OPINIóN
20 DE JUNIO

Manuel Belgrano y la creación de la bandera en la emergencia de la modernidad

Sus discursos, indesligables de su acción política, evidencian la renovación profunda que estaba operándose en el entramado simbólico del mundo hispanoamericano tardo y poscolonial.

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Manuel Belgrano | REDES

Hoy conmemoramos el “Día de la Bandera”, consagrado por Ley 12.361 del 8 de junio de 1938. Ocasión propicia de recordar nuestro símbolo patrio más representativo y a su insigne creador: Manuel Belgrano. Sus discursos, indesligables de su acción política, evidencian la renovación profunda que estaba operándose en el entramado simbólico del mundo hispanoamericano tardo y poscolonial.

Manuel Belgrano fue un hombre público que en la génesis de la modernidad pensó el país como horizonte a construir, procurando ser innovador de la realidad que le tocó vivir y buscando respuestas para los problemas particulares de su tiempo. Persiguió una finalidad reformista que se expresó a través de su accionar como funcionario de la administración hispano colonial y que luego devino en ímpetu revolucionario cuando la crisis de la monarquía hispánica en 1808 lo reposiciona como actor político y social de los primeros gobiernos patrios.

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Ese propósito persuasivo de Belgrano sobre las prácticas políticas de la época sirvió para movilizar la detección de las necesidades y carencias que planteaba la compleja realidad americana.

A comienzos de 1812, la situación de la causa de Mayo no era de lo más auspiciosa, merced a los sucesos desatados en las provincias del ex Virreinato rioplatense, el alzamiento del Paraguay y Montevideo contra Buenos Aires, el difuso éxito del ejército del Alto Perú y las complicaciones aparecidas en el escenario internacional.

El gobierno revolucionario de Buenos Aires, ocupado en su intento por conformar una nueva autoridad política reconocida y legitimada, encontró en uno de sus representantes, Belgrano, la clarividencia meridiana para percibir la necesidad de doblegar las vacilaciones internas y forjar mayores adhesiones. Se trataba de un contexto político de provisionalidad, incertidumbre y guerra.

Manuel Belgrano fue un hombre público que en la génesis de la modernidad pensó el país como horizonte a construir, procurando ser innovador de la realidad que le tocó vivir y buscando respuestas para los problemas particulares de su tiempo.

Una iniciativa suya, como Coronel del Regimiento Número 5 de Infantería (ex N° 1 de Patricios), derivó en la creación de la que oficiaría de escarapela de la “nación”. El 13 de febrero de 1812, Belgrano advirtió al Triunvirato que los cuerpos del ejército usaban la escarapela de distinto color, por lo cual en lugar de ser un símbolo de unión, según sus palabras “casi era una señal de división cuya sombra, si era posible, debía alejarse”.

El gobierno, pues, estableció por decreto el 18 de febrero que “la Escarapela Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata sería “de color blanco y azul celeste. Sin ocultar su entusiasmo por la aprobación de esa manifestación externa y material de un nuevo “idioma de la libertad”; Belgrano le notificó al gobierno el 23 de febrero que su declaración del 18, había regocijado y excitado los deseos de los verdaderos hijos de la patria de otras declaraciones de V.E. que acaben de confirmar a nuestros enemigos en la firme resolución en que estamos de sostener la independencia de América”.

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En busca de esas “otras declaraciones”, surgirá, pocos días más tarde, la primera banderanacional”. Belgrano se hallaba en el poblado de la “Capilla de Rosario” bajo encargo de fortificar las estratégicas costas de la margen derecha del río Paraná. La misión gubernamental apuntaba a dificultar la navegación de los barcos realistas procedentes de la ciudad de Montevideo, foco contrarrevolucionario que se hallaba sitiado por Buenos Aires.

