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Día nacional de la Minería: ¿Primer gran error de la historia?

Sobre la actividad a cielo abierto, generación de puestos de trabajo y beneficios para el Estado.

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Minería | Minera Andina del Sol

Un nuevo aniversario del Día Nacional de la Minería se cumplió este 7 de mayo, habiendo pasado más de 200 años desde que La Asamblea General Constituyente de 1813 generó el primer marco legal para la actividad minera en nuestro territorio. ¿Trascurridos más de dos siglos, se cumplieron las expectativas?

Vicente López y Planes, recordado mayormente por ser el creador del himno argentino, y quien por ese entonces era el Secretario de Hacienda del Triunvirato, fue uno de sus mayores impulsores, sentando las bases que prácticamente se sostienen hoy en día, y entre las que se destacan la importancia del capital extranjero, tanto para las inversiones como para el desarrollo y obtención de minerales, lo que justificaba el permiso al ingreso de equipos e insumos sin gravámenes, la libre disponibilidad de lo producido y sus beneficios económicos, y la nacionalización de todo extranjero que quisiera convertirse en minero. Así lo recordaba la Universidad Nacional de Cuyo en el cumplimiento del bicentenario de esta norma. 

Poco más de un siglo después, mediante el decreto 33.338 del 20 de diciembre de 1945 queda establecido el 7 de mayo como el día nacional de esta actividad, la que nunca ha dejado de ser foco de controversias, tanto a nivel local como internacional.

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Entre el 7 de mayo y los próximos tres días, como sucede cada dos años, Costa Salguero, en la Ciudad de Buenos Aires, fue sede de Arminera, la exposición internacional de la Industria Minera que tiene como objeto presentar avances tecnológicos y reunir a los principales decisores nacionales e internacionales. La ubicación de esta actividad, que a priori es libre y gratuita, resulta un elemento crucial para evitar la participación de la sociedad civil que se opone a estas prácticas.

Habiendo transcurrido dos siglos desde el inicio de su fomento estatal, resulta importante realizar ciertos balances sobre esta actividad. ¿Se cumplieron las expectativas?

Presentada como impulsora del desarrollo, la modernidad y el progreso, la minería no ha logrado transformar las asimetrías y los atrasos en la estructura productiva que caracteriza a nuestro país. El déficit o la deuda de esta actividad no es solamente para con la Nación sino, lo es sobre todo con las localidades y provincias donde se inserta.

Si tomamos a Catamarca, San Juan y Santa Cruz, a priori, principales provincias mineras, no solo que no han superado la pobreza, la indigencia y la falta de empleo, sino que además dichas variables no se relacionan directamente con la evolución de las exportaciones mineras. 

Como señalan Maristella Svampa y Enrique Viale en “Maldesarrollo. La Argentina del extractivismo y el despojo”, el hecho de que la actividad minera traerá consigo al progreso es solamente un mito. En su obra se detalla, por ejemplo, como por cada millón de dólares que se invierte en este sector, solo se generan entre 0,5 y 2 puestos de trabajo.

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Este argumento no lo sostienen solo estos autores, el documento “Informes de cadenas de valor. Minería Metalífera y Rocas de Aplicación” publicado por el Estado Nacional, sostiene que se trata de una actividad intensiva en el uso de capital, y que por eso se explica la nula capacidad de para generar empleo: en el 2015 representaba el 0,17% del empleo nacional.

El Censo Nacional Minero publicado en el año 2017 no solo toma los empleados de la minería metalífera sino también los de rocas de aplicación y no metalífera, por lo que en su conjunto se logra alcanzar los 33.403 puestos de trabajo asalariados. Menos del 1% si se compara la cantidad de empleo que generan otras actividades.

Además, decir 30.000, 40.000 o 50.000 puestos de trabajo no es decir nada si se tienen en cuenta las actividades que se podrían impulsar desde el Estado a partir del costo que al Estado le incurrirá remediar los pasivos ambientales en aquellos lugares donde todavía es posible llevarlos adelante. El saldo entre impactos negativos de la actividad – empleo generado es sumamente negativo.

Una vez que se anula el argumento de que la minería genera empleo e ingresos para el Estado, quienes impulsan estas actividades lo hacen presentando el argumento de que la minería es la madre de todas las industrias, que de sus productos parten cientos de actividades necesarias para la humanidad.

Sin embargo, en la Argentina, como lo demuestra el Censo Nacional Minero, el 73% del total de lo extraído por esta industria correspondía a la minería metalífera, donde de este total corresponden el 12% a minerales y concentrados de plata y el 88% a minerales y concentrados de oro. Es decir, el 73% de los productos mineros son oro y plata. El destino de sus exportaciones son para generar reservas de valor para los bancos. El informe citado anteriormente del Estado Nacional destaca que el 72% de las ventas al exterior en 2015 se concentró en Suiza y Canadá. Otro dato importante que surge de este informe es que el oro y la plata fueron en 2015 el 91% de las exportaciones mineras.

Esto es importante porque desde los sectores que se oponen a estas actividades no lo hacen cuestionando a todo tipo de minería, sino a la metalífera, que es realizada a cielo abierto. Nada tiene que ver acá la sal de mesa, el cemento, la arena u otros bienes producto de la minería tradicional no metalífera.

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La minería a cielo abierto se realiza mediante la utilización de explosivos volando grandes volúmenes de roca, químicos de alta toxicidad como el cianuro, el ácido sulfúrico, y el mercurio (entre otros), que luego son depositados en el ambiente, y que además posee un alto consumo de energía y de agua.

El Censo Nacional Minero destaca que el consumo promedio de agua fresca por establecimiento durante el año 2016 fue de 174.766 litros por segundo. Paradójicamente el documento destaca que casi el 69% del agua que utilizan estos emprendimientos es de “fuente propia” y que de ese total, el 66,3% es subterránea y el 33,7% es superficial. Que el 30,5% de los emprendimientos no posea permisos para la extracción de agua, como lo afirma el censo, ya termina siendo un dato anecdótico. Con permiso o sin permiso, el agua es de todos los argentinos, y se derrocha para extraer oro que termina en Suiza y Canadá.

De esta forma, se consolida la degradación de los ecosistemas -muchas veces irreversibles-, la afectación de la flora, fauna, el hábitat, y la pérdida de biodiversidad. La contaminación de las fuentes de agua a partir de la peligrosidad y magnitud de los insumos, luego de cuatro famosos derrames y una pequeña multa por parte del Estado hoy tiene nombre y apellido, y ya ni requiere presentación. Claro está que el cuestionamiento es hacia todo el sector y no solo a la famosa firma Canadiense.     

En síntesis, lo único positivo termina resultando que si no existiera la minería metalífera a cielo abierto, nada negativo sufrirían los argentinos.

 

*Lic. en Comercio Internacional y candidato a Doctor en Desarrollo Económico.