Nadie podría negar que la delincuencia ganó la calle y jaquea a toda la sociedad.
Aquel trabajador que se desvive por su familia, esforzándose en su trabajo para que su dinero le rinda hasta fin de mes, convive con el temor que, al caminar por la calle, sea víctima de un delincuente que mata para robar un celular.
Lo mismo ocurre con los ciudadanos que viven enrejados en sus casas y, sin perjuicio de ello, para no ser víctima de una entradera, deben tomar máximas precauciones al entrar a su vivienda por miedo a que lo roben al voleo.
O aquel argentino que vive en ese lugar paradisíaco como lo es la Patagonia y debe lidiar con los mapuches (o “maputruchos”) quienes incendian viviendas, toman tierras y es el propio Estado quien debe pedirles permiso para que dejen entrar a las autoridades en lo que denominan “sus dominios” (-lo traduzco- en el terreno usurpado por la fuerza a un legítimo propietario, violando el derecho de propiedad), con una justicia con tal anomia e indiferencia que mira a los costados dándole la espalda al ciudadano de bien.
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O lo que sucede en Rosario, donde ametrallan un restaurante por la noche encontrándose la ciudad cercada por la delincuencia.
Todo esto tiene una explicación.
La ley no se ejecuta, las fuerzas de seguridad se encuentran neutralizadas en su accionar y los ciudadanos están a merced de los delincuentes.
Piensen como se respondería el siguiente interrogante: ¿Por qué algunos extranjeros vienen a delinquir a nuestro país? ¿Qué los atrae de Argentina?
Vienen a delinquir porque saben y conocen que, si los atrapan en un ilícito, la sanción será exigua y prontamente saldrán en libertad para volver a cometer otro delito.
Existe un criterio mediante el cual se afirma que expulsar a ese extranjero sin condena por la sola “presunción” que cometió el delito sería inconstitucional.
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Entonces: se comete un ilícito, se atrapa al delincuente “in fraganti”, se encuentra presente la autoridad policial en el lugar del hecho, quien cumple con las comunicaciones con el juzgado actuante, secuestran armas ante testigos y víctimas presentes. En este escenario: ¿Estaríamos ante la mera presunción que se cometió el ilícito?
Otro ejemplo: motochorros, salidera bancaria, robo de maletín o mochila con dinero, detenciones por autoridad policial, secuestro de armas y del dinero sustraído, siempre en constante comunicación con la fiscalía actuante, encontrándose presentes las víctimas y testigos.
¿Este sería también un hecho “presuntamente” delictivo? Efectivamente, el autor del ilícito aun no contaría con condena porque deberá someterse a un proceso que puede tardar varios años para llegar a una sentencia firme.
Interín, muchos de ellos salen en libertad y reinciden delinquiendo.
Contrariamente, el proceso de expulsión del extranjero delincuente podría ser mucho más simple, rápido y con menos costo para el Estado.
Lo concreto, es que sea un extranjero quien delinque o un ciudadano argentino, lo cierto es que saben y conocen que pueden “salir de caño” sin mayores contratiempos, pueden dispararle a un ciudadano para robarle un celular y quizás, si es que los atrapan, conocen mejor que los abogados las chicanas procesales para salir de la cárcel a corto plazo.
Me contaron días atrás que a una señora con una niña le robaron brutalmente sus pocas pertenencias en la vía pública. A los 300 metros los delincuentes fueron detenidos por el personal policial. Mientras la víctima estaba esperando que le tomen la denuncia, el delincuente salía liberado mirándola de manera desafiante y con el gesto levantando del dedo de la mitad de la mano.
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Ese hecho no solo le generó impotencia a esa ciudadana, sino un enorme rechazo por seguir viviendo en el país. ¿Podemos acusarla de antipatria por querer irse a vivir al exterior en procura del bienestar propio y el de su familia?
Por lo tanto, más allá de cualquier medida de política criminal que se adopte, si no se propone un giro de 180 grados en materia de seguridad y a cortísimo plazo, los jóvenes que deseen desarrollarse personal, intelectual y profesionalmente procurando una óptima calidad de vida, como de igual manera los adultos, hartos de no poder caminar por las calles con la tranquilidad con que lo hicieron nuestros abuelos, la única salida con que contarán será, lamentablemente, el Aeropuerto Internacional de Ezeiza.
Ese Aeropuerto donde día a día vemos migrara los talentos de nuestra querida Argentina del “todo vale”, desesperanzados, angustiados y sin futuro a corto o mediano plazo, cambiando-como se diría metafóricamente-ese “estado vegetativo de vida”, para lograr simplemente “vivir la vida” en su plenitud, pero a miles de kilómetros de distancia.