OPINIóN
Análisis

Coronavirus y economía de guerra

Las medidas anunciadas son un bálsamo para muchas industrias que ya venían golpeadas por una fuerte recesión, pero ¿qué pasará con el sector informal?

Coronavirus economia
Economía mundial y Coronavirus | romanakr / Pixabay

Paul Samuelson (1915-2009) fue un economista norteamericano laureado con el Premio Nobel de la especialidad en 1970, en su segunda edición. Fue, sobre todo, un gran docente y un prolífico autor. En 1948 produjo un libro clásico, traducido a más de 40 idiomas y un best-seller mundial para un texto universitario: Manual de economía moderna. Incluía ejemplos didácticos apelando al sentido común, como la célebre elección que toda sociedad debe realizar en tiempos de guerra: “cañones o mantequilla”. O sea, en el corto plazo, no habrá lugar para tener más de ambos productos y la mayor demanda que se realiza sobre el esfuerzo bélico terminará deteriorando el consumo de los “bienes civiles”. Pero que también la ineficiencia en la producción y la distribución podría, incluso, poner un límite aún inferior.

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Ayer el presidente francés Emmanuel Macron no anduvo con vueltas. “Estamos en guerra”, afirmó con convicción para dejar paso a los anuncios. El Presidente español Pedro Sánchez también se refirió a la emergencia para explicar que lo peor recién está por venir. De mutuo acuerdo, Canadá y los Estados Unidos anunciaron el cierre de su extensa frontera, cosa que también hicieron la Argentina y Uruguay. El Presidente de Chile decretó el estado de desastre.

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El común denominador de estas severas decisiones está en las proyecciones que los científicos vienen realizando sobe la pandemia del coronavirus. El Imperial College de Londres emitió un informe que cayó como un baldazo de agua helada en las expectativas financieras globales, afirmando que la pandemia requerirá de un esfuerzo mayúsculo para evitar que los muertos en los Estados Unidos, por ejemplo, no alcancen los 2 millones de personas. El derrumbe de las bolsas mundiales en el día de hoy y una nueva caída del petróleo, perforando su piso desde 2002 y arrastrando también a las empresas petroleras, como YPF.

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Asumiendo que la lucha contra el nuevo enemigo silencioso que ya está entre nosotros, afectará uno de los objetivos del Gobierno (la renegociación de la deuda en un contexto de huida de los activos argentinos) y postergará el otro (reactivar la economía, agobiada con alta inflación y presión impositiva creciente), a casi una semana que se empezaran a adoptar medidas concretas para la contención sanitaria, le llegó el turno a la producción. Las medidas de distanciamiento necesarias afectan el normal desenvolvimiento de muchas industrias y servicios. Además de las afectadas directamente, como el entretenimiento, la gastronomía, el turismo, el transporte de corta y larga distancia; por citar sólo algunos de los que reciben el impacto directo, también sacude los cimientos de otros sectores que reciben el coletazo como clientes o proveedores en la cadena de valor.

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Las medidas anunciadas son un bálsamo para muchas de ellas, que ya venían golpeadas por una fuerte recesión que cumplirá dos años en pocas semanas. De su implementación rápida y eficaz dependerá que puedan amortiguar en parte este primer golpe. Pero también quedan flotando dos interrogantes. ¿Qué pasará con el sector informal que no califica para esta ayuda y que constituye el 40% de la actividad económica? ¿Cómo se afrontará este frenazo si las medidas de excepción se extienden más allá del 31 de marzo, como es previsible ya que la pandemia no habrá alcanzado su pico para esa fecha?

La economía de guerra es, justamente, enfocar el esfuerzo productivo de un país para alcanzar un objetivo. El corto plazo vuelve a tomar protagonismo porque, esta vez sin eufemismos, en el largo plazo podemos estar muertos. El verano y la distancia ayudó a que la Argentina no tuviera el mismo ritmo de contagio que España o Italia. La demografía también es favorable (una población menos envejecida) y el ver la evolución del virus en esos lugares ayudó a preparar mejor las acciones. Pero, lamentablemente, toma a la economía argentina sin defensas: es un paciente vulnerable, sin crédito, alta presión impositiva, con sus cuentas fiscales en rojo y una inflación arriba de los dos dígitos desde hace más de una década, con indicadores sociales estancados y un abuso de la emisión monetaria para financiarse. El panorama no es alentador. Pero estas circunstancias el liderazgo se hace más necesario para coordinar las acciones y alentar el esfuerzo común.