Me niego a pensar que somos esto.
A creer que la Argentina está condenada a repetir indefinidamente sus caídas.
A aceptar que da lo mismo ser derecho que traidor.
No me resigno a ver autos sin patente, o con patentes deliberadamente destrozadas.
A un debate de insultos repentinos.
A hablar sin escuchar.
Que la política sea un lugar de enfrentamiento y no de entendimiento.
Que lo comunitario se haya convertido en refugio de aprovechadores.
Que lo público sea usufructuado por todos y cuidado por nadie.
Que lo público convierta en millonarios a pocos e inunde de pobreza a casi todos.
Que los WhatsApp reemplacen los encuentros.
Que X sea un campo de batalla y no una letra que signifique cruce o encuentro.
Que las Efemeís valgan más que nuestras discapacidades.
Que los presidentes canten como rockeros y no les canten las cuarenta.
Que los contratos de millonarios en verdes estén atados a la blanca asesina.
No estoy dispuesto a creer que esta sea la Argentina que nos toca.
No me resigno a la idea de un país atrapado en la repetición de sus propias frustraciones.
No quiero acostumbrarme al ruido, a la falta de palabra, al oportunismo que se disfraza de viveza.
Como decía mi amigo Hermes, hay que creer para ver.
Y como siempre agregaba: con las manos limpias y las uñas cortas.
Porque la fe sin ética se vuelve engaño, y el sueño sin decencia, impostura.
Prefiero seguir soñando.
Soñando con una Argentina que vuelva a encontrarse en la palabra y en el gesto.
Con un país donde la política recupere el sentido de servicio y no de botín.
Donde lo público vuelva a ser orgullo y no vergüenza.
Donde los encuentros sean reales, las discusiones sinceras y las diferencias, motor de crecimiento y no de odio.
Prefiero seguir creyendo que todavía podemos.
Que aún hay un futuro más próspero y abrazador, esperándonos —si nos animamos a imaginarlo y a construirlo—.
Porque no estamos condenados: estamos convocados.
Y de esa respuesta dependerá, una vez más, la historia que elijamos escribir.
(*) Periodista e histórico jefe de Prensa de Hermes Binner