OPINIóN
Elecciones 2019

El mensaje de las urnas

Mientras en el Gobierno apuntaron todos los cañones de la campaña a una organizada estrategia de comunicación, Fernández se autodenominó su propio jefe de campaña y priorizó la construcción política.

Macri
Cambiemos aceptó que se estaban produciendo nuevos pobres e indigentes y ensayó un discurso de épica, de sacrificios y tormentas que luego traerían calma y prosperidad. | NA PABLO LASANSKY.

Terminada la madrugada del domingo, y ya con los resultados sobre la mesa, comienza el análisis de los números y la búsqueda de explicaciones que nos acerquen una respuesta a un resultado que a priori parece sorpresivo.

Terminó el primero de los rounds electorales del 2019 entre oficialismo y oposición a nivel nacional y la victoria del binomio de los Fernández encierra una contundencia tal que hace pensar que la elección ya está definida.

El Frente de Todos no sólo superó con creces el mítico 45% con el que en octubre obtendría un triunfo en primera vuelta, sino que le sacó 15 puntos de ventaja a Juntos por el Cambio, además de propinarle una histórica derrota en la provincia de Buenos Aires.

¿Qué fue lo que pasó para que un gobierno que hace tan sólo dos años había revalidado sus credenciales electorales justamente en territorio bonaerense y frente a la propia Cristina Kirchner, hoy se vea derrotado de manera tan drástica?

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Son dos los factores principales. El primero es el deterioro sostenido de la situación económica durante el último año y medio, que golpeó especialmente a las clases media y baja y generó la sensación de un gobierno sin timón. Desde diciembre de 2017 el gobierno acumuló una serie de problemas en el área económica: corridas cambiarias, pedido de préstamos al FMI, renegociación con el propio Fondo Monetario, inflación creciente y cambios en el equipo sembraron incertidumbre. Si bien con la estabilidad lograda en el valor del dólar en abril de 2019 pareció que la situación estaba bajo control, el impacto sobre el nivel de vida y la capacidad adquisitiva del salario ya habían erosionado parte del capital político del Gobierno. 

Cambiemos aceptó que se estaban produciendo nuevos pobres e indigentes y ensayó un discurso de épica, de sacrificios y tormentas que luego traerían calma y prosperidad. Mientras tanto, la recesión se hacía sentir y disminuía la calidad de vida de gran parte de la población. En todas las encuestas, las principales preocupaciones de la gente eran económicas: el desempleo y la inflación englobaban casi el 70% de las respuestas. Un porcentaje parecido al que precisamente decidió no votar a Cambiemos.

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El segundo factor es netamente político y tiene que ver con la reunificación del peronismo. Alberto Fernández no sólo recogió los votos de Cristina Kirchner sino que buscó inmediatamente ampliar el armado electoral, primero con los gobernadores y luego con Sergio Massa. Su frase de cabecera no era otra que “sólo con el kirchnerismo no alcanza”.

Días antes de nominar a Fernández como el candidato a presidente, CFK se había sacado una foto con apenas un puñado de gobernadores en la sede del PJ. La última foto de Alberto Fernández en Rosario para el cierre de campaña, rodeado de casi todo el peronismo, dejó entrever que la táctica aperturista de la propia ex presidenta había funcionado.

Mientras en el Gobierno apuntaron todos los cañones de la campaña a una organizada estrategia de comunicación, Fernández se autodenominó su propio jefe de campaña y priorizó la construcción política.  Armó una lista con neto corte progresista para la Capital –donde el kirchnerismo superó su techo histórico– y evitó todas las fugas que fueran posible dentro del peronismo, en cada una de las provincias. El doloroso recuerdo bonaerense de 2017 –en el que el peronismo fue dividido en tres espacios liderados por CFK, Massa y Randazzo– quedaba atrás.

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Visto ese panorama, lo único que le quedó al Gobierno por hacer para afrontar la campaña es apostar como nunca a la polarización y a la idea de “no volver al pasado”. Como ya señalamos, se entusiasmó durante las últimas semanas de la mano de cierta estabilidad cambiaria y un discurso anclado en la obra pública. Demasiado poco para todos los desencantados.

Cambiemos había apostado también a una participación récord en las PASO y a que muchos votantes recurrieran al voto útil. Su objetivo no se cumplió: votó alrededor del 75%, un número similar al del 2015. Se le dificultó encontrar el factor movilizante del año 2015: que terminara el kirchnerismo. Ya no estaba CFK en el centro y Alberto Fernández se encargó de ocupar el espacio vacante. Su campaña de las últimas semanas en donde se popularizó el hashtag #YoVotoMM encerraba algo de desesperación, muy lejos de las sofisticadas herramientas de Big Data y los mensajes segmentados.

Detrás del triunfo de Fernández hay seguro un voto castigo, al menos en una parte de la sociedad, que no está dispuesta a tolerar un ajuste de la economía en el sentido más clásico del término. Con varios colegas compartimos la dificultad para detectar este estado de ánimo. Pero, al mismo tiempo,  probablemente también, encontremos una pequeña reivindicación del ejercicio de la política, en el más estricto sentido de la palabra.