La Convención de la UCR celebrada en Gualeguaychú en marzo de 2015, tenía desafíos y objetivos que sobresalían. Lograr el equilibrio y el control del poder y garantizar la alternancia el ejercicio del mismo. Las dos reglas de oro del sistema democrático y republicano aquí y en cualquier país del mundo.
Recordemos. En las últimas elecciones presidenciales Cristina Fernández de Kirchner se había impuesto con el 54% de los votos, y quien la siguió, el Socialista Hermes Binner, solo obtuvo el 17% de los sufragios emitidos. Ese guarismo desbalanceaba por completo la posibilidad del equilibrio y el control de Poder (Checks and Balances) por la consecuente correlación de fuerzas parlamentarias que ello significaba.
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La alternancia en el ejercicio del Poder impediría la profundización de la marcada tendencia hacia la hegemonía, el autoritarismo y la degradación de las instituciones que caracterizaba al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, situación que conducía inexorablemente a la corrupción institucionalizada. El PRI mexicano (Partido Revolucionario Institucional) es un claro y elocuente ejemplo ya sea en su denominación de hegemónico (Giovanni Sartori) o dominante (George Burdeau), el resultado podía preverse de manual.
Ambos objetivos se cumplieron con la fundación de la Agrupación “Cambiemos” que alumbró en la citada Convención Radical y que se constituyó en una formidable herramienta electoral.
Cabe preguntarse ¿era ese el objetivo final o solo un primer paso? Estoy entre los que piensan y actuaron convencidos de que fue un primer paso histórico que permitió derrotar a un populismo degradante y corrupto.
Pero era eso, solo un primer paso. El siguiente debía ser constituir una auténtica coalición de gobierno que significa solo la natural distribución de espacios de poder entre sus integrantes (cargos, responsabilidades públicas) como algunos de manera mezquina y despectivamente han querido interpretar. Si no, esencialmente, la creación de ámbitos permanentes e institucionalizados de debate acerca de las políticas públicas. Nunca ocurrió. “Cuando uno no quiere, dos no bailan” reza el acertado refrán popular. Desde el nacimiento de “Cambiemos”, el PRO fue esquivo en generar esas instancias de debate.
Algunos argumentadores oficialistas señalaban que en un sistema Presidencialista una Coalición de Gobierno no tiene cabida. Error por ignorancia o mero pretexto. La más notable de las coaliciones funcionó con éxito en la Alemania unida, motor de la Unión Europea. Allí Partidos históricamente antagónicos como la Democracia Cristiana y los Social Demócratas han gestionado conjuntamente y aún lo hacen en la economía más fuerte de Europa. Pero no vayamos tan lejos.
Si cruzamos el Río de La Plata encontraremos una Coalición conformada por una disparidad de Partidos que gobiernan exitosamente en el Uruguay y conviven en un sistema presidencialista. Y, si cruzamos la Cordillera de los Andes encontraremos el ejemplo de la Concertación chilena. Coalición que gobernó básicamente entre Socialistas y Demócratas Cristianos. En este caso hasta pactaron los turnos de alternancia en el ejercicio del poder como lo demuestran los ejemplos de Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Es obvio que han constituido una Coalición de Gobierno exitosa que alterna y disputa el Poder con expresiones de la derecha tradicional como la de actual administración de Sebastián Piñera.
Hoy “Cambiemos” no es una Coalición de gobierno y tampoco la robusta herramienta electoral de antaño. Es así, por algo tan elemental y casi de sentido común, como que no es posible responsabilizarse de Políticas Públicas sobre las cuales no se ha podido debatir previamente. El Gobierno del PRO, desde el inicio de su gestión, nos habló del mejor equipo de los últimos 50 años y hasta intentó asimilarlo deportivamente con un “dream team político”. A este “dream team” le ha costado encestar triples, dobles y hasta tiros libres.
En la actual situación podríamos formular una tercera regla, que sería: “si la crisis es profunda y se prolonga en el tiempo, corresponde ampliar la base de sustentación política y no encerrarse sobre sí mismo”.
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El telón de fondo es dramático: 32% de pobreza (13 millones de compatriotas) y Pymes al borde del colapso, inflación disparada y tasas de interés crediticio inaccesibles e incompatibles con cualquier proyecto productivo honesto.
En estas circunstancias, se impone generar una alternativa política que supere polarizaciones artificiales, o “grietas” con solo fines electorales. Continuar con esa estrategia es peligroso, aún para la gobernabilidad del país porque los legisladores se eligen en la primera vuelta de las elecciones y ganar, en el mejor de los casos, en segunda vuelta sería “pan para hoy y hambre para mañana” porque la minoría Parlamentaria sería más notoria y ya el Gobierno no gozaría de la “luna de miel” que la Sociedad concede a las nuevas Administraciones.
Propongo un Gobierno de Unidad Nacional integrado por Radicales, Peronistas, Socialistas, GEN, y otros Partidos que constituyan un Consejo Económico Social que permita debatir de manera institucionalizada a los representantes de los Trabajadores, los Empresarios, las Universidades Nacionales y los diferentes Credos Religiosos entre otros. De allí alumbrarán los denominadores comunes, Políticas de Estado que nos permitan remontar esta empinada cuesta.
*Presidente de la UCR.