OPINIóN
Cultura

Leer en 2024: ¿ocio o privilegio?

Hay algo lingüístico en el mercado editorial que impide hablar libremente de “consumir” un libro, aunque se acepte el término para otras posibilidades del ocio. ¿Es un privilegio de pocos, consumir un buen libro?

Libros
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Los primeros meses del año, para mí, constituyen alternancia: lecturas nuevas y relecturas. Siempre estructuro así el inicio de año. Son momentos de pensar comienzos, de revisiones y de planificación (como si el tiempo no fuera un mero fluir al que la construcción humana, colectiva, cultural y, más que nada, productiva le dio un formato al que -aunque no queramos- tenemos que adscribir).

Esta primera etapa de 2024 no fue distinta; desfilaron por mis manos tres novelas nuevas y otras tres que ya había leído hacía más de diez años. Es un ejercicio de volver para atrás y buscar el impulso mientras me reacomodo para lo que se viene. En general, me gusta elegir (para los textos que reitero) aquellos de los que recuerdo que me habían gustado, quizás el nombre de algún personaje, un pasaje o la trama grosso modo, pero del que no tengo ni un ápice de idea sobre cómo era el final. Entonces, voy tratando de repensarme en aquel momento de primera lectura, de primeros avances, y ver también cómo fui cambiando yo.

No soy una fundamentalista de la lectura, algo que a priori es un tanto contradictorio dada mi profesión (y no lo aplico a mi persona: siempre tengo un libro en la mochila, sin excepción -en ocasiones, incluso, dos). Sé que la escuela es un excelente lugar para socializar a los estudiantes con los libros y, muchas veces, el único espacio de encuentro que tienen con ellos: es fantástico verlos engancharse o descubrir un mundo representado que, pese a la reticencia del no-quiero-leer-porque-es-aburrido, los atrapa.

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Selva Almada es finalista del Premio Booker Internacional

Sí creo que hay libros y lecturas para todos, y que la trampa está en dar con lo propio y convocante a tiempo. Puede que eso no ocurra y así es como mucha gente no entra en el ocio placentero de pasar las páginas. También es real que un libro analógico, hoy, es caro.

Disquisición rápida: hay algo lingüístico que acompaña al mercado editorial (cultural en general), que no nos deja hablar libremente de “consumir” un libro, aunque nos parece completamente natural (y no discutimos) el consumismo voraz de ropa, cartera, relojes o zapatos. Se envuelve la lectura dentro de un marco conceptual que -me da la sensación- busca no incluir a todo el mundo. Hay movimientos permanentes que tratan de acercar la literatura (la cultura en general) de forma masiva a la población; ojalá eso no se pierda. Al contrario, ojalá se multipliquen las voces de quienes la fomentan, alientan, alimentan y distribuyen. Es una lucha que se tiene que dar todos los días.

Poesía, cine, sueños y mucho más en libros recomendados para las vacaciones.

Leer, entonces, se ha vuelto un privilegio. Hace poco Hernán Casciari dijo que dos horas de lectura es una actividad exclusiva para ricos. Generó polémica el concepto, pero hay algo de eso. Desde la productividad que nos exige estar ocupados el 101% del día para no ser “inútiles” (en este sentido, he escuchado a Darío Sztajnszrajber en alguna ocasión decir algo así como que no estamos preparados para saber qué hacer con nuestro tiempo libre y que, por ese motivo, buscamos no tenerlo, si se nos presenta la posibilidad de contar con unas horas “sueltas” al día o a la semana) hasta la inversión económica que implica la compra de un libro, poder sentarse un rato -largo- a leer de forma sostenida una y otra y otra novela (o inserte aquí su género favorito) termina siendo un ejercicio para privilegiados.

Y, desde ya, que podemos esgrimir que muchas personas eligen pasar dos o tres horas diarias en el gimnasio escuchando música, así como muchos otros etcéteras en los que podemos ocupar nuestro tiempo libre -siempre y cuando contemos con él, si nos queda un resto después de las jornadas laborales (y un mango extra en el bolsillo, obvio).
Pero la lectura es un bien cultural que necesita ser sostenida, bancada y argumentada para que siga manteniéndose en el círculo electivo dentro de las posibilidades del ocio. Es uno de esos derechos a los que nos tienen que ayudar a acceder, porque todavía le queda bastante mala prensa.

En épocas de gestiones polémicas, de discusiones, debates, replanteos y resistencias en torno a la cultura (llámese libro, cine, arte plástico, música, danza...), y a cómo se busca su desfinanciamiento, un buen libro es un mundo envolvente en el que está permitido perderse por un ratito. A mí me funcionó, al menos, para transitar esta primera parte de 2024.