OPINIóN
Limbo digital

Que el teléfono sea para comunicarnos y no gobierne nuestras vidas

“Estar constantemente revisando los teléfonos produce una pequeña dosis de dopamina, lo que refuerza los comportamientos que la generan”, dice la autora. Si es así, ¿porque aparece la “fatiga mental”?

Celulares
Tecnología: Vivir conectados. | Cedoc Perfil

Si nos preguntan que es lo primero que hacemos al despertarnos…. rezar, meditar, escuchar música, creo que todos diríamos ver el celular y lo último antes de dormir, no es meditar, lavarnos los dientes, saludar sino ver el celular.

Si podés leer esta nota, sin mirar el celular, sentite que gorbenas tu vida, si a la segunda línea miraste el celular, algo anda mal, ya no manejas tu vida, te la manejan.

En el 2004, la capacidad de atención promedio ante cualquier pantalla, era de dos minutos y medio. Para el 2014, esto había cambiado a un minuto con 15 segundos, en el 2019 el promedio era de 47 segundos. Hoy es aún más alarmante si se toma en cuenta la mediana, que es de 40 segundos, en lugar del promedio. Esto significa que, en los últimos 21 años, se han perdido casi dos minutos de atención, dado el fenómeno de exposición a las pantallas.

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Estar constantemente revisando los teléfonos produce una pequeña dosis de dopamina, lo que refuerza los comportamientos que la generan. La dopamina es la hormona que alimenta las adicciones, así que, cada vez que las redes sociales proporcionan un poco de dopamina, de manera inconsciente, hacen querer seguir haciéndolo.

Este tipo de condicionamiento crea una condición donde solo con ver el celular puede producir dopamina. Además, al estar constantemente cambiando de una imagen a otra, de una aplicación a otra, y de un tema a otro, el cerebro se acostumbra a este cambio, lo que dificulta que se concentre en una sola cosa.

Se trata de una transformación en la manera en la que interactuamos con la información y el entorno, producto de un ecosistema digital diseñado deliberadamente para captar y retener nuestra atención mediante algoritmos que optimizan la adicción.

Cada clic, cada notificación y cada “me gusta” son parte de un sistema que estimula la producción de dopamina, una hormona que refuerza comportamientos adictivos y condiciona al cerebro a buscar recompensas inmediatas.

Por ello, la dopamina que se deriva de los medios digitales refuerza el sistema de recompensa y genera placer. El cerebro recuerda esa satisfacción y busca repetirlo.

Sin embargo, al igual que se produce un pico de dopamina, después viene la caída, dejando sentimientos de vacío, depresión, e insatisfacción, provocando querer buscar sentir esa felicidad nuevamente, esto en el cuerpo se traduce, muchas veces, en ataques de pánico, ansiedad sin saber porque, nervios, mal humor y muchas veces estados de violencia.

El exceso de información también contribuye a la fatiga mental. El cerebro humano cuenta con una función ejecutiva que le permite filtrar distracciones, tomar decisiones y mantener el enfoque. Sin embargo, esta función se ve debilitada cuando el cerebro se satura, lo que produce cansancio, ansiedad y dificultad para retomar tareas interrumpidas.

Cada vez que alguno de nosotros cede ante la tentación de pausar lo que está haciendo para revisar el teléfono, el cerebro también tiene que pausar lo que estaba haciendo y pasar a una nueva tarea, lo que afecta negativamente la velocidad y la calidad de lo que hacen a corto plazo, y a largo plazo, cuanto más se alterna entre tareas, más se busca en el cerebro algo nuevo, esto impacta directamente en el rendimiento en nuestro trabajo, en el ritmo de estudio de los estudiantes y en la calidad de vida.

Cada minuto de cada día se suben cerca de 16.000 videos a TikTok, se reproducen 138,9 millones de reels en Instagram y Facebook, y se generan más de 3 millones de visualizaciones en YouTube en todo el mundo, según datos de 2024 recopilados por Domo, la plataforma de datos de productos de inteligencia artificial, imaginemos el momento actual, en lo que debemos estar. Ahora, si a esto se le suma cómo las redes sociales constantemente están compitiendo por nuestra atención y mantenernos atrapados, es fácil ver por qué es tan difícil dejar de lado el teléfono.

Además, el problema también recae en el contenido que miramos, que está pensado para ser momentáneo. Muchas cosas en las redes sociales y en el contenido breve están diseñadas para impactarnos o para apelar a emociones muy básicas, como la sorpresa, la ira o el humor y que se desbanezcan en menos de 24 horas, algo así como lo que duran los estados en las redes.

El mundo está preparado más para lo superfluo, que para lo más profundo"

Estas emociones básicas nos mantienen en un nivel superficial cuando analizamos la información y no requiere de esfuerzo.

A diferencia, cuando leemos un libro o un artículo periódico o una nota de interés, donde tenemos que tener tiempo para reflexionar y procesarla más profundamente, el nivel de actividad mental, en estas últimas actividades mencionadas, proporciona, aumento de riqueza mental, espiritual, pero requiere esfuerzo y la verdad que hoy el mundo está preparado más para lo superfluo, que para lo más profundo.

Aunque la distracción no es nada nuevo, siempre ante lo aburrido o la carga pesada de nuestro día, la salida, el escape era la distracción, pero hoy, la concentración sí cambia según varios factores, desde cómo dormimos, el interés en lo que hacemos y la ansiedad inherente de la vida diaria.

Además, hoy en día existen más tentaciones para distraernos que antes, gracias a las notificaciones e información inmediata que tenemos al alcance de nuestras manos.

Seguro, internet fue creado para que nos comunicaramos mejor, pero la realidad, que hay algoritmos que captan nuestra atención.
Tenemos la sensación de que hay que responder, de que tenemos que comprobar, si hay algo nuevo, de aquí el síndrome de quedar afuera de las redes FOMO, Fear of missing out (miedo a perderse algo).

Como dijo, el premio Nobel Herbert Simon: “Una gran cantidad de información crea pobreza de atención”.

La disminución de la capacidad de atención no es solo un problema individual, sino un fenómeno cultural y social derivado de un entorno digital que privilegia la velocidad, la sobreinformación y la gratificación instantánea.

Sin embargo, es posible revertir esta tendencia si comprendemos cómo funciona la atención, adoptamos estrategias de autorregulación y promovemos cambios estructurales que favorezcan la concentración, el descanso y el aprendizaje profundo.

Recuperar el foco no solo es posible, sino necesario para proteger nuestra salud mental, nuestra productividad y nuestra conexión con el mundo que nos rodea.

Esto no implica, que la digitalización, los dispositivos, no hayan traido muchas ganancias a nuestras vidas, se trata de entender como funcionan, se trata de que nosotros los dominemos a ellos, que estén a nuestro servicio, que lo presencial físico sea más fuerte que lo remoto, que el ocio, la pausa , el descanso sea nuestra prioridad, que el despertar y el acostar, esté lleno de pensamientos positivos, lecturas, diálogos, música etc., para que no se altere, nuestra capacidad de atención y sumemos salud mental a nuestras vidas.

Nosotros tenemos que estar informados, debemos seguir capacitándonos, debemos todo el tiempo aprender, leer libros, escuchar música, saber de arte, escribir y obvio la digitalización facilita nuestras vidas, pero se trata de ser nosotros los responsables y gobernadores de nuestro tiempo y créanme, el limbo digital a veces genera excesos de dopamina y eso es lo que debemos de ver cómo queremos administrarla.