que ellos mismos quieren.

En Argentina comenzamos septiembre con un hecho fatídico y traumático: un intento de magnicidio. Un acto que demostró la vulnerabilidad de las instituciones democráticas de nuestro país y no sólo con el magnicidio en cuestión, sino con todas las cosas que trajo consigo.

Cada uno de los creyentes de ambos movimientos dieron sus opiniones de las cuales quedaron resaltadas dos. La primera, afín al peronismo, es que el atentado se trató de un odio visceral en contra del movimiento, fogoneado por los poderes fácticos. La segunda, correligionaria al antiperonismo, que el hecho fue armado. Ambas con características irracionales.

La primera se defiende porque el movimiento peronista se adjudica la representación total de las clases sociales vulnerables que no tienen voz. A su vez, se comporta como si fueran víctimas de un sistema opresor que todo el tiempo busca reprimirlos, ya que defienden a esta capa social que también es víctima: si represento a víctimas, yo también lo soy.

La segunda opinión se sustenta con que el peronismo es el pecado original de la decadencia de nuestro país, donde a través de la manipulación despliegan todo su arte y nos lavan el cerebro. Esta idea de que fue armado es totalmente imposible de concebir en los hechos. Crear una obra de teatro, como imaginan, implica un despliegue de logística y dinero que sólo en una ficción es posible de realizar.

Luego del hecho, los medios de comunicación se encargaron de construir el perfil de Fernando Sabag. Sólo con una lectura muy por arriba, le asocié similitudes con Mark David Chapman. Mark fue quien asesinó a John Lennon en 1980, sentenciado a cadena perpetua. El asesino de Lennon era fanático de The Beatles y su único móvil para cometer semejante atrocidad era ser reconocido y recordado por todo el mundo. Lo mismo puede ser lo que ha movilizado a Fernando Sabag para atentar contra la vida de Cristina Fernández: ocupar los libros de historia.

Obviamente que la Justicia deberá hacer su trabajo y se presume que es ella quien tiene las facultades para esclarecer el caso y las cuestiones más de fondo como si el hecho estaba premeditado, si Fernando actuó solo, si se realizaron tareas de investigación, entre otras. Sin embargo, sea cual sea la conclusión, los fieles de cada movimiento creerán lo que quieren creer y desacreditarán lo dictaminado. Esto se debe a que por una parte no responderán a lo que cada movimiento espera y, por otra, porque el Poder Judicial es una de las instituciones que menos confianza genera en los ciudadanos según encuestas recientes.

Ahora estas opiniones no son vagas, ni se perderán por acción de los vientos. Cada una puede funcionar de disparador para legitimar hechos o cuestiones en sí. Desde actos violentos, hasta acciones concretas de sectores políticos como avanzar en una ley contra discursos de odio -véase Hobbes y el poder de definir objetos-. Por ende, atender a la cuestión del fanatismo es un gran canal no sólo para el temperamento, sino también para formar un espíritu crítico y quitarnos ese velo que tanto nos tapa los ojos. 

Guillermo de Ockham hace varios siglos dijo “en igualdad de condiciones, la explicación más simple es la más probable” -esto es conocido como la navaja de Ockham.