OPINIóN
ECONOMISTA DE LA SEMANA

Las enseñanzas de Juan Sourrouille

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Recuerdo. El ex ministro de Economía de Alfonsín falleció esta semana. | cedoc

Tuve el privilegio de gozar de la amistad de Juan Sourrouille, como una extensión de la que mantengo, desde la infancia, con Diego, su hijo, nacida en los años 70, en los veranos de Pinamar. Durante los últimos 20 años, pasé infinidad de veces por el departamento de Juncal y Libertad, a tomar un café, conversar y escuchar de sus experiencias en la gestión pública. Nota al margen: Juan era un narrador excepcional, sabía cómo contar una anécdota, generando la atención de quien lo escuchaba.

Recuerdo que cuando le entregaron el honoris causa a Roberto Lavagna, en la Universidad de San Martín, en septiembre de 2017, Daniel Heymann, encargado de la laudatio, lo emparentó con economistas como Aldo Ferrer, Adolfo Canitrot y Juan Sourrouille. Dijo que se trata de “un linaje de economistas argentinos polifacéticos, que supieron reunir la práctica de una política económica con un sentido de contribución a la sociedad, mediante un trabajo analítico nutrido de aportes generales de la literatura internacional y de particularidades significativas de la economía en cuestión”. Hay una expresión muy linda que se usa en estos casos: “tocaban la misma melodía”.

Tres cosas resaltaré del pensamiento de Juan Sourrouille:

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◆ La importancia de una economía integrada al mundo de manera virtuosa. 

Recuerdo que, cuando Cavallo lanzó la convertibilidad, afirmó que veía al equipo económico más preocupado por la reforma del Estado que por la integración al mundo. Fue uno de los primeros en advertir que la estructura de precios relativos que había quedado configurada, como consecuencia de las políticas implementadas junto con la convertibilidad, determinaba rentabilidades relativas sesgadas hacia los servicios no transables. No creía que se pudiera crecer de manera sustentable en base a servicios no transables porque la cuenta comercial externa sería crecientemente negativa, acumulando niveles de deuda externa insostenibles. Además, consideraba que la convertibilidad, con el tipo de cambio real atrasado, no iba a permitir un desarrollo industrial que contuviera las aspiraciones del pueblo argentino. Recuerdo que, en los últimos años, me planteó su preocupación sobre el carry trade durante los primeros años de la era Macri, creía que era imposible que funcionara ninguna economía bajo esas premisas de precios relativos.

◆ La centralidad de la reducción del déficit fiscal y del financiamiento monetario en un programa de estabilización.

Volví a escuchar hace poco, en Youtube, la presentación que hizo del Plan Austral, en junio de 1985, y quedé impresionado por el énfasis que pone en estos elementos como centrales al éxito del programa de estabilización y crecimiento, más allá del componente heterodoxo de política de ingresos que, siempre se destaca, contenía. Una vez, Juan me contó que periódicamente escribía o hacía un diagrama sobre un tema que le preocupaba de la evolución económica, entiendo que le servía, además, para su diálogo sobre la realidad con los distintos interlocutores con los que se veía. Recuerdo que, cuando asumí como Jefe de Gabinete de Asesores del Ministro Lavagna, en agosto de 2002, me envió uno de esos esquemas, en el que razonaba sobre los equilibrios macro en esa coyuntura particular, la cuestión del déficit fiscal, la emisión y un posible acuerdo con el FMI. Recuerdo que, cuando nos vimos, antes de la asunción de Macri, y le planteé la posibilidad de que se pudiera recomponer la economía destartalada que dejaba CFK, a partir de un sinceramiento de precios y un posterior programa de estabilización y desarrollo, se mostró totalmente escéptico: creía que las distorsiones, en particular el déficit fiscal y el atraso tarifario, eran demasiadas profundas, sumado al balance negativo de reservas del Banco Central y al control de cambios. 

◆ La importancia de la economía positiva, la ocupada en la descripción y explicación de los fenómenos económicos, y el estudio de la economía política derivada de los clásicos para los interesados en hacer política económica. 

Recuerdo, a principios de los 90, Juan dictó un seminario, en el IDES, para economistas recién egresados, de lectura de Una introducción a la economía moderna de Joan Robinson-John Eatwell (1973). Juan nos proponía una vuelta a los básicos, desconstruir los modelos económicos, partiendo de estudiar la producción bajo “la tierra y el trabajo” y “la máquina y el hombre” para entender de qué estábamos hablando cuando, luego, simplificábamos y abstraíamos el funcionamiento de la economía en un modelo. Ese era el acercamiento a la economía política que le interesaba a Juan, el de la escuela de Cambridge (Gran Bretaña), aquellos que retomaron a los clásicos, extendiéndolos a Keynes. Le parecía errado que se llamaran ortodoxos a los conservadores, seguidores de la escuela neoclásica porque, decía, los verdaderos ortodoxos son los seguidores de los que fundaron la ciencia económica, los seguidores de los padres de la economía política (Smith, Ricardo, Marx). 

Tal vez, Juan Sourrouille quede en la historia por haber sido el super-ministro de Economía de Raúl Alfonsín, quien lanzó el programa de estabilización y crecimiento, el Plan Austral, a mediados del año 85, y por haber escrito uno de los libros de historia económica argentina inexcusables, junto a Richard Mallon, La política económica en una sociedad conflictiva (1973). Para sus contemporáneos fue, por sobre todo, un hombre de una integridad sin fisuras, extremadamente austero y una excepcional buena persona.

*Federico I. Poli: Economista UBA.