OPINIóN
Retrospectiva

Retratos que hablan de la verdad

El retrato, tan antiguo como el reconocimiento de la imagen, siempre acompañó la historia del arte, por su relación con la identidad individual y social. Algo en lo que se piensa casi de innmediato, apenas se recorre la muestra Hermenegildo Sábat. Maestro del retrato, en el Museo Nacional de Arte Decorativo.

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Hermenegildo Sabat. | Twitter @AgenciaTelam Wikipedia

“Si deseáis entender a fondo la historia de Italia, mirad atentamente los retratos...En los rostros de la gente siempre puede leerse algo de la historia de su época, si se sabe leer en ellos”. Giovanni Morelli, político y crítico de arte italiano.

El retrato –representación de un sujeto- ocupa un capítulo significativo en la historia de las artes visuales. Al punto que ha llegado a afirmarse que hay retrato desde que hay imagen. De hecho, el retrato se impuso rápidamente como un género en sí mismo, en la medida en que reclamaba para sí determinadas condiciones, tales como ciertas formas del sujeto retratado y, también, que respondiera a un conjunto de regularidades en su composición: pose, distribución de los elementos en el espacio, mirada, etc. 

Pero lo cierto es que algunas de las corrientes artísticas del siglo XX, sumadas a la difusión de la fotografía, la caricatura –en el marco del auge de la prensa gráfica- y también de las nuevas indagaciones en torno al “yo”, hicieron “estallar” la idea que se tenía hasta ese entonces de retrato. Aunque tal como afirmara el teórico del cine Jacques Aumont, este, “en cualquiera de sus formas, tiene siempre relación con la verdad”.

El diccionario, por su parte, todavía hoy, persiste en definirlo, en su tercera acepción del vocablo, como la “descripción de la figura o carácter, o sea, de las cualidades físicas o morales de una persona”.

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Se conozca más o menos acerca de los vericuetos de la historia del arte, o se haya o no revisado el diccionario antes de visitar las obras de Hermenegildo Sábat actualmente expuestas en el Museo Nacional de Arte Decorativo, emisores y receptores de este evento imperdible jamás dudaron acerca de que estas piezas exhibidas son, efectivamente, retratos. 

Es más: la muestra –curada por Hugo Pontoriero y Cristina Santa Cruz y abierta hasta julio- lleva por título Sábat. Maestro del retrato y reúne una buena cantidad de obras llevadas adelante por el gran artista plástico (pintor, ilustrador, caricaturista, editorialista, escritor, fotógrafo, etc.) que habiendo nacido en Uruguay (1933) vivió la mayor parte de su vida en la Argentina (hasta su muerte en 2018) y creó, cotidianamente por más de cincuenta años, desde el diario Clarín. 

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Al haberse optado por un criterio de agrupamiento de las piezas en torno a categorías tales como “Escritores”, “Músicos”, “Deportistas”, “Políticos”, etc., el visitante de la muestra casi no repara en el motivo por el que conviven en ese universo tan claramente homogéneo, tres obras conceptuales. 

En todo caso -y en el mejor-, la presencia de estas no hace sino confirmar la versatilidad técnica y estilística que manejó Sábat, y que puede verse incluso al interior del universo preponderante de los retratos.

Para quienes durante varias décadas hemos seguido la vida pública argentina leyendo los diarios impresos, el estilo y la genialidad de Sábat no resultan sorprendentes. Porque aquella sorpresa era a la que nos tenía acostumbrados cada día –y la esperábamos- cuando recorríamos las páginas del diario. En todo caso, a quienes desayunábamos con esa suerte de primigenio diálogo intertextual que conformaban la ilustración de “Menchi” y el artículo del periódico, el agrupamiento de rostros que propone esta excelente muestra, nos confirma el carácter de clásico de Sábat. Mucho más si acordamos con Italo Calvino que “toda lectura de un clásico es en realidad una relectura”. 

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Pero para quienes no tuvieron aquella dicha de “leer” a Sábat en tiempo real y visiten la muestra, podrán seguramente volver evidente –además de las virtudes estéticas del artista- la confluencia, en los nombres y rostros de cada uno de estos retratos, aquellos aspectos morales de los sujetos retratados de los que da cuenta el diccionario. 

Porque cada uno de estos retratos no son solo rostros que tienen nombres, sino que también son nombres y rostros que hablan de la vida pública. Aquella vida pública –pero también aquella verdad de la que hablaba Aumont- con la que “Menchi” estuvo siempre, trazo a trazo, cotidianamente comprometido.   

*Sociólogo (UBA) especializado en temas culturales. Doctorando en Ciencias Humanas (UNSAM).