En 1973, Argentina es un país que viene de mal en peor. Alicaídas las expectativas de mejora social y económica de amplios sectores de la población; excluida del sistema político la gran masa de trabajadores industriales, al que rechazan votando en blanco; difundida la idea del cambio de estructuras por la mayoría de los políticos; apoyada la militarización de la política por amplias fajas de la sociedad; los jóvenes de la clase media expresan su rebeldía apelando a la violencia.
El peronismo, que conserva su poder gracias a los sindicatos, a los que se suman activos grupos juveniles provenientes de los partidos clásicos de izquierda, de la universidad y de sectores católicos radicalizados, junto con los conservadores populares, los frondicistas, los populares cristianos y los nacionalistas, triunfan en las elecciones presidenciales del 11 de marzo, en las que votaron 12 millones de ciudadanos, de los cuales 3 millones aproximadamente, lo hacían por primera vez.
El Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) con la fórmula Héctor J. Cámpora del Partido Justicialista y Vicente Solano Lima del Partido Conservador Popular supera el 49% de los votos seguido por la UCR con la fórmula Ricardo Balbín y Eduardo Gamond, con el 21%. Si bien la fórmula del FREJULI no alcanza la mayoría absoluta de sufragios, la UCR reconoce la victoria peronista y no hay segunda vuelta.
“¿Y? ¿Matamos o no matamos”? diría en la televisión el personaje peronista, “Minguito” Tinguitella, creado por Juan Carlos Chiappe y personificado por el popular actor Juan Carlos Altavista.
Cámpora al gobierno, ¿Montoneros al poder?
El viernes 25 de mayo asumen Cámpora y Solano Lima. Los invitados cantan el Himno Nacional, la Marcha Peronista y, con los dedos, forman la V de la victoria en medio del ruido ensordecedor de los bombos. Militantes vestidos de blue jeans y camperas con el brazalete de la Juventud Peronista y personal de la Casa Rosada garantizan la seguridad de la ceremonia.
“¡Y llora, llora, llora
la puta oligarquía,
porque se viene
la tercera tiranía”!
En la Plaza de Mayo, las banderas de Montoneros y de los otros grupos armados ocupan los mejores lugares. Militantes de la Juventud Peronista (JP), a las órdenes de jefes de las “formaciones especiales”, mantienen el orden público; portan estandartes y pancartas con las siglas de la JP y de los grupos guerrilleros FAP, FAR y Montoneros. En un clima de delirio dificultan mediante consignas antiimperialistas el arribo del secretario de Estado de los Estados Unidos, William Rogers y del futuro jefe de la CIA, William Casey. En defensa de la Patria Socialista se pelean con grupos sindicales a los que consideran burócratas traidores a su clase; celebran la presencia de los presidentes de Chile Salvador Allende, de Cuba Osvaldo Dorticós y de Uruguay Juan María Bordaberry. Dan rienda suelta a su repudio por las fuerzas del orden insultando a los conscriptos de la Policía Aeronáutica, los Regimientos de Granaderos a Caballo y de Patricios, a los aspirantes de la Escuela de Mecánica de la Armada; impiden que se lleve a cabo el tradicional desfile y que toque la banda de Mecánica de la Armada; atacan a hombres de la Infantería de Marina, pintan leyendas denigrantes en vehículos de las Fuerzas Armadas, a la Casa Rosada, la renombran “Casa Montonera”, incendian coches en las calles aledañas, desarman policías que andan distraídos, despiden a dos de los tres miembros de la Junta Militar con gritos “Se van, se van y nunca volverán” cuando éstos se alejan del lugar en un helicóptero. Insultan, se le ríen en la cara y escupen al general Alejandro Agustín Lanusse, - el único que es teniente general y ostenta el cargo más alto de la cúpula militar del Ejército en la Argentina- cuando éste abandona a pie la Casa Rosada, después de haber entregado la banda presidencial.
Militantes montoneros revelan cómo fue el secuestro de Aramburu
“En los momentos decisivos, una juventud maravillosa supo responder a la violencia con la violencia y oponerse, con la decisión y el coraje de las más vibrantes epopeyas nacionales, a la pasión ciega y enfermiza de una oligarquía delirante. ¿Cómo no ha de pertenecer también a esa juventud este triunfo, si lo dio todo -familia, amigos, hacienda, hasta la vida- por el ideal de una patria justicialista? Si no hubiera sido por ella, tal vez la agonía del régimen se habría prolongado, y con él, la desintegración de nuestro acervo y el infortunio de los humildes. Por eso, la sangre que fue derramada, los agravios que se hicieron a la carne y al espíritu, el escarnio de que fueron objeto los justos, no serán negociados. (…) En este acto y ante la Asamblea Legislativa aquí reunida -prosigue el doctor Cámpora-, hago entrega del proyecto de ley de amnistía que propone el Poder Ejecutivo (…) porque la cuestión de la pacificación nacional es el problema prioritario que debe resolverse sin dilaciones, para encarar la tarea de reconstruir la Patria.”
“¡Primera ley vigente,
libertad a los combatientes!”
A 40 años del ataque Montonero que conmocionó al país
Al caer la tarde, mientras los militares soportan las ofensas recibidas con la cara hasta el piso, la llamada “juventud maravillosa” se moviliza hacia la cárcel de Villa Devoto para asegurar la liberación de los presos políticos. Allí cantan consignas contra el imperialismo, la oligarquía, los empresarios, los sindicalistas y los uniformados. Simultáneamente, se liberan presos en forma indiscriminada de otras cárceles.
Aunque el llamado “Devotazo” o la “Segunda toma de La Bastilla”-como lo denominó el senador peronista Vicente Saadi, terminó con un saldo de dos muertos y veinte heridos, para muchos militantes, ésta sería una jornada inolvidable.
Dos días después, el Congreso nacional confirma la amnistía propuesta por el Presidente Cámpora, convencido de que es “el punto de partida para el desmonte de un mecanismo conflictivo, un cimiento indispensable para la edificación de la paz interior.” Pero muchos argentinos lo ponen en duda. Están aún calientes los cuerpos del almirante Hermes Quijada, comunicador oficial de los hechos de Trelew, y del secretario general del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor de la República Argentina (SMATA), Dirck Henry Kloosterman, asesinados después del triunfo electoral del FREJULI.
Dicha amnistía, al no considerar el programa de cinco puntos firmado por casi todos los generales, quienes habían advertido que no aceptarían “la aplicación de amnistías indiscriminadas para quienes se encuentren bajo proceso o condenados por la comisión de delitos vinculados con la subversión y el terrorismo” acarrea graves consecuencias: aumenta la preocupación de los militares por los efectos de la penetración izquierdista dentro del gobierno constitucional; se destruye la confianza en los partidos políticos y, sobre todo, la eficacia de la justicia para hacer cumplir la ley.
“Hay tensiones acumuladas y habrá conflictos. Es imposible restaurar en pocos días todo lo destrozado en tantos años. La función policial no será combatir esas manifestaciones. Sólo encauzarlas, ponerles razonables límites. Impedir desbordes. Los hombres de la policía pueden sentirse aliviados -les dice el nuevo Ministro del Interior, doctor Esteban Righi. Ahora nadie pretende que de sus armas deba salir la solución a los conflictos. Los grandes movimientos de la sociedad y los cambios revolucionarios que en ella se irán produciendo, apaciguarán esas pasiones. Conseguirán canalizar todas las energías hacia la ardua tarea de construir una Argentina justa, libre y soberana. ¿Cómo vamos a ordenar reprimir al pueblo, si suyo es este Gobierno y en su nombre y por su voluntad actuamos?
(…) Las reglas del juego han cambiado. Ningún otro atropello será consentido. Ninguna vejación a un ser humano quedará sin castigo. El pueblo ya no es el enemigo, sino el gran protagonista…”
Del "Muerte a Perón" al "Perón o muerte"
Como lo hacen los fusiles Montoneros que persisten en la guerra contra todos aquellos que “hayan perseguido, asesinado o explotado al pueblo”, policías y militares enfilan contra “los que portan bombas y pistolas y los que difunden ideas contrarias a la civilización cristiana y occidental”.
Si a simple vista la sociedad argentina parece haberse convertido en un campo de batalla entre los militares y las organizaciones armadas, esta imagen poderosa está lejos de la verdad, puesto que oculta la postura asumida por vastos sectores de la vida política y de la opinión pública argentina, los cuales se niegan a consentir la incitación sistemática del caos -incluido el asesinato- entre los procedimientos considerados aceptables, tanto en lo que hace a la metodología política como al carácter sagrado de la vida humana.
“No muestres los dientes si no sabes morder.”
El 25 de mayo de 1973 la militancia política y las organizaciones guerrilleras convocan a los fantasmas del odio y la humillación. Y los fantasmas del odio y la humillación activarán el placer de la venganza. Sintiéndose los únicos capaces de imponer autoridad, con fondo de himno, bandera y sones marciales, y con el recuerdo luminoso de sus camaradas de armas, el “ya van a ver” puede leerse en sus ojos.