OPINIóN
Efemérides 8 de marzo

Las mujeres como fuerza creativa y transformadora

En Argentina, la mayoría de las personas que investigan son mujeres: 6 de cada 10. Sin embargo, continúan las asimetrías, no solo cuantitativas sino también cualitativas y la igualdad de género sigue siendo un derecho humano fundamental

mujeres en ciencia
CIENCIA. Las mujeres están subrepresentadas en campos de estudios relacionados con la tecnología, ingeniería y matemáticas. | Shutterstock

 La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1977 designó oficialmente el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer; 69 años habían transcurrido del trágico día en el que 129 obreras murieron en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, Estados Unidos, luego de que se declararan en huelga con permanencia en su lugar de trabajo.

La Declaración de Naciones Unidas en razón del día internacional comprometió al mundo a luchar por convertir en legislación concreta la premisa de igualdad y empoderamiento de la mujer. Todos los Estados y sociedades del mundo recibieron esta Declaración y buscaron convertirla en normativa nacional.

Más allá de las normativas que buscan visibilizar la vulnerabilidad que siguen atravesando las mujeres a nivel regional e internacional e intentar revertirla desnaturalizando situaciones de violencia y discriminación en todas sus formas; los informes del índice desarrollo humano las siguen rotulando como sujetos sociales en “tiempos inciertos y vidas inestables”.

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Y aunque en el siglo XXI aún siga avanzando la presencia femenina a costa de romper “techos de cristal “y despegar de “suelos resbaladizos”; la potencia y la participación activa de las mujeres sigue vigente como la ha estado a lo largo de toda la historia de la humanidad.

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Prueba de ello, es la reciente canonización de la santiagueña María Antonia de Paz y Figueroa, popularmente conocida como Mama Antula, la primera santa de Argentina, quien se constituye como una verdadera referente de liderazgo femenino. Tras la expulsión de los jesuitas del país, fue de ciudad en ciudad por las regiones pobres del nordeste argentino para promover ejercicios espirituales recorriendo a pie el territorio de las actuales provincias de Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja y Córdoba a lo largo de 5000 kilómetros.

En 1795 fundó la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, demostrando ser una mujer de acción, comprometida con el encuentro con Dios y con los hermanos, ayudando al herido y siguiendo adelante pese a los obstáculos. “La paciencia es buena, pero mejor es la perseverancia ”es uno de los lemas de Mamá Antula.

Nunca más vigente para configurar nuestro futuro en un mundo complejo e incierto este tipo de protagonismo femenino. La lucha por una transformación que acabe con las consecuencias del cambio climático, la desigualdad, la injusticia, las guerras y el hambre, debe ser depositada en el compromiso que las mujeres tienen con la tierra y aliadas de la naturaleza contra cualquier forma de violencia.

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Tal como sostiene la Dra Vandana Shiva – física y ecologista hindú- “las mujeres son la mayor creación que sostiene el planeta: tienen una fuerza creativa que es enorme” y ese saber atávico se nutre en que han sido las mujeres las encargadas durante décadas de obtener alimentos, plantas medicinales o agua potable.
Un apartado no menos relevante lo merecen las mujeres dedicadas al saber científico. Sobre todo, aquellas que denuncian situaciones inequitativas y qué gracias a los galardones obtenidos por sus trayectorias, contribuyen a quitar el “velo” de realidades desiguales entre varones y mujeres.

En dicho sentido, debemos mencionar a la Dra. Claudia Goldin, Premio Nobel de Economía 2023 por sus estudios pioneros sobre brecha de género; trofeo que la convierte en la tercera mujer en obtenerlo luego de 55 ediciones, tras visibilizar con sus investigaciones empíricas la infrarrepresentación femenina y los menores salarios de las trabajadoras en el mercado laboral.

Y si hablamos de ciencia, la masculinización y las desigualdades de género dejan en evidencia la falta de reconocimiento de muchas mujeres científicas y la imposibilidad de acceder a posiciones de mayor jerarquía.

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En Argentina, según datos oficiales, la mayoría de quienes investigan son mujeres: 6 de cada 10 personas, situación que se mantiene prácticamente en los mismos valores desde 2018. Sin embargo, aunque en nuestro país son mayoría las mujeres que trabajan en ciencia, al mismo tiempo existen brechas de género que se manifiestan en el acceso diferencial a las categorías más altas de la carrera de investigación, es decir, queda al descubierto el denominado “efecto tijera”.

No sólo se trata de asimetrías cuantitativas sino cualitativas. La segregación horizontal queda en evidencia ante una mayor presencia femenina en algunas grandes áreas del conocimiento como las ciencias sociales, las humanidades y las ciencias médicas y de la salud, y menor presencia en las ingenierías y tecnologías.
Y si hablamos de equidad, un apartado especial lo merece la denominada “brecha digital”. Varones y mujeres no tienen las mismas oportunidades a la hora de desarrollar las habilidades digitales necesarias para desenvolverse plenamente en nuestra sociedad de la información.

“La igualdad de género no solo es un derecho humano fundamental, sino que es uno de los fundamentos esenciales para construir un mundo pacífico, próspero y sostenible”. Así lo describe Naciones Unidas, y ese es el compromiso que debemos asumir cumpliendo con el quinto Objetivo de Desarrollo Sostenible cuyo fin es “lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”