OPINIóN
Análisis

La restauración del viejo orden

Luego de algunos del replanteo de sus estructuras tradicionales, la pospandemia, la guerra en Ucrania y la inflación internacional detonaron el hartazgo social y un reclamo por restaurar un orden perdido.

Donald Trump
Donald Trump | Getty Images

Sin duda, la pandemia ha sido el gran detonante del orden internacional e interno de cada país vigente hasta 2020. Previo a los cierres masivos, el mundo parecía regirse por un régimen de moderación, intercambio comercial y diplomacia racional. Incluso el triunfo de Biden pareció un retorno a este orden, su frase “Estados Unidos está de vuelta” parecía enterrar los cuatro años de aislacionismo y radicalización política que marcaron los años de Trump.

Sin embargo, tras dos años de gestión, las decisiones erráticas en materia internacional como la retirada en Afganistán, la poca firmeza demostrada frente a la invasión rusa en Ucrania y el descontrol económico en materia de inflación, transmiten a una juventud en todo el mundo que vivimos en una era desordenada y errática.

Muy atrás quedaron los años de hegemonía norteamericana o incluso de la guerra fría, donde a pesar de los enfrentamientos, el panorama de destrucción mutua asegurada (MAD) dejaba una mayor sensación de orden debido al empate geopolítico.

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Esta vacilación imperante llevó a Donald Trump a mostrarse como el candidato garante del orden frente a la falta de resolución de los demócratas. La radicalización de su espacio político da a propios y ajenos la sensación de seguridad que parece haberse perdido. Incluso, la reciente derogación del derecho constitucional al aborto habla de una restauración a los valores de la familia tradicional enterrando los años recientes de expansión de derechos.

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Este fenómeno no es exclusivo de los Estados Unidos. En la Argentina, la misma sensación de desorden ha vuelto competitivos nuevamente a Cristina Fernández de Kirchner y a Mauricio Macri para la carrera presidencial del 2023. La incapacidad de los gobiernos de controlar la inflación y recuperar la economía, hace que los votantes busquen desesperados capacidad de mando y firmeza en la resolución para volver a un pasado que nada tiene que ver con este presente.

En el caso de Javier Milei, su retórica retrocede a un pasado pre 1930, donde la inexistencia del banco central y la poca intervención del Estado, hicieron de la Argentina uno de los países más ricos del mundo… de otro mundo, claro está. A pesar de la caída en su imagen debido a su aparente debilidad para ordenar su propia tropa, la radicalización y convicción de su discurso han dado a los jóvenes la sensación de futuro que la política tradicional no está dando.

Brasil es otro caso paradigmático de regreso al pasado, donde el fracaso generalizado de Bolsonaro en la gestión de la pandemia y la incapacidad de su gobierno de devolver a la nación sudamericana a su estatus de potencia, han devuelto a Lula al ring con altas posibilidades de ser el candidato electo en octubre.

Un futuro incierto

Hoy el futuro inmediato es más incierto que nunca, el asesinato de Shinzo Abe en un país como Japón donde la mayor parte de la población está integrada al sistema económico, es otro capítulo de este inquietante momento histórico. 

Los estados muestran incapacidad en distintas áreas y luchan débilmente por recuperar lo perdido. El mediocre intento del Congreso de los Estados Unidos frente a las intervenciones electorales de Facebook es un ejemplo en este sentido. Asimismo, la adopción de las criptomonedas por parte de jóvenes de todo el mundo, habla acerca de la desconfianza de los individuos de utilizar dinero fiduciario respaldado por los Estados, que no carecen de las herramientas para frenar su expansión.

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Los libertarios proponen la supresión final del Estado para vivir en una panacea de libertades donde la libre empresa y el individuo sean los que ordenen los conflictos a través del mercado. Sin embargo, poco podría hacer el sistema de precios para solucionar el conflicto en Ucrania o en Afganistán. La solución que demanda este presente es política, no económica.

Los jóvenes necesitamos una épica de la reconstrucción con hechos concretos, para una empresa que nos involucre a todos, incluso a los que hoy están en los márgenes de la esfera pública. La manera en la que el Estado puede recuperar la iniciativa es adoptando todas las herramientas tecnológicas que actualmente se encuentran fuera de su esfera para garantizar la eficiencia y recuperar la capacidad estatal necesaria para hacerle frente al desorden existente. Este resultado no será fruto de votar candidatos con ideas del pasado, sino de abrir el juego político a una generación que piense soluciones para el futuro que viene.

* Tobías Belgrano. Lic. Ciencias Políticas (UCA) y Maestría en Gobierno (UBA). Profesor de Gobierno y Administración de la República Argentina (UCA).