OPINIóN
Medio Oriente

Los helados se suman al boicot a Israel de cierto progresismo

Una conocida marca creada por dos judíos norteamericanos no venderá sus productos en Cisjordania o Jerusalén Oriental en apoyo a la causa palestina.

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Anuncio. Ben y Jerry, originarios de Vermont, anunciaron por Twitter su decisión. La empresa es muy conocida por sumarse a causas sociales y políticas, como el Black Lives Matter. | cedoc

Como si no le alcanzara con los conflictos con Irán, Hamas y Hezbollah, Israel acaba de entrar en guerra con... una fábrica de helados. Una marca muy conocida en Estados Unidos que decidió que no quiere vender sus helados en Cisjordania o en Jerusalén oriental porque se trata de “territorios ocupados”.  

Helados con causa. No es una compañía cualquiera, es Ben & Jerry’s, una empresa que vende helados de gustos raros en potes de una pinta y que, desde que nació, siempre trató de asociarse con causas civiles y sociales en sus campañas publicitarias.

Sus fundadores son Jerry Greenfield y Ben Cohen, dos señores judíos estadounidenses ya setentones que arrancaron con la fábrica en 1978, en Vermont, y los protagonistas de una de esas típicas historias norteamericanas de buenos muchachos que terminan millonarios gracias a una idea simpática y mucho esfuerzo.

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De a poco, Ben & Jerry’s se fue convirtiendo en una de las marcas favoritas de los progresistas estadounidenses gracias a sus aportes a proyectos sociales y la apuesta por productos orgánicos, como la leche proveniente de, como las llaman en la compañía, “vacas contentas”.  

Además, sus helados tienen nombres divertidos, relacionados con la geografía del país, temáticas folks y grupos musicales bastante hippies, como lo son Greenfield y Cohen.

El sabor más famoso se llama precisamente “Cherry Garcia”, un homenaje al líder de los Grateful Dead, Jerry Garcia, uno de los mayores íconos de la contracultura norteamericana de los ‘60. Y hace poco sacaron “Phish Food”, un juego de palabras con el nombre de la banda Phish, originaria también de Vermont y considerada la heredera de los Grateful Dead.

“Cherry García” está hecho con helado de cereza y trozos de chocolate y fruta. “Phish Food” es helado crema sabor chocolate “con salsa de nubes azucaradas, salsa de caramelo y pececitos al chocolate”, explican en su website.

Son sabores diversos, audaces y progresistas, como los fundadores de la empresa y su público. Nada que ver con los sencillos helados de chocolate, dulce de leche o frutilla de Häagen-Dazs, otro gigante norteamericano también fundado por judíos pero que no se dedica a promocionar causas sociales.

Es decir que, cuando se trata de helados en Estados Unidos, Häagen-Dazs serían los republicanos, de derecha, y Ben & Jerry’s los demócratas de izquierda, el postre ideal para los votantes de Bernie Sanders (senador por Vermont, claro).

Black Lives Matter. ¿A qué viene todo esto? A mediados del año pasado, a los encargados de marketing de la empresa se les ocurrió sacar un duro comunicado sobre la muerte de George Floyd, el afroamericano que falleció a manos de la policía de Minneapolis en mayo del 2020, en uno de los episodios clave detrás del movimiento Black Lives Matter.  

El asesinato de Floyd, apuntó el comunicado de Ben & Jerry’s, “fue el resultado de la brutalidad policial inhumana que es perpetuada por una cultura de supremacía blanca”.

Los heladeros, fieles a su historia de apoyo a la justicia social, no se quedaron callados: era el momento de ponerse contra la supremacía blanca y todos los males relacionados. Sin embargo, hubo sectores a los que la declaración de la empresa de Cohen y Greenfield no les pareció suficiente.

“Por más notable que haya sido la declaración de Ben & Jerry’s, la verdad es que se produce cuando una serie de marcas se atropellan entre ellas para capitalizar la indignación pública” frente a la muerte de Floyd, escribió en junio del año pasado el columnista Azad Essa.

Además, aunque “la declaración de la empresa de helados con sede en Vermont es punzante, se sabe que Ben & Jerry’s se congela cuando se trata de lidiar con problemas políticos importantes en otros lugares” del mundo, añadió.

En especial, estimó Essa, la empresa “ha sido un firme defensor del movimiento Black Lives Matter, pero se niega a detener sus operaciones (comerciales) en los asentamientos israelíes ilegales. Ben & Jerry’s se congela cuando se trata de Palestina”, completó, ingenioso, el columnista, en un artículo para el website (pro-palestino) Middle East Eye.

Desde entonces quedó pendiente sobre la empresa de helados esa acusación, que se reencendió a mediados de mayo último, cuando estalló el más reciente capítulo del enfrentamiento armado entre Israel y los grupos islámicos radicales de Gaza.

Twitter. La batalla por la conciencia social global de Ben & Jerry’s se desarrolló en Twitter, donde la empresa venía publicando posteos comerciales “normales”. Uno de ellos, publicado el 18 de mayo, pocos días antes de la firma del cese del fuego entre Israel y Hamas del 21 de ese mes, estaba dedicado a siete nuevos gustos, entre ellos “Thick Mint” y “Salted Caramel Brownie”.

De repente el tuit se fue llenando de comentarios pro-palestinos. “No voy a comprar esta basura hasta que ustedes dejen de hacer negocios con Israel”, decía por ejemplo el tuitero WorldGayestFrog (La rana más gay del mundo). “Después de que su compañía deje de comerciar en los asentamientos ilegales israelíes en la Palestina ocupada podremos hablar de helados”, agregó el usuario Neko Perdomo.

El debate se agitó más, incluso con repercusiones en algunos medios informativos, porque Ben & Jerry’s entró en silencio total en Twitter por varias semanas. Hasta que, finalmente, el 19 de julio pasado publicó un tuit anunciando: “Ben & Jerry’s pondrá fin a las ventas de nuestro helado en los territorios palestinos ocupados”.

El que quiera comerse una pinta de “Chunky Monkey” (helado crema de banana con “trozos chocolateados” y nueces) tendrá que ir hasta Haifa o Tel Aviv.

La noticia cayó como un baldazo de helado frío en Israel, donde cualquier cosa que se parezca a un boicot es tomada con mucha seriedad (aunque resultó divertido que las autoridades de una de las potencias tecnológicas del mundo, comenzando por el primer ministro, Naftali Bennett, salieran a hacer declaraciones públicas contra la fábrica de un helado que se llama “Cherry García”).

BDS y Waters. Obviamente, la organización Boycott, Divestment and Sanctions (Boicot, Desinversión, Sanciones, BDS), que promueve el aislamiento de Israel, celebró el anuncio de la compañía norteamericana, al igual que otros grupos a los que no les caen bien los israelíes.

De lado quedaron, convenientemente, los aspectos más complejos del conflicto entre israelíes judíos y palestinos, un enfrentamiento por un pequeño territorio que se remonta a siglos y en el que cada bando cuenta con argumentos milenarios a favor de su causa.

Y si bien la cuestión de los derechos de los palestinos debe ser resuelta, incluyendo el estado nacional que se merecen (y que la mayoría de los israelíes aceptaría sin mayores problemas), no deja de resonar que una empresa de helados se preocupe por este conflicto internacional y no por otros.

Un ruido similar al que produce el rostro más famoso del BDS, el ex líder de Pink Floyd Roger Waters, que trabaja a tiempo completo para evitar que otros músicos toquen en Israel pero que nunca dejó de actuar en vivo en Estados Unidos cuando, por ejemplo, las fuerzas armadas norteamericanas ocupaban Irak o Afganistán.

Por si fuera poco, Ben y Jerry’s fue adquirida en el 2000 por la multinacional británica Unilever, y su fábrica en Israel tiene management y plantilla de empleados locales que incluye varios trabajadores palestinos.

Ante la reacción provocada por el anuncio de Cohen y Greenfield, quienes se declararon en una columna publicada días atrás en el New York Times como “orgullosos judíos” que “apoyan a Israel” pero están en desacuerdo con los “asentamientos ilegales”, Unilever se desmarcó y dijo que el conflicto allí es “muy complejo y delicado”.

“Seguimos totalmente comprometidos con nuestra presencia en Israel, donde hemos invertido en nuestra gente, marcas y negocios durante varias décadas”, indicó el conglomerado, que destacó de todas maneras que “reconoce” la independencia en estos asuntos de la mesa directiva de Ben & Jerry’s.

SodaStream. En 2011, la compañía israelí SodaStream, que produce populares dispositivos para preparar bebidas carbonatadas y que fue adquirida en 2018 por PepsiCo en 3.200 millones de dólares, decidió abandonar la planta que había levantado en Cisjordania (Judea y Samaria, para muchos israelíes), en la zona de un asentamiento judío.

Para evitar los problemas de imagen que podía provocarle el BDS, SodaStream completó la mudanza en 2016 y tiene ahora su fábrica principal en el sur de Israel, en los alrededores de la ciudad de Beer Sheva.

De los más de 500 empleados palestinos que tenía la planta de Cisjordania, apenas poco más de una docena pudo seguir trabajando en la nueva fábrica, y por poco tiempo. El largo viaje y los problemas para cruzar la frontera pudieron más y terminaron renunciando.

Ahora la mayoría de ellos apenas se arreglan con trabajos informales. Un reportaje de la emisora estadounidense NPR contaba, por ejemplo, la historia de Ala Al-Qabbani, un palestino que ganaba unos 1.500 dólares mensuales en la línea de producción de SodaStream en Cisjordania y que ahora saca una cuarta parte de eso con un carrito callejero con el que vende dátiles.

SodaStream y Ben & Jerry’s siguen generando cientos de millones de dólares anuales, Roger Waters reedita los discos de Pink Floyd y también se gana unos buenos euros. El estado palestino sigue siendo un espejismo y los israelíes terminan, periódicamente, bajo los cohetes de Hamas.

Todo eso mientras Al-Qabbani a duras penas se gana la vida vendiendo dátiles con su carrito por las calles de Hebrón.

*Periodista especializado en temas de la realidad israelí. 

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