OPINIóN
Debate

Nietzsche y el aborto

El rol dela salud pública y demás organismos del Estado para facilitar la seguridad de las mujeres, la atención médica ante embarazos inesperados.

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Militantes anti-aborto protestan frente al Congreso por el proyecto de ley que impulsa el Gobierno. | Twitter @juanjomalvinas

Friedrich Nietzsche es uno de los llamados filósofos de la sospecha. En efecto, su programa implícito ha sido desenmascarar intenciones ocultas tras los relatos. Tuvo una clarividencia notable respecto a lo que habría de venir. Pone sus “premoniciones” en boca del profeta Zaratustra.

Uno de los personajes clave de su discurso es el “último hombre”. La narración nos caracteriza de modo agudo al hombre contemporáneo, posmoderno, débil, sin ideales: “¡Ay! Llega el tiempo en que el hombre no dará ya a luz ninguna estrella. ¡Ay! Llega el tiempo del hombre más despreciable, el incapaz ya de despreciarse a sí mismo. ¡Mirad! Yo os muestro el último hombre. ‘¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella?’ - así pregunta el último hombre, y parpadea. La tierra se ha vuelto pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hombre, que todo lo empequeñece. (…) ‘Nosotros hemos inventado la felicidad’ - dicen los últimos hombres, y parpadean”.

El último hombre ha vaciado de fundamento todos los valores y sólo considera el valor de sí mismo y de los demás cuando son fuente de satisfacción propia, noble o rastrera. Es sumamente egocéntrico. Su interés se transforma en su motivación principal. En el fondo, sólo le importa él mismo y pone a su servicio pragmático la técnica y la ciencia. Nietzsche avizora este futuro y predica una reacción, que trae nuevos valores, valores fuertes, que son anti-valores en contraste con los viejos ya perdidos, fundamentalmente el valor de la vida.

Nietzsche avizora este futuro y predica una reacción, que trae nuevos valores, valores fuertes, que son anti-valores en contraste con los viejos ya perdidos, fundamentalmente el valor de la vida

Zaratustra está lleno de vida y está por la vida: “Soy tan poderoso, estoy tan cargado de vida exultante, que borbota desde lo más profundo de mí un sí absoluto a la vida. Un niño que viene al mundo, una nueva vida que llega al banquete cósmico debe ser saludado con un trago de vino y un himno dionisíaco. El aborto es cosa de miedosos, cómodos, mezquinos y cobardes. El gran Zaratustra no es un abortista”.

El aborto es cosa del último hombre, “que todo lo empequeñece”. Los defensores del aborto legal esgrimen todo tipo de argumentos, pero en el fondo Nietzsche está en lo cierto.

El aborto es, en efecto, la “solución” técnica pragmática para no afrontar la realidad de la concepción de una creatura, cuando ésta, por lo que sea, resulta incómoda. Es la solución pragmática frente a los miedos que comporta una gestación oculta o manifiesta. Es la actitud cobarde de legisladores y funcionarios que, en lugar de enfrentar su responsabilidad para sacar adelante a la persona vulnerable, miran para otro lado y promueven el proyecto mezquino de “eliminar” el “problema”. Ahí está, la creatura, creciendo en el interior de una madre que no se anima ni a terminar la gestación, porque bien podría “resolver” el “problema” una vez gestado, dándolo en adopción.

 La mejor manera de que no se mueran mujeres por abortos clandestinos no es oficializar el aborto, sino evitarlo

¡Qué argumento tan vacío y falaz el de la salud pública! Falacia es una mentira que parece verdad. La mejor manera de que no se mueran mujeres por abortos clandestinos no es oficializar el aborto, sino evitarlo. Aquí debería actuar la salud pública y demás organismos del Estado: facilitando la seguridad de las mujeres, la atención médica, las parejas estables, y ante embarazos inesperados, eventualmente, la adopción. “Gobernar es poblar”, decía Alberdi: se han olvidado de esto. Hoy podemos decir, gobernar es cuidar los embarazos vulnerables, para asegurar la equidad y la inclusión: un bebé es bienvenido, sin importar su origen y condición social.

¡Qué pena que la sociedad argentina no pueda superar el pesimismo y la autorreferencialidad del “último hombre” para festejar y abrirnos todos juntos a la vida! Ojalá los mezquinos oigan la voz de Zaratustra. El problema es que “su estirpe [la del último hombre] es indestructible, como el pulgón; el último hombre es el que más tiempo vive…”.

*Vicerrector de asuntos académicos de la Universidad Austral y profesor del IAE Business School.