OPINIóN
Opticas de la política

La oposición: entre catalejos y retrovisores

Mirar el horizonte es lo propio de la política y también de la democracia. A la oposición, le conviene transformar su “enojo” en un compás de espera y una oportunidad para rejuvenecer. El problema con el catalejo es que suele engañarnos con las distancias y requiere paciencia. Cristina Fernández lo sabe.

Oteando el horizonte
Oteando el horizonte | Agencia Shutterstock

Hace casi tres siglos, el político y filósofo británico Bolingbroke (1678-1751) propuso —en A Dissertation upon Parties de 1733/34— una clasificación sobre la oposición que todavía mantiene vigencia. 

Para Bolingbroke, había tres clases de opositores: a) los enojados con el gobierno, pero defensores de la Constitución, b) los hostiles al gobierno, porque son —fundamentalmente— refractarios a la Constitución, y, finalmente, c) los adictos al poder, pero “enemigos” de la Constitución. 
Es evidente que, en las actuales democracias, coexisten las tres tipologías; prueba de ello es que las modalidades “b” y “c” son materia de estudio, aunque con otras etiquetas, en los actuales procesos de autocratización a escala mundial. 

Sin embargo, aquí interesan los primeros. La razón es obvia: aunque los opositores quieren, desean y obran —en la medida de sus posibilidades— para que al gobierno le vaya mal, requieren —simultáneamente— defender y promover las reglas del juego democrático para volverse una alternativa legítima y acceder al poder con el consentimiento ciudadano, turno electoral mediante.

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Delimitada la oposición que interesa, conviene preguntarse: ¿en qué escenario se mueve la oposición a Milei? Se observan dos grandes escenarios, uno preponderante y otro incipiente y de carácter exploratorio. Los denomino ”espejo retrovisor” y “catalejo”, respectivamente. 

Una gran parte de los opositores, quizá muy visibles por estar activos y movilizados, se presentan ante la opinión pública muy “enojados” con el gobierno.  Además, a través de múltiples modalidades, hacen saber que perciben al gobierno de Milei como pura amenaza para el campo “nacional y popular” (es decir, sus partidos) y también para la democracia. 

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Para reforzar el “enojo” utilizan el espejo retrovisor, es decir, presentan el pasado como una especie de paraíso perdido, lo que el sociólogo Zygmunt Bauman denominó “retrotopía”. Esta estrategia olvida o ignora que una gran mayoría de electores votó el año pasado tomando en cuenta ese pasado, es decir, evaluó electoralmente en retrospectiva. 

A medida que pase el tiempo, el espejo retrovisor mostrará un paisaje cada vez más pequeño y difuso, algo que saben muchos de quienes forman parte de esta oposición.

Entre aquellas personas que lo saben (o intuyen) parece encontrarse Cristina Fernández. La ex presidente y vice ha sugerido en varias oportunidades que la oposición tendría que utilizar el catalejo, es decir, mirar hacia el horizonte. 

Mirar el horizonte es lo propio de la política y también de la democracia. Y esto implica dos acciones simultáneas: primero, transformar el “enojo” en un discurso sobre el cambio; segundo, que el gobierno de Milei es una oportunidad que ofrece el juego democrático para que la oposición intente su rejuvenecimiento. El problema con el catalejo es que suele engañarnos con las distancias, por ello hace falta astucia y pericia para manejarlo. Y no debe olvidarse que “allá, en el horizonte” no sólo estará la oposición, también estará el gobierno. 
Si la oposición usa el catalejo, debe mostrarse prudente y perseverante, atributos básicos para mirar el horizonte; mientras se mantenga “enojada”, sólo podrá echar mano de una cada vez menos redituable “retrotopía”. De ahora en más, probablemente, encontremos a la oposición atrapada al interior de esa encrucijada.

*Investigador del CONICET, Lic. en Economía, Dr. en Filosofía