OPINIóN

El águila y el cóndor, la era de la integración

Podemos decir, sin temor a pecar de charlatanes, que el rubro de la ciencia ficción es en sí mismo una máquina encubierta de fabricar profecías.

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Pluma | Samuel F. Johanns / Pixabay

“La diferencia entre música y sonido es justamente la integración. Cuando decimos cuál es la parte rítmica, o emocional o técnica, no estamos hablando de música; es solo sonido. Música es cuando todo está integrado y no podemos separar los elementos."  Daniel Barenboim-

Profecías y reencuentros

Como empezar este artículo de intenciones poéticas y a la vez disruptivas, esperanzadoras…

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Podría empezar por relatar la profecía de los Queros, el último pueblo Inca aún vivo en nuestra era, que decide bajar de sus montañas en el 2012 porque la nieve del pico montañoso local (no recuerdo su nombre… tengo que googlearlo) empezó a derretirse, y esa era la señal del destino para reencontrarse con el resto del mundo y ofrecer su sabiduría ancestral. Los Queros distinguen entre pasado (o materia), lo que ya está hecho y se puede “tocar”; futuro (o energía), el potencial de las cosas; y el presente (o vibración), la “onda” que le pongamos al aquí y ahora. Ellos recomiendan vivir en el presente, que es la integración de lo que fue y puede ser en la vibración del momento… Simplemente hermoso.

Podría empezar también por enumerar otras formas históricas de concebir y buscar la integración en la vida. El Satori en la filosofía zen, el Tao de Lao-Tse, el Ikigai en la cultura japonesa moderna. El concepto de “tríptico” que desde la perspectiva arquitectónica, en la mayoría de las culturas del mundo y la Historia existe la estructura de las 3 puertas o ventanas, siendo la del medio mayor y más imponente; se trata de los opuestos (puertas/ventanas flanqueando la central) que se funden en un Todo equilibrado (la puerta/ventana central), integrando lo femenino y masculino, el día y la noche, el amor y el odio, etc.

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Podría empezar también (creo que a esta altura ya estamos empezados) por mencionar el circuito que se ha creado de occidentales “sensibles” (hippies del siglo XXI, sin rumbo, curiosos, huérfanos de identidad) desde Ecuador y Colombia hasta Argentina y Chile, que recorren el continente por los caminos incaicos y por la costa de Brasil; circuito que conectó indefectiblemente a estos jóvenes -en busca de una alternativa a la vorágine consumista- con las tribus amazónicas shamánicas, sus plantas medicinales, su cosmovisión andina.

Podría terminar la idea (que se conecta con los Queros) de que hoy los “taitas y las mamachas” recorren el mundo entregando –e integrando- el Yagé (Ayahuasca), el Buffo (5-DMT), la Wachuma (San Pedro), el Cucumelo (psilocibina) y otras medicinas del espíritu (disolventes del ego) a una población creciente de citadinos globalizados, sin rumbo, curiosos, huérfanos de identidad.

Relatos sci-fi y Edipos legendarios

Podemos decir, sin temor a pecar de charlatanes, que el rubro de la ciencia ficción es en sí mismo una máquina encubierta de fabricar profecías. Cuando un artista imagina mundos posibles “a la vuelta de la esquina”, y los expresa en novelas, series o películas, sus espectadores más apasionados buscarán la forma de reproducir en la realidad la tecnología sugerida, los sistemas propuestos y los procesos presentados en dicha ficción, convencidos de que “la cosa va por ese lado”. Cuando lo consiguen, ¡zas! La ficción se vuelve realidad. Aquella posibilidad de un futuro imaginado se vuelve la norma, el camino, el eslabón último de la cadena histórica. En pocas palabras: se vuelven una profecía cumplida.

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Algo similar pasa con las profecías declaradas y legendarias que aún protegemos del olvido. Se manejan de la misma forma. El hecho de que el relato de lo que puede pasar se anuncie como algo que va a pasar (o sea, la declaración flagrante de que es una profecía) solo le da un peso simbólico mayor en las mentes impresionables de nosotros, homínidos supersticiosos. Pero el recorrido “mental-real” es el mismo. Alguien plantea un futuro posible y el mundo se encarga de recrearlo. Si no me creen, preguntémosle a Edipo.

Es hora de volar juntos

"Hoy vamos a hablar de la orquesta como organización. Un elemento fundamental en la música y en las organizaciones, ya sea una orquesta, una empresa o un país, es la integración. Si los elementos nos se integran, suenan mal y no hay música. La grieta implica desintegrar, y desintegrar no funciona.” Roberto Serra, profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de Buenos Aires.

Sobrevive aún en el imaginario de algunos pueblos amerindios la profecía del “Águila y el Cóndor”. Lo que antes se refería a pueblos del norte (águila) y pueblos del sur (cóndor) del continente americano, ahora se transcribe en “occidente” y “pueblos originarios” de todo el mundo. Lo moderno (el águila) y lo ancestral (el cóndor). La ciencia y el espíritu. La razón y la intuición…  Ya me van entendiendo.

Esta profecía dicta que llegará el momento donde ambas aves, ambos mundos, ambas formas de encarar la vida, volarán cerca la una de la otra en una danza telúrica hasta entrecruzarse y formar así una nueva criatura mágica, balanceada, integral. La unión en el plano consciente y real de los opuestos. El equilibrio cósmico de una Humanidad sistémica, holística, fundamentada en la Sustentabilidad.

El momento ha llegado. Se siente. Se nota. Ya no hay vuelta atrás.