OPINIóN
Tiempo de balance

Que el árbol no nos tape el bosque

1-11-2020-Logo Perfil
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Es innegable que la pandemia trajo consigo una serie de modificaciones que pusieron en jaque lo que entendíamos por educación. También es cierto, que muchos de esos cambios, permitieron incorporar formas, organizaciones del trabajo y tecnologías que hace bastante tiempo están a disposición para enriquecer la educación, pero que por diferentes cuestiones –muchas de ellas más políticas que académicas- no se habían instrumentado o puesto en práctica.

Por eso debemos hacer un esfuerzo de animarnos a salir de la bipolaridad absurda a la que estamos acostumbrados en argentina. En otros tiempos las disputas entre paro o clases, se trasladó hacia virtualidad o presencialidad, o recientemente evaluarnos o no.

En esta tragedia griega, vemos como en el escenario educativo, actores y actrices van incluso cambiando roles, quienes en un momento estaban en contra de la virtualidad, pasaron a asumir posturas contrarias a la presencialidad y viceversa y por último quienes defendían los dispositivos de evaluación, pasaron sin ponerse colorados, a oponerse a generar diagnósticos de realidad o volver a reinstalarlos.

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Ante tanta ciclotimia sin sustento y en el medio de esas disputas, el estudiantado, sus familias y el grueso de profesorado, estamos presos de incertidumbre, falta de planificación y por ende serias dificultades para ejercer derechos a enseñar y aprender.

En este contexto, ese humo de las peleas, no nos puede hacer perder de vista lo realmente importante de todo proceso educativo: cómo construimos ciudadanía, cómo generamos crecimiento efectivo pasar de grados, años, niveles y cómo promovemos la adquisición de capacidades y conocimientos para que la juventud se incorpore al mundo con más recursos y posibilidades de acceso a calidad de vida. En definitiva, cómo aportamos al desarrollo sostenible.

Para eso hay que regresar a construir ámbito educativo, promover encuentros virtuosos y fomentar comunidad, eso demanda reconocer que el aporte de lo virtual es una innovación a sostener, pero también, es innegable que la fortaleza de lo presencial, en especial en determinadas edades, disciplinas, prácticas y contextos, es la forma central de hacer educación.

Nadie en su sano juicio puede desconocer el retraso educativo en general. Por eso hay recuperar lo perdido, hacer todos los esfuerzos posibles para poner al día al estudiantado. Hubo quienes afirmaron que nadie sufría por recibirse “un año después” o terminar “un mes después el colegio”. Error. Si claro que es importante y es un sufrimiento. Pierde el estudiante, pierde su familia, pierde la institución, pierde la sociedad toda.

A nadie se le escapa que la promoción a partir de evoluciones formativas, en buena medida solo importan transferir el déficit para delante, la primaria lo hace con la secundaria, provocando demoras y retrocesos, la secundaria lo hace con la educación superior, generando la dramática estadística de abandono en los primeros años de las universidades, a las que llegan estudiantes con limitaciones de lecto-escritura. Eso termina repercutiendo en las personas y exige una reflexión.

Hay que tomar a este tiempo, como crucial para permitirnos evaluar lo que hicimos durante la pandemia, que déficit encontramos y deben ser subsanados, que fortalezas nos dan satisfacción, que oportunidades de cambio pueden provocar las tecnologías incorporadas, etc. Por eso es bueno que desde la cartera nacional se haya revisado la postura de suspender las pruebas Aprender, para la educación primaria.

Este es el momento de pensar en reinventar nuestra educación, su organización y nuestras prácticas, convertir a las instituciones educativas en organizaciones interactivas, dinámicas e inteligentes, hacerlas del siglo 21, como nuestros estudiantes, como nuestros desafíos.

*Miembro del Consejo de Gobierno de Unesco-Iesalc.