Una vez más, el debate en la Argentina se concentra solo en la actualidad inmediata, carente de toda perspectiva.
Constituyen rasgos ya habituales en el país, el cepo y atraso cambiarios, control de precios, virtual congelamiento de tarifas, creciente intervencionismo estatal, distorsión de las reglas de juego de la economía, persistente devaluación del peso, mayor desaliento a la inversión productiva, desabastecimiento por caída en la oferta de productos, y menor calidad de los servicios públicos por la baja de inversiones en el sector, entre otras.
El accionar oficial, más allá de una ineficiente gestión de la pandemia, exhibe una acción –con profundos errores– enfocada exclusivamente en el día a día, con un aparente único objetivo: el triunfo en las próximas elecciones de medio término, en tanto el frente opositor no ha mostrado, salvo excepciones puntuales, una actitud enérgica para plantear consistentemente las alternativas necesarias para enfrentar este padecer crónico.
En este contexto, si bien para el Gobierno resulta fundamental el acto eleccionario próximo, la sociedad se encuentra huérfana de respuestas sobre cuál podrá ser su proyecto a futuro, al tiempo que padece de una especie de autismo social, caracterizado por la ausencia de diálogo entre los distintos actores sociales:
*En lo institucional, con un Parlamento encerrado en sus distintas facciones
*En lo político, ostentando una grieta absoluta entre los partidos o frentes políticos *Intrapartidariamente, con la existencia de sectores distanciados, cada uno en un discurso diferente, lejos de un camino de convergencia.
Esta estructura fragmentada determina una imposibilidad de atender las reales necesidades nacionales, mucho más allá de los inmediatos intereses político-partidarios.
Consecuentemente el país carece de un imprescindible mensaje, que se constituya en una voz, que tienda a un abordaje objetivo de la realidad nacional, sus posibles derivaciones, y aproximarse a conjugar una agenda que atienda la crítica situación del país.
Una sociedad harta del actual escenario estéril e inconducente debería reclamar enérgicamente un faro convocante, que permita poner de relieve la real situación nacional, más allá del relato de uno u otro sector.
Si bien cobran presencia en diversos medios, fundamentalmente de la prensa escrita, numerosos argentinos independientes que expresan desde diferentes ángulos y perspectivas, sus ideas sobre la naturaleza, alternativas y posibilidades de enfrentar el crítico presente aún están caracterizados por su dispersión, su atomización. Hormiguitas trabajadoras llevando el alimento a su comunidad (el pensamiento colectivo), pero carentes de contacto y mucho menos, de diálogo entre sí.
Como un primer paso para superar tal falencia, se podría analizar la posibilidad de establecer un canal de comunicación recíproco entre estos argentinos dispersos, a fin de emerger del aislamiento discursivo, en muchos casos catártico, y así potenciar y enriquecer las ideas, con el objeto de elaborar un llamado convocante, tendiente a concientizar a la gran masa de la población (descreída de los mensajes de la política tradicional) respecto a la necesidad de un real abordaje de la problemática nacional, más allá de las mezquindades sectoriales.
A este fin es posible que organizaciones no gubernamentales y representantes de la prensa pudieran confluir en la articulación de un encuentro virtual de esa pléyade de argentinos pensantes y propositivos, para la elaboración de una preagenda, a fin de sentar las bases de una posterior y amplia convocatoria, la que debería incluir ineludiblemente, al arco político.
Quizás sea un pensamiento utópico, posiblemente difícil de concretar, pero frente a la triste realidad actual, supondría al menos, una pequeña luz de esperanza para emerger del oscuro laberinto de la realidad argentina.
*Economista. Presidente honorario de la Fundación Grameen Argentina.