Dos días después de haber sido elegido presidente, el doctor Humberto Illia recibe una carta de Jorge Ricardo Masetti, nacido el 31 de mayo de 1929 en la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, el primer periodista argentino que había entrevistado en la Sierra Maestra a Fidel Castro y al Che Guevara, fundador y director en Cuba de su propia agencia de noticias con corresponsales en el extranjero, ahora flamante Comandante Segundo del Ejército Guerrillero del Pueblo:
“Subimos las montañas, armados y organizados y no bajaremos de allí sino para dar batalla. Somos los únicos hombres libres en esta oprimida República. Este ejército nuestro es el de los rebeldes, el de los que no se doblegan, el de los que repudian las negociaciones fraudulentas, de políticos fraudulentos en colegios electorales fraudulentos…Renuncie a ser Presidente fraudulento, denuncie el fraude por su nombre y exija elecciones libres. Esperando con sinceridad que el antiguo ciudadano digno siga vivo y puro en usted. Ahorra a usted y a nuestra patria el calvario sangriento de nuevos años de violencia.
REVOLUCIÓN O MUERTE
Campamento Augusto César Sandino,
9 de julio de 1963"
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El grupo guerrillero está integrado por una treintena de guerrilleros: dos cubanos del entorno personal del Che (Hermes Peña y Alberto Castellanos); ex miembros argentinos de la Federación Juvenil Comunista y militantes independientes. Puesto que consideran que la realidad rural del norte es la realidad de toda la Argentina, el operativo tiene su centro en Salta y aparece muy involucrado el gobierno cubano, en especial Ernesto Guevara, quien va a ser el Comandante Primero, en caso de prosperar el movimiento.
El lugar elegido es Orán, ubicada a unos pocos kilómetros del ingenio El Tabacal, adquirido por Robustiano Patrón Costas, un apellido clásico de la oligarquía argentina, señor de bienes y trabajadores en una región con poblaciones escasas y muy distantes entre sí, alto grado de analfabetismo, desnutrición y mortalidad infantil.
El grupo guerrillero comienza sus operaciones un día como hoy, 21 de junio, del año 1963, las que duran hasta el mes de abril de 1964.
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Con alegatos parecidos a la carta que le había enviado a Illia, Massetti redacta el siguiente Mensaje a los campesinos:
“Compañero campesino: Te escribimos esta carta para que la leas varias veces y para que se la leas también a todos los arrenderos, peones y compañeros que no saben leer. Nosotros somos trabajadores como ustedes, de distintos oficios y profesiones, a quienes nos explotan en las ciudades y en los pueblos los mismos que los explotan a ustedes en el ingenio, en los montes o en los campos. Todo esto sucede hasta ahora porque los ricos, los dueños de las tierras, los dueños de las fábricas, son también dueños de las armas, tienen la fuerza de su parte. ¿De qué lado se pone la gendarmería o el ejército o la policía cuando hay algún problema? ¿Alguna vez viste que un policía o un gendarme defiendan a un pobre contra un rico? Si todos los arrenderos, peones, obrajeros, pequeños propietarios y contratistas tuvieran un arma, los ricos no los explotarían. Y si los ricos no explotasen a los pobres, sencillamente no habría ricos, porque si nadie explota a nadie todo el mundo tendría que trabajar para vivir. La tierra sería del que la trabaja. Las fábricas de sus obreros (…) Debemos quitarles los fusiles de las manos y empuñarlos nosotros. La lucha va a ser larga y dura y usarán desde aviones, cañones y ametralladoras, hasta delatores. Con esos hay que ser y seremos implacables. Esto lo arreglará el pueblo. Esto lo arreglaremos nosotros. Y vos, compañero, junto con nosotros cuando juremos REVOLUCIÓN O MUERTE. Recibe un saludo de hermano.
Montañas de Salta, enero de 1964.
Por el Ejército Guerrillero del Pueblo.
Comandante Segundo"
Los guerrilleros se organizan en los siguientes grados militares: comandantes, capitanes, tenientes, combatientes y aspirantes. Cuando ascienden de aspirante a combatiente deben prestar el siguiente juramento: “Compañero aspirante, si aceptas los sacrificios de la lucha que el pueblo te demanda, jura con nosotros: Revolución o Muerte”. “Revolución o muerte”, repite el aspirante. Responde quien toma el juramento: “Sólo la muerte te liberará de este juramento.”
A los grados jerárquicos se suman reglamentos de disciplina, de justicia militar y moral revolucionaria. Los reglamentos disciplinarios obligan a acatar las órdenes, tratar con respeto a la población civil, no apoderarse de nada sin permiso de los dueños y pagar todo lo que se consuma, mantener las armas en perfecto estado, evitar dejar rastros, utilizar caminos distintos, etc.
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El artículo 1º del reglamento de justicia militar, sanciona con la pena de muerte los delitos de traición; cobardía ante el enemigo; insubordinación; tortura; violación; asesinato; robo; bandolerismo; deserción; delito contra natura. Por su parte, el artículo 2º sanciona hasta con la muerte los delitos de insubordinación; maltrato a la población o al prisionero; descuido con las armas o material político; infidencia, calumnia contra el EGP, sus oficiales u otros compañeros y todas aquellas actitudes que lesionan a la unidad o los fines del EGP.
También se conoce un documento interno del EGP, que habla sobre la pareja revolucionaria, a la que define como “una relación integral de dos personas que tiene como eje su actividad revolucionaria. No es una entidad “personal” al margen de su conjunto de relaciones y actividades políticas. Por el contrario, la pareja es una actividad política también. En caso de desacuerdos entre ellos, proyectarlos a la militancia “es una manifestación de individualismo que proviene de considerar a la pareja como una entidad separada del conjunto de la militancia. Se debe superar considerando a la pareja como una célula político-familiar. Otra falta de respeto por la pareja se manifiesta cuando se produce una separación temporaria por las tareas o porque uno de los compañeros o ambos caen en manos del enemigo. En este caso es frecuente que los compañeros tiendan a iniciar nuevas relaciones. Es una manera cómoda de resolver las carencias propias inmediatas y constituye una muestra de fuerte individualismo, al no ponerse en el lugar del otro y mirar las cosas de conjunto, partiendo del punto de vista de los intereses superiores de la Revolución.”
El Reglamento disciplinario llega a aplicarse y se fusila a dos guerrilleros, Así lo señala de manera escueta en su diario de guerra el capitán Hermes:
“El día 5 de noviembre salió el Cordobés con la gente que había llegado nueva y NOSOTROS FUSILAMOS AL PUPI.” Pupi era Rodolfo Rotblar, un joven judío de 20 años, a quien el asma le impedía soportar el entrenamiento militar, último en los recorridos, vivía en estado depresivo, una verdadera carga para el grupo y, además sumamente peligroso porque si se le daba por fugarse podía ser hallado por los gendarmes y delatar al grupo.
“El día 18 de febrero (1964) se llevó a cabo un juicio contra Nardo en el que se le aplicó la pena de muerte, y el 19 fue ejecutado y en el cual fui Presidente del tribunal y luego continuamos la marcha. “Nardo era Bernardo Groswald, de la misma edad que “Pupi” Rotblar y como él, también judío, empleado bancario en la ciudad de Córdoba, que no soportaba la vida en la selva y la disciplina militar, no se higienizaba, solía caminar en cuatro patas y bajar de culo las cuestas, sufría horrores por un problema en la columna causado por la distensión del nervio ciático, no podía con su alma, se la vivía llorando y masturbándose.
El grupo revolucionario nunca llega a entrar en combate. La Gendarmería lo localiza por denuncias de los propios campesinos:
“…existían personas extrañas, desde un mes aproximadamente atrás, sin haberlos podido identificar la gente de Santa Rosa, por cuanto se internaban en el monte al ser avistados. Estaban armados con armas automáticas, vestidos iguales, con idénticos botines y con el pelo y barba crecida.
Las realidades de la guerra se llevan muy mal con los sueños de guerrilleros heroicos que venían a liberar a los campesinos de la pobreza y la injusticia. Exponen la vida por ideales, pero no dejan de pelearse por cosas de la vida diaria. Los compañeros cubanos son veteranos de la guerra, pero los jóvenes argentinos, carecen de experiencia en ese terreno. El propio Masetti ya no se siente fuerte y optimista como en esa carta que le había escrito a su mujer a fines de 1963, en la que le decía:
“Ahora llevamos recorridos más de un centenar de kilómetros en el mapa, aunque en realidad son muchísimos más. Nuestro contacto con el pueblo es desde todo punto de vista positivo. De los coyas aprendimos muchas cosas, y los ayudamos en todo lo posible. Pero lo más importante es que quieren pelear... Es ésta una región en que la miseria y las enfermedades alcanzan el máximo posible, lo superan. Impera una economía feudal... Quién venga aquí y no se indigne, quien venga aquí y no se alce, quien pueda ayudar de cualquier manera y no lo haga, es un canalla...”
Reina un clima de caras largas, un compañero muere con el cuerpo destrozado al caer desde una barranca de treinta metros. El hambre acosa al grupo hasta vencerlo.
“Es posible que sus ideales comunitarios fuesen fantasía. Es posible que sus conspiraciones insurreccionales fuesen temerarias. Pero ellos vivieron en aquellos tiempos de agudos trastornos sociales, y nosotros no. Sus aspiraciones eran válidas en términos de su propia experiencia; y, si fueron víctimas de la historia, siguen, al condenarse sus propias vidas, siendo víctimas.”
Edward Thompson
Son detenidos catorce guerrilleros y luego condenados por la justicia, vivieron en la cárcel entre 4 y 14 años, aunque la mayoría de ellos quedó en libertad en 1968. También aparecen los cuerpos de los guerrilleros fusilados: Pupi y Nardo. El que no aparecerá nunca es el cuerpo de Jorge Ricardo Masetti.