OPINIóN
Historia contemporánea

Rumbo Uno-cero-cinco. Malvinas

Hace 55 años, un grupo de jóvenes nacionalistas desvió un avión hacia las Malvinas, para reivindicar la soberanía argentina, mientras el príncipe Felipe de Edimburgo visitaba Buenos Aires.

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Posado. El vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas había depegado a las 0:45 horas del aeroparque Jorge Newbery rumbo a Río Gallegos, con 42 pasajeros a bordo, 18 de ellos miembros armados del comando. | cedoc

A las 6:05 AM del 28 de septiembre de 1966, dos jóvenes ingresan a la cabina del DC-4 de Aerolíneas Argentinas. Sonriendo le dicen al piloto. “cambiamos de rumbo, vamos a Malvinas”. El comandante Ernesto Fernández García sonríe también creyendo que es una broma. Los jóvenes exhiben sus armas y repiten “no tanta risa, esto es en serio”. El piloto aduce no conocer la ruta. “Rumbo uno cero cinco”, replica el de lentes y le entrega las cartas de navegación. El comandante obedece la orden y enfila rumbo a Malvinas con 42 pasajeros a bordo. Estaba en marcha el “Operativo Cóndor”. 

El vuelo 648 de Aerolíneas había despegado a las 0:45 horas de Aeroparque Jorge Newbery hacia Rio Gallegos. Mezclados entre los pasajeros lo abordaron 18 miembros del comando fuertemente armados. Hoy resulta extraño que alguien pueda subir al avión con un arma. Pero este era el primer secuestro aéreo en Argentina. Unos años después se tornará casi una moda secuestrar un avión para dirigirse a Cuba. 

Protagonistas. Los integrantes del Comando Condor pertenecían a una escisión de Tacuara, llamada Movimiento Nueva Argentina (MNA). Los dirigía Dardo Cabo, de 25 años, periodista, hijo de Armando Cabo, un histórico dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica, Lo secundaba Alejandro Giovenco, de 21 años,  apodado el Chicato a causa del grueso aumento de sus lentes. La periodista y dramaturga María Cristina Verrier, de 27 años, era la tercera al mando del grupo. Su padre, César Verrier, había sido juez de la Suprema Corte de Justicia.

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Los otros integrantes eran Ricardo Ahe, de 20 años de edad, empleado; Norberto Karasiewicz, 20 años, metalúrgico; Andres Castillo, 23 años, bancario; Aldo Omar Ramírez, 18 años, estudiante; Juan Carlos Bovo, 21 años, metalúrgico; Pedro Tursi, 29 años, empleado; Ramón Sánchez, 20 años, obrero; Juan Carlos Rodríguez, 31 años, empleado; Luis Caprara, 20 años, estudiante; Edelmiro Jesús Ramón Navarro, 27 años, empleado; Fernando José Aguirre, 20 años, empleado; Fernando Lisardo, 20 años, empleado; Pedro Bernardini, 28 años, metalúrgico; Edgardo Salcedo, 24 años, estudiante; y Víctor Chazarreta, 32 años, metalúrgico. La edad promedio del grupo era de 22 años. Todos eran peronistas.

Para garantizar la buena difusión del hecho subió al avión con un nombre falso Héctor Ricardo Garcia, director del diario Crónica y la revista Así, quien viajando con los comandos se garantizaba la primicia. García alegará ante la justicia que fue convocado a viajar un día antes por Dardo Cabo, quien le anticipó un episodio importante, pero sin decir de qué se trataba. Según la investigación de Roberto Bardini, “los periodistas Américo Rial , Emilio Abras y el mismo Dardo Cabo todos militantes del Movimiento Nueva Argentina (MNA), trabajaban en Crónica. y convencieron mucho antes del operativo a Héctor Ricardo García de viajar en el DC-4 de Aerolíneas Argentinas”.

Aterrizaje. A las 9 de la mañana, el avión realizó tres pasadas rasantes sobre Puerto Stanley, rebautizada por los comandos “Puerto Rivero” (en homenaje a la gesta del gaucho Rivero), buscando dónde aterrizar. Las islas no tenían aeródromo y lo más parecido era una pista de carreras cuadreras de tierra, donde finalmente bajo el avión. Ya en tierra los comandos descendieron e izaron siete banderas argentinas en distintos puntos cercanos. Luego tomaron posiciones de defensa alrededor de la aeronave, mientras se acercaban con mezcla de sorpresa y curiosidad habitantes de la isla. Entre ellos un joven jefe de policía al mando de seis efectivos que fue tomado como rehén. 

Cabo y Verrier se dirigieron a la casa del gobernador interino, ante quien se presentaron anunciando que “como argentinos, hemos venido a esta tierra para quedarnos, ya que la consideramos nuestra”. Un isleño de origen chileno traducía las palabras que el gobernador no terminaba de entender. Recuperado de su sorpresa les ordenó: “fuera de aquí, ustedes no están en su casa”. 

En la improvisada pista, ya varios jeeps Land Rover habían sido estacionados bloqueando el movimiento del avión, y casi un centenar de civiles voluntarios bien armados, rodeaban a prudente distancia todo el escenario. Los comandos hicieron bajar a los pasajeros del avión, entre quienes se encontraba el Gobernador de Tierra del Fuego e Islas Malvinas, almirante Jose Maria Guzmán. Los pasajeros fueron alojados por los kelpers, mientras el comando seguía en el avión. A treinta y seis horas del arribo, la posición del comando era muy débil, carecían de alimentos y abrigo y estaban rodeados por una fuerza numerosa, ahora reforzada por una docena de militares británicos. El sacerdote católico Rodolfo Roel los convenció de dejar el avión y trasladarse e su iglesia. Los comandos se formaron frente a una de las banderas izada en un mástil de hierro, cantaron el himno nacional, rezaron un padre nuestro, le entregaron las armas al piloto del avión y recuperando las banderas se retiraron hacia la iglesia. No hubo acto de rendición. La misión estaba cumplida. Allí permanecieron hasta la llegada del buque Bahía Buen Suceso enviado por el gobierno argentino para evacuarlos hacia Ushuaia. En 1982, el Bahía Buen Suceso prestó servicio como barco logístico durante la guerra de Malvinas. Los ingleses lo atacaron en Bahía Zorro donde quedó varado. Al terminar la guerra fue remolcado a aguas más profundas donde fue hundido por un submarino británico.

Onganía y Felipe. En septiembre de 1966 gobernaba el dictador Juan Carlos Onganía. Los cóndores eligieron la fecha porque en esos días se encontraba de visita en nuestro país nada menos que el príncipe Felipe de Edimburgo, consorte de la Reina Isabel II.  Era una visita no oficial: llegó en su calidad de presidente de la Federación Ecuestre Internacional, ya que el país organizaba el Campeonato Mundial de Hipismo por esos días. Incluso pudo jugar un “picadito amistoso” de polo con el dictador en el Club Militar San Jorge. 

Según relata Roberto Bardini: “la misma noche del 28, tres militantes del Movimiento Nueva Argentina se subieron a un destartalado Citroën y decidieron pasar frente al consulado británico. Los hoy muertos Jorge Money y Miguel Angel Castrofini, junto con un tercero que aún vive y que estuvo fugazmente vinculado a la guerrilla de los Uturuncos, llevaban una ametralladora PAM que había pertenecido a la Resistencia Peronista. Al pasar frente a la delegación diplomática, vieron luz en una ventana y dispararon una ráfaga. Al día siguiente leyeron en los diarios que cinco balas se habían incrustado en la pared de un salón. Y que diez minutos antes el príncipe Felipe de Edimburgo había estado parado exactamente ahí. Seguramente charlaba sobre su partido de polo con Juan Carlos Onganía”.

No fue el único incidente que sufrió el príncipe Felipe. Al día siguiente, en una visita a la usina de Puerto Nuevo, un grupo de trabajadores de Luz y Fuerza arrojó desde una torre volantes repudiando el imperialismo inglés. La crónica periodística dice que levantó uno y lo leyó (¿leería español?). “Cuándo terminó la lectura del volante el príncipe, sin acusar emociones, continuó serenamente su camino y concluyó la visita”. Obvio...como un príncipe inglés. Parece que el interés del príncipe por Argentina no estaba solo en el polo y su amigo “el Morsa” Onganía. Había otras razones del corazón, que cuento en el recuadro aparte. 

Desenlace. Los cóndores no estaban solos. En Buenos Aires algunas decenas de jóvenes hicieron manifestaciones de apoyo y cayeron presos, entre ellos el casi adolescente periodista Roberto Bardini. También en Rosario cinco jóvenes intentaron tomar el consulado británico y fueron desalojados por una fuerza de 50 policías fuertemente armados. La CGT y las 62 Organizaciones se expresaron a favor de los cóndores y amenazaron con un paro nacional si eran condenados.  En Ushuaia fueron juzgados y encarcelados. La mayoría solo por nueve meses. Pero Dardo Cabo, Alejando Giovenco y Juan Carlos Rodriguez, por tener antecedentes, purgaron tres años de cárcel. 

El jefe del grupo, Dardo Cabo, años después pasó a militar en Montoneros. El 8 de enero de 1977, estando detenido en La Plata, fue sacado del penal y fusilado. Jorge Money fue asesinado el 17 de mayo de 1975 por la Triple A. Alejandro Giovenco militante de la ultraderechista Concentración Nacional Universitaria (CNU), sobrevivió a un atentado de Montoneros, pero le explotó una bomba que llevaba en su portafolio y murió el 18 de febrero de 1974.  Miguel Angel Castrofini fue asesinado por el ERP22, el 8 de marzo de 1974. Juan Carlos Rodríguez, vinculado a Lorenzo Miguel, murió asesinado por la CNU de La Plata. Aldo Omar Ramírez militó en Montoneros y fue secuestrado el 1 de septiembre de i1977 y permanece desaparecido. 

No está claro cuál era el plan de los cóndores. Cómo iban a resistir o a retirarse de Malvinas luego del complicado desembarco. El avión no tenía más combustible y las ruedas estaban enterradas en la turba malvinense. Tal vez el plan llegaba hasta donde pudieron hacer, izar la bandera argentina sobre nuestro suelo. Solo ese pequeño-gran gesto. Lo pagaron con años de cárcel y pusieron en riesgo sus vidas. Eran años en que la militancia por una causa representaba mucho más que obtener un cargo electivo o un buen puesto en el estado.

“Autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón.