OPINIóN
Asumió Fernández

Que la tinta sea de Alberto, esa es la cuestión

El discurso de asunción fue una disertación de alta calidad republicana, donde destacó magistralmente la importancia de convocar a la unidad de los argentinos. ¿Será posible?

Alberto Fernández pronuncia su discurso
Alberto Fernández pronuncia su discurso. | Joaquín Temes

Sin importar ideologías ni afiliaciones partidarias, la mayoría de los ciudadanos que habitan el suelo argentino, seguramente coincidirán en que el discurso de asunción del nuevo Presidente de la Nación, Alberto Fernández, fue una disertación de alta calidad republicana, donde destacó magistralmente la importancia de convocar a la unidad de todos los argentinos, así, manifestó “…ha llegado la hora de abrazar al diferente…” y “… por eso quisiera que estas palabras sean la invitación a una reflexión profunda…  de que todos seamos capaces de convivir en la diferencia y que reconozcamos que nadie sobra en esta nación…” y en su afán de mayor conciliación, afirmó “no cuenten conmigo para seguir transitando el camino del desencuentro”.

El resto de su discurso abordó temas de extrema importancia, como dar prioridad al Plan Integral Argentina contra el Hambre, brindar inmediata ayuda a 15 millones de personas que “sufren de inseguridad alimentaria” y reafirmó que además de “...superar el muro del rencor y del odio entre los argentinos, tenemos que superar el muro del hambre”.

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Una importante parte de su discurso estuvo dedicada a contarle a los argentinos el gravísimo legado que deja el presidente Macri, así enfatizó con gran detalle sobre los paupérrimos indicadores de pobreza, indigencia y sanitarios, mientras al mismo tiempo enfatizaba en el posible default que podría sufrir la Argentina, tras la cuantiosa deuda asumida por el gobierno saliente y las enormes dificultades que deben enfrentarse para cumplir con lo pactado.

Otra parte de su discurso estuvo destinada a afirmar con total determinación que la justicia dejará de responder al poder político “de turno”; vale aclarar, que si bien su discurso sobre transparentar la justicia fue superador, al mismo tiempo fue utilizado para poder cuestionar con vehemencia las acusaciones y detenciones durante la “era macrista” contra una importante cantidad de funcionarios kirchneristas, incluida la ex presidenta y actual vicepresidenta de los argentinos, quienes fueron acusados, en algunas causas con sobradas pruebas de haber cometido ilícitos durante la anterior gestión kirchnerista. Por último, también afirmó que intervendría la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y que ordenaría reasignar sus fondos reservados para financiar el plan destinado a combatir el hambre.

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Así, el discurso del nuevo presidente se refirió a los más importantes problemas que hoy afectan a los argentinos y a la relevancia de afrontar con responsabilidad y unidad cada uno de estos temas.

Su postura de dignificar la justicia y promover la unión de los argentinos, tal vez fue la parte que más gratamente sorprendió a propios y ajenos, ya que esta Argentina partida, necesita de una vez, respetar las instituciones, al mismo tiempo que encontrar consensos que superen los conflictos, y abandonar para siempre la hostilidad desmedida entre oficialismo y oposición. Y aquello que, sin dejar de ser grato, sorprendió, es que tales manifestaciones fueron acompañadas de una vicepresidenta, que, en plena asunción, mientras el nuevo presidente juró finalmente como corresponde según lo establece la Constitución Nacional, se las ingenió para seguir “sorteando la norma”. Así, si bien Cristina Fernández de Kirchner aceptó que la jura de la nueva fórmula del Frente de Todos sería ante la ex vicepresidenta Gabriela Michetti, al momento del acto, nuevamente se salió de cuadro, agregando al tradicional juramento “… que el pueblo, como siempre, me lo demande”, ocasionando la ovación de una tribuna que incondicionalmente festeja las transgresiones a la norma de la nueva vicepresidenta.

De tal modo, mientras Alberto Fernández enfatiza sobre la importancia de dignificar a la justicia, su compañera de fórmula, pasó por alto una vez más, la letra de la Carta Magna en pleno juramento de asunción.

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Por otra parte, llegado el momento del traspaso de mando, Mauricio Macri se acercó al nuevo presidente para colocarle la banda presidencial y entregarle el bastón y culminó el protocolo ceremonial con un abrazo muy cordial entre los presidentes saliente y entrante, y así, tal cual lo afirmó en su discurso el nuevo presidente, pareció haber “…llegado la hora de abrazar al diferente”. Sin embargo, cuando Mauricio Macri se acercó a saludar a Cristina Fernández de Kirchner, ella le dio la mano con un deprecio tal, que nadie pudo dejar de advertir la enorme molestia que sintió la nueva vicepresidenta al tener que estirar su mano para saludar al presidente saliente, mientras miraba para otro lado, bajo una postura de extrema animosidad.

Parece que para la nueva vicepresidenta de los argentinos, respetar la letra de la Constitución es una batalla perdida, y “abrazar al diferente” es una misión imposible.

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Si Alberto Fernández gobernará a los argentinos del modo que manifestó durante su discurso de asunción, gobernará estupendamente y como un republicano.

Sin embargo, sobre una cuestión sí debería preocuparse y ocuparse, si quiere cumplir el nuevo presidente con lo sobresalientemente manifestado en su discurso:la consideración de brindarle a su vicepresidenta el mismo espacio que le dieron todos los presidentes argentinos a sus vicepresidentes a lo largo de la historia, no más. Si logra tal objetivo, podríamos presagiar un destino muy alentador para la república y la unión de los argentinos; de lo contrario, probablemente la trasgresión a la regla y los enfrentamientos descarnados con “el diferente” predominarán en las noticias cotidianas de los argentinos, y sus nobles intenciones manifestadas en el primer día de su presidencia quedarán en el olvido.