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La última hegemonía

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| Pablo Temes

Tres grandes ciclos dominaron los cuarenta años de la nueva democracia argentina, comenzando por el alfonsinismo y finalizando con el kirchnerismo, luego de los años menemistas. Conjugar en pasado también al kirchnerismo puede parecer antojadizo o temerario, pero se justifica a fin de señalar que su continuidad ya no será una forma hegemónica de poder y gobernanza. La Argentina requiere construir un nuevo equilibrio dinámico, libre del horizonte de hegemonías políticas refundacionales, por lo que, si con las próximas elecciones se inaugura un ciclo auténticamente liberal, es dable aspirar a que también sobrevenga ese tiempo de nuevos equilibrios, sin hegemonías.

En sus comienzos, el propio Néstor Kirchner ofrecía una interpretación de esos ciclos destacando que en los ochenta se había puesto el acento en el mantenimiento de las reglas de la democracia y que la década de los noventa sumó la exigencia de alcanzar nuevos logros en materia económica, en particular, en el control de la inflación. Dentro de este esquema, el flamante presidente planteaba su propia expectativa: reconstruir un capitalismo nacional que permitiera reinstalar la movilidad social ascendente. A lo que caracterizaba como un modelo de ajuste permanente, oponía el del consumo interno como centro de una estrategia de expansión económica y bienestar social.

Es oportuno recordar las palabras con las que Néstor Kirchner cerrara su discurso inaugural: “formo parte de una generación diezmada. Castigada con dolorosas ausencias. Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”. En estos días Cristina Fernández de Kirchner, que llevó la impronta de ese modelo a su intensificación extrema, se propone pasar la posta de ese legado “a los hijos de la generación diezmada”, en un intento por renovar el proyecto. Podemos resumir la estrategia del proyecto original con las etiquetas de reparación, contención y reconstrucción.

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En efecto, el compromiso asumido era reparar las injusticias y desigualdades en el plano de las permanentes y profundas inequidades económicas y sociales; por otro lado, la mayor urgencia radicaba en contener la protesta social, en lo que el kirchnerismo fue en principio muy eficaz, en general, sin recaer en las respuestas represivas sino, por el contrario, repudiándolas.

A veinte años de ese ambicioso programa, es doloroso corroborar una vez más la enorme distancia entre las promesas de esa y las otras hegemonías, con los magros resultados. En efecto, con la democracia no logramos comer, curar y educar, como soñamos con el gobierno de Raúl Alfonsín, pero tampoco conquistamos una estabilidad y modernidad perdurables con el menemismo, ni el desarrollo con justicia social prometido por los gobiernos de Néstor y Cristina.

En lo que respecta a lo que nos está dejando el kirchnerismo, la participación de los diferentes sectores en la riqueza nacional no ha variado sustantivamente; la pacificación de la protesta social se ha perdido, volviéndose el piquete la insoportable crónica de cada día; la inflación hace estragos en la economía de todos los hogares argentinos; y finalmente, la política como encarnación de una imagen de Nación está borroneada por debajo de divisiones y grietas que parten a la sociedad en facciones irreconciliables.

Puestos a avizorar hoy lo que solo será posible contemplar adecuadamente con mayor distancia histórica, después de estos veinte años de kirchnerismo vemos un paisaje de profundos claroscuros, que nos muestra un mensaje de amor –y que de hecho supo enamorar a una buena parte de la juventud– junto a piedras y escupidas sobre el adversario –en un contexto, además, de delincuencia y de violencia social crecientes–; excavadoras buscando dólares de la corrupción supuestamente sembrados en el desierto, junto al sueño de mil flores floreciendo en el jardín de la Patria; en fin, importantes políticas de inclusión social, como la AUH por caso, junto a una pobreza persistente que afecta a millones de compatriotas.   

*Ex senador.