El objetivo último era impedir que las naves enemigas acometieran por asalto a las poblaciones ribereñas en busca de recursos de abasto. En la circunstancia de estar prontas a inaugurarse las baterías defensivas y careciendo de bandera para ello (es decir la marítima que ondeaba en los navíos de la Real Armada y en las plazas marítimas), dispuso Belgrano el 27 de febrero de 1812: “En este momento que son las seis y media de la tarde se ha hecho la salva en la batería de la Independencia, y queda con la dotación competente para los tres cañones que se han colocado, las municiones y la guarnición […] Siendo preciso enarbolar Bandera, y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional; espero que sea de la aprobación de V.E.”.

 

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Detalle del Retrato original del Gral. Belgrano por monsieur Carbonnier, Londres, 1815.
Se aprecian dos banderas, blancas en el cuerpo superior y celestes en el inferior
(Museo Municipal de Artes plásticas “Dámaso Arce” – Olavarría).

La primera batería habilitada, llamada de la Independencia y emplazada en “El espinillo” (isla fronteriza a las barrancas del Rosario), tuvo su ceremonia solemne de inauguración en tierra firme (próxima a la batería Libertad aún en construcción). Belgrano tomó un juramento de lealtad, pero no a la bandera recién enarbolada, sino a la guarnición destinada a su servicio: “Soldados de la Patria: […] juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores y la América del Sud será el templo de la Independencia, de la unión y de la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria!”.

La bandera debía ser signo de identificación de un bando, que a su vez lo separa del otro. Máxime cuando ambos oponentes luchaban con similares estandartes e uniformes y en nombre del mismo rey cautivo, Fernando VII de España. La necesidad de la divisa se fundaba igualmente en el objetivo de acrecentar el ideal emancipador. Por ello, en oficio al Triunvirato del mismo día 27, expresaba Belgrano: “Las banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos usado […] ¡Abajo […] esas señales exteriores que para nada nos han servido y con las que parece que aún no hemos roto las cadenas de la esclavitud!”.

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Informado el Triunvirato de este acto, que revela, en la contingencia histórica, el ánimo independentista de Belgrano, desaprobó el 3 de marzo la creación de la nueva bandera, y le ordenó arriarla, por ser “de una influencia capaz de destruir los fundamentos con que se justifican nuestras operaciones y protestas”. Se le previno que la ocultase disimuladamente “subrogándola con la que se le envía, que es la que hasta ahora se usa en esta Fortaleza”, es decir la roja y gualda. Belgrano no llegó a enterarse de la prohibición pues había salido el 2 de marzo camino al Noroeste para asumir el comando en jefe del Ejército Auxiliador del Perú.

Bandera
Hoy, 20 de junio, conmemoramos el “Día de la Bandera”, consagrado por Ley 12.361 del 8 de junio de 1938. Ocasión propicia de recordar nuestro símbolo patrio más representativo y a su insigne creador: Manuel Belgrano.

Debido a la carencia documental sobre los orígenes de ese primer lábaro patrio, no se puede aseverar fehacientemente cuál fue el destino, ni la disposición de sus franjas. Una aproximación al asunto la ofrecimos una década atrás desde el Instituto Nacional Belgraniano cuando publicamos el libro La Bandera Nacional de la República Argentina, conjuntamente con el Ministerio del Interior. Tal investigación histórica, sumada al trabajo de los organismos intervinientes (INTI, IRAM),acompañó y prestó soporte intelectual a la fundamentación del proyecto de ley sobre las características técnicas de la Bandera Nacional que derivó en el Decreto P.E.N. Nº 1650 (16/11/2010). Desde entonces, el Estado argentino cuenta con el aporte técnico que permite identificar y reproducir definitivamente y en forma unívoca, las características de la tela, colores y accesorios de la Bandera Nacional, a nivel universal y sin alteraciones temporales.

 

* Matías Dib. Investigador del Instituto Nacional Belgraniano (Ministerio de Cultura de la Nación). Docente en Historia de la Política Exterior Argentina para la Licenciatura en Historia de la USal.