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Lecciones de un experimento constitucional

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Rechazo. No se entendió que la gente quería una propuesta alejada de la política. | afp

El domingo 4 de septiembre la gran mayoría de las chilenas y chilenos rechazaron la propuesta de nueva Constitución, sorprendiendo al mundo. Si bien las encuestas anticipaban un triunfo del Rechazo (62%), nadie pensó que el resultado superaría en 20 puntos a la opción Apruebo (38%).

Son muchas las causas que explican este resultado; la principal tiene que ver con un error de diagnóstico sobre cuál los sectores del Apruebo construyeron su estrategia política para abordar el proceso constituyente.

Este proceso se inicia como una solución democrática a la crisis política, económica y social que enfrentaba Chile, tras la revuelta del 18 de octubre de 2019. Nace gracias al acuerdo que suscribieron casi todas las fuerzas políticas el 15 de noviembre de ese año y que fijaba una hoja de ruta que consideraba un plebiscito de entrada y de salida y el mecanismo que se encargaría de redactar la propuesta de Carta Magna.   ­

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El 25 de octubre de 2020 el pueblo chileno optó por avanzar en un proceso constituyente (78%), a través de una Convención Constitucional (79%). Y, el 15 y 16 de mayo de 2021 escogió a una mayoría de convencionales de izquierda, quitándole a la derecha su histórico poder de veto (bajo el esquema de quórum de 2/3) y, con ello, desincentivando el diálogo y los acuerdos que se necesitaban para lograr un texto de mayor consenso.

El primer error de diagnóstico del Apruebo fue asumir que la alta votación del plebiscito de entrada provenía esencialmente de sectores de izquierda. Había un sector importante de votantes independientes y de derecha que apoyaban un cambio constitucional y que querían darle una oportunidad a la ciudadanía para que construyera una propuesta, alejada de la política.

El segundo gran error fue creer que sus propuestas ideológicas eran las mismas que las personas querían. El proceso de escucha y participación ciudadana fue un mero trámite y acogieron muy pocas propuestas de la ciudadanía, la sociedad civil y el sector privado. No entendieron nunca que la aprobación y continuidad de la Constitución aumentan mientras mayor representatividad tenga. 

El tercer error fue la propuesta indigenista que colisionaba con los derechos de los chilenos, al romper con la igualdad ante la ley, afectar la inversión y la propiedad, y establecer el consentimiento indígena (poder de veto) para todas aquellas materias que les afecten.

El cuarto error conecta con lo anterior. Fue demasiado voluntarista e ingenuo pensar que el impacto de la propuesta en múltiples grupos de la sociedad no iba a tener un efecto eleccionario. Creer que los emprendedores, agricultores, los trabajadores del sector minero, energético, agrícola, exportador, emprendedores y empresarios, se iban a quedar de brazos cruzados era muy surrealista. 

Otra equivocación fue creer que para ganarse a la ciudadanía bastaba con garantizar como derechos sociales la educación, pensiones, salud y vivienda, en circunstancias que Chile ha avanzado en los últimos años en la gratuidad en la educación, en la pensión garantizada universal, en la generación de un esquema de subsidios a la compra y arriendo a la vivienda y está empujando una reforma a la salud.

En sexto lugar, la actitud mesiánica y moralmente superior de la nueva generación política que llegó al poder les ha generado más de un problema, con sus socios y un creciente rechazo ciudadano. Esta superioridad moral los llevó a cometer una serie de errores, pues en política, la experiencia marca la diferencia entre el éxito y el fracaso. 

Con todo, queda esperar que el baño de realidad del resultado del plebiscito de salida obliga a la izquierda chilena a replantear su estrategia para continuar el proceso constituyente. Se necesita más humildad, más diálogo y acuerdos, que reconozcan y respeten las diferencias. No hay otro camino. Esta es la última oportunidad que tendremos los chilenos para cambiar la Constitución y, esta vez, debemos hacerlo bien y entre todos.

*Periodista, Máster en Comunicación GWU. Consultor político internacional.