OPINIóN
Patrimonio

La rentabilidad del ladrillo histórico

Algunos barrios porteños han perdido su identidad como consecuencia del negocio inmobiliario mal entendido y despiadado. Pero rescatar la arquitectura de gran valor histórico puede resultar un mejor negocio.

Basta de demoliciones: reclaman que se conserve el patrimonio edilicio de la Ciudad
Basta de demoliciones: reclaman que se conserve el patrimonio edilicio de la Ciudad | Net TV

El patrimonio arquitectónico hace referencia a aquellas obras que definen para siempre al entorno. La arquitectura responde a un contexto político, social y económico, por eso está enhebrada al hilo de la historia. Pero por una errónea concepción muy arraigada, se infiere que -en aras de la modernidad y el progreso- conviene poner en marcha la piqueta y dibujar planos desde cero, juntar billetes para hacer obras desde el pozo y apilar gente que jamás volverá a ver el sol. 

Basta con ver cómo algunos barrios porteños han perdido su identidad como consecuencia del negocio inmobiliario mal entendido y despiadado. 

Las mutilaciones hablan de la falta de conciencia patrimonial e, incluso, de poca visión estratégica. La metamorfosis de Palermo no nos permite a veces imaginar a Borges caminando sus cuadras y las altas torres inteligentes mataron a los viejos caserones de tejas en Belgrano.  

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Vecinos de la Ciudad de Buenos Aires denuncian que se incumple con la defensa del patrimonio edilicio

Pero, afortunadamente, por iniciativa de los vecinos, hay que destacar que un sustancial número de construcciones de gran valor patrimonial fueron rescatadas. También hay que decir que, con buen tino, muchas cadenas internacionales de comidas rápidas o cafeterías adquirieron esquinas icónicas y combinaron la vieja estética con el confort que hoy busca el cliente. 

Un buen ejemplo de refuncionalización es el Mercado de los Carruajes, que de cochera presidencial pasó a ser un reducto gourmet que alberga más de 40 locales comerciales

La inversión realizada en una zona tan golpeada por la pandemia como el microcentro contribuirá, sin lugar a dudas, a reactivar la economía. 

Esto viene a demostrar que preservar la historia también puede resultar un buen negocio, tanto desde la óptica privada como pública. 

La lucha de los vecinos por rescatar del abandono la histórica casona de Francisco Beiró

Cosas buenas están pasando en Buenos Aires. Verdaderos artesanos están llevando adelante un trabajo serio y minucioso en la “Confitería del Molino” y “La Ideal” para devolverle al lugar la fastuosidad de hace más de un siglo.

En Avenida Corrientes, se acaba de levantar el telón del icónico teatro Politeama en el lugar donde funcionó antes de ser derribado; y en Av. Rivadavia al 3600 la fachada de Casa Viacava -obra de uno de los arquitectos mas relevantes del siglo XX como Virginio Colombo- ya no es una utopía. 

La refuncionalización le confiere al ladrillo un nuevo ciclo vital. Ciertamente, no tenemos tanta historia como nación como para darnos el lujo de derribar. Todo parece indicar que comienza a comprenderse que el patrimonio es un bien no renovable y ya se sienten vientos favorables para el rescate del acervo porteño. El desafío es permitir una segunda oportunidad a edificios de valor histórico y que estos nuevos usos permitan que sean sostenibles.