OPINIóN
Política

Ser y parecer

El dilema en el que se encuentra Alberto entre ser y parecer presidente no le permite vislumbrar una salida del laberinto en el cual se encuentra para gestionar la emergencia, ni mucho menos liderar un camino al desarrollo.

Alberto Fernández
Alberto Fernández | NA

Un postulado políticamente muy incorrecto es afirmar que en las elecciones presidenciales del pasado octubre se ungió al “jefe de gabinete presidente”. Cargo constitucionalmente inexistente, pero que se nutre en el pecado original de cómo se gestó primero la postulación al cargo y luego en cómo se homologó el mismo mediante el voto democrático.

Antes del video del 18 de mayo del 2019, en el cual Cristina Fernández postuló su candidato a presidente y a ella como vice para las P.A.S.O., Alberto Fernández era un armador político de un frente peronista sin más aspiraciones que contribuir a ganar las elecciones y eventualmente a ocupar algún cargo en el gobierno.

Alberto cosplay y Cristina dentata

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No está claro cómo fue el proceso de decisión que condujo a Cristina a tamaña decisión, si Alberto participó del proceso y en tal caso qué acordaron. Mucho se ha dicho de la letra grande y chica del supuesto contrato, pero lo cierto es que se tratan de especulaciones que hasta ahora resultan imposibles de verificar. Se ignora si en conjunto planearon una agenda de gobierno, si delinearon los roles de cada uno y una posible integración del gabinete y quién decidiría los nombramientos.

Pero más importante aún sería saber qué reflexiones hicieron, si es que las hubo, en cómo resolver el desafío de un híper presidencialismo como el de nuestro país sin despertar sospechas de un poder bifronte. O sea, sin saber quién es el jefe y quién subordinado. Este dilema nunca fue aclarado públicamente ni antes, ni después del resultado electoral, y persiste nueve meses después de la asunción del gobierno.

La versión más sombría de Alberto Presidente​

Así las cosas, el electorado vota mayoritariamente a una fórmula frentista donde la mayoría de los votos son de Cristina como vice pero el presidente es Alberto. Este asume entonces con un mandato popular acotado cobrando encarnadura en la figura de Cristina. Un poder limitado y delegado se asemeja al de un jefe de gabinete más que al de un presidente.

Ser presidente no es lo mismo que parecer presidente.

Se cumplió con todo el ritual democrático. Elecciones libres con resultado nítido y contundente en primera vuelta. Entonces Alberto parece ser el nuevo presidente. ¿Pero lo es? Encabeza la fórmula ganadora, pero tiene poder delegado por votos que no le pertenecen, entonces más bien parece ser un jefe de gabinete.

La coexistencia entre el ser formalmente presidente y parecer un jefe de gabinete alumbra el engendro denominado ¨jefe de gabinete presidente¨, cargo al cual nadie lo eligió, pero alguien lo designó, si es que el mismo existe.

El poder fantasmal de Cristina Kirchner

Este hecho podría resultar una transgresión más a la cual lamentablemente validamos sin más trascendencia política y mucho menos para la vida cotidiana del común de los ciudadanos. Pero nos afecta muchísimo a todos, tanto en aspectos políticos como de gestión, en una situación compleja al comienzo de un mandato que la pandemia agravó.

 

Ser presidente no es lo mismo que parecer presidente.

 

El armado frentista del gabinete horizontalizó el nombramiento de cargos compartilizando funciones sin claras directivas de gestión ni principio de autoridad a quien responder, lentificando y entorpeciendo el cúmulo de decisiones que se deben tomar a diario, máxime ante una emergencia. El listado que ilustra esto es largo y tedioso por la repetición cotidiana reflejada en los medios.  

La pregunta es si Alberto puede remediar esto con las limitaciones políticas con las cuales fue electo y bajo qué contexto. Dado el peso histórico del híper presidencialismo en nuestro país, debería ser presidente y cesar de parecer un jefe de gabinete. Un gesto inequívoco de autoridad. Deconstruir al “jefe de gabinete presidente” en una metamorfosis que lo transforme en presidente.

Para este fin, algunos sectores, políticos y comentaristas, el tan mentado círculo rojo, proponen que alumbre el Albertismo. Pero primero hace falta gestarlo. Parten de un ejercicio intelectual astronómico, que Alberto eclipse a Cristina. No reflexionan que para que esto ocurra, sin que resulte un golpe palaciego, esto tiene que estar explícitamente consentido libremente por Cristina o refrendado por el voto popular.

Ambos serían hechos superlativos. Caso contrario el mentado Albertismo carecería de un mandato moral que lo empodere, constituyéndose en un primo lejano de los golpes de estado duros o blandos, pero golpes de estado al fin. Seria institucionalmente muy peligroso si Alberto pretende y consigue apoderarse de lo que por ahora le es ajeno.

El albertismo no existe (pero que lo hay, lo hay)

El dilema en el que se encuentra Alberto entre ser y parecer presidente no le permite vislumbrar una salida del laberinto en el cual se encuentra para gestionar la emergencia, ni mucho menos liderar un camino al desarrollo. No se sabe si cree que puede seguir gobernando con esta duda existencial, y si lo sabe se desconoce qué estrategia tiene para convencer a propios y ajenos, empezando por Cristina.  

¿Piensa asumir como presidente, delegando en un jefe de gabinete la gestión diaria, con un gabinete vertical y coordinado en cuanto a delegación y mando, que ejecute un plan creíble que permita restaurar confianza y esperanza en un futuro más próspero?

 

Alberto Fernández continúa con su agenda presidencial

Mientras persiste la duda en la sociedad, sumida en la zozobra de una pandemia interminable con todo tipo de secuelas, acerca de si el presidente y la dirigencia política pueden gestionar la crisis, se acumulan tensiones que pueden precipitar un descrédito generalizado y vacío de poder.

Es peligroso un intento de Albertismo sin un genuino proceso de legitimación, tan solo es necesario que Cristina y Alberto resuelvan cuanto antes este pecado original y acuerden gestionar la emergencia bajo un mandato claro y unificado. ¿Es posible solucionar este pecado original sin un arrepentimiento de cómo se gestó? Que alumbre una presidencia con mandato unificado depende en gran medida cómo se responda este interrogante.

 

* Pablo Madanes. +Joint Degree en Economía y Filosofia de University College London.