Estamos a días de las elecciones PASO en un contexto donde los aumentos en los indicadores de pobreza, desempleo e inseguridad alimentaria conviven con la caída del consumo interno y de la actividad industrial. Más que ante una crisis social, podríamos señalar que enfrentamos una verdadera catástrofe, ya que la situación de emergencia atraviesa de forma transversal a todos los actores económicos y sociales, sin distinciones geográficas.
De acuerdo a un informe reciente de la FAO –el organismo dependiente de Naciones Unidas–, la inseguridad alimentaria ya afecta en la Argentina a más de 14 millones de personas. No quedan dudas que el principal problema que tenemos es el hambre, que golpea especialmente a niñas y niños. Esta situación se combina con las dificultades que tienen los que viven de las changas y están trabajando solo dos veces por semana.
Estamos en un país en el que cierran 43 Pymes al día, según los propios registros de la AFIP, y ya se han perdido más de 270 mil puestos de trabajo registrados en el último año. Pero los que conservan el empleo tampoco la pasan bien, porque los que tienen un flete o alquilan un taxi la pelean todos los días y, con la suba de los precios de los combustibles, sienten que se funden laburando. Y está claro que quienes tienen empleos formales ven cómo se deteriora el poder adquisitivo de su salario, con paritarias que cierran muy por debajo de la inflación.
El correlato lógico de este esquema es el endeudamiento. Y el sobreendeudamiento. Muchas familias de clase media están pagando el mínimo de la tarjeta de crédito y patean las deudas para adelante, con intereses que están por arriba del 100% mensual. En los barrios, se toman re-créditos en la financiera de la esquina, ya no solo a tasas usurarias, sino con un sistema de devoluciones diarias, que representa una restricción muy fuerte de la libertad para esos hogares. Y no se toman préstamos para comprar electrodomésticos o un auto, sino para poder pagar los servicios públicos y los medicamentos.
Cómo se van a contar los votos en las PASO de este domingo 11 de agosto
Queda claro que hacen falta medidas urgentes que le pongan un freno a esta catástrofe social. Me refiero a políticas públicas masivas y concretas, de aplicación rápida, porque ante esta situación de emergencia no hay tiempo para pruebas pilotos ni fases de diagnóstico que se extiendan por seis meses y retrasen la aplicación de los programas.
- La prioridad es garantizar que comer sea barato en la Argentina, con una batería de medidas que incluyen la ley de góndolas, la baja del IVA en los productos que componen la canasta básica y el fortalecimiento de los pequeños productores de la agricultura familiar y la economía social, generando puntos de venta directa para ampliar el acceso a las frutas, verduras y los productos frescos. No puede haber debate en este sentido, tiene que ser una regla básica de un nuevo contrato social, porque comer no puede ser un privilegio en un país que produce alimentos para 440 millones de personas.
- Un segundo eje es cortar con el sobreendeudamiento que sufren las familias. Tenemos que poner en marcha un sistema de crédito no bancario, con tasas de interés bajas, que les permitan comprar máquinas y herramientas a quienes viven de las changas y a los trabajadores de la economía popular. Hoy el endeudamiento genera implosión social, meterse para adentro, con personas que se deprimen porque se sienten culpables de la situación en la que viven, sin percibir que se trata de un fenómeno que afecta a una compacta mayoría. Por eso, necesitamos un esquema de créditos que le dé aire a las familias.
- La tercera cuestión urgente es preguntarnos qué sectores laborales son socialmente relevantes en la Argentina, porque generan fuentes de trabajo que llegan realmente a mujeres y jóvenes, a quienes más afecta el desempleo en la actualidad. En ese sentido, se vuelve necesario proteger especialmente a la industria textil, la construcción, la metalmecánica y el turismo.
En esta elección presidencial, que se empezará a definir con las PASO este domingo 11 de agosto, está en juego qué modelo de país queremos para la Argentina en la que viviremos durante las próximas décadas. El actual gobierno está llevando adelante un esquema que tiene como pilares al sector financiero, la soja, la minería y los salarios bajos, y que deja en la banquina a 20 millones de argentinas y argentinos. Desde el Frente de Todos proponemos un nuevo modelo de desarrollo que logre incluir a todas y todos los actores económicos y sociales, con una mirada federal y pluralista. Las medidas urgentes que debemos implementar para detener la caída social no tienen un gran costo fiscal, requieren de decisión política. Y de un gobierno que sienta dolor ante el dolor del otro